23 de marzo de 2012

Mi semana con Marilyn. Una nueva disección de Norma Jean




No es la primera vez, ni ciertamente tampoco será la última, que el Séptimo Arte aborda la vida de Marilyn Monroe, uno de los iconos cinematográficos más representativos de la historia del cine. Sin embargo, lejos de aspirar a convertirse en un biopic al uso, Mi semana con Marilyn se centra en un momento muy concreto de la existencia de la malograda actriz.

De hecho, el film del británico Simon Curtis parte de las memorias que Colin Clark recogiera en su libro El príncipe, la corista y yo a raíz de sus experiencias durante el rodaje de la película de casi idéntico título, El príncipe y la corista.

Cuando en 1956 Marilyn Monroe, recién casada con el escritor Arthur Miller, se trasladó a Inglaterra para formar parte del rodaje de aquel film -que coprotagonizaba, dirigía y producía el gran y recordado actor inglés Laurence Olivier - era ya una efervescente estrella de Hollywood con ganas de demostrar su valía como intérprete más allá de su innegable belleza.

No obstante, aquel rodaje distó mucho de ser idílico a causa de los desmanes de la actriz, quien, alcoholizada y completamente dependiente de los barbitúricos que seis años más tarde le arrebatarían la vida, era incapaz de llegar puntual al plató y de, ni siquiera, recordar las más sencillas frases de su papel.

Valiéndose de un material tan interesante como el producido por Colin Clark, Simon Curtis -  en su primera incursión en la gran pantalla - se lanza a la empresa de profundizar en el personaje que se esconde tras el mito, diseccionándolo y mostrándolo como el de una mujer a la que horrorizaba la soledad pero que era incapaz de no ahuyentar a todos aquéllos que osaban formar parte de su vida.

Para ello cuenta Curtis con una actriz de excepcional talento, Michelle Williams, quien no sólo se ha sometido a una sorprendente transformación física, sino que dispone de los registros suficientes como para captar los más diversos y extremos estados de ánimo a los que se vio sometida Marilyn Monroe durante el corto período de tiempo en el que trabó una suerte de amistad con Colin Clark.

El mayor acierto de Curtis, sin embargo, no radica por completo en la elección de Williams y de un casting con pesos pesados de la escena británica (Judi Dench, Julia Ormond y un Kenneth Branagh completamente verosímil en su interpretación de un personaje – Laurence Olivier – con el que guarda muy poco parecido físico), sino en la apuesta por rodar extractos de films protagonizados por Monroe con el fin de mostrar las diferencias existentes entre dos mujeres prácticamente antagónicas – la Marilyn angustiada por sus inseguridades y la mejor recreación de ésta, la Marilyn frívola y desacomplejada.


No obstante, y a pesar de la prodigiosa interpretación de Williams y  de las buenas intenciones de Curtis - quien, por cierto, procede del mundo televisivo -, Mi semana con Marilyn roza peligrosamente - con su cierta falta de aliento y su factura formal pero a ratos casi impersonal - el formato telefilm.

Lamentablemente, es imposible no preguntarse qué habría hecho otro director más curtido e inspirado  con una historia que Curtis desaprovecha al no ahondar lo suficiente en la relación de dos personalidades tan diferentes como Monroe y Olivier y al pasar de puntillas por las vidas de otros personajes igualmente fascinantes, como Vivien Leigh o Arthur Miller.


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