31 de julio de 2012

Ya tenemos página en Facebook


Aunque escandalosamente tarde, por fin hemos abierto página en la red social por excelencia, Facebook. Y, al igual que venimos haciendo con nuestra cuenta en Twitter, su contenido no sólo incluirá las noticias vertidas en el blog, sino toda aquella información cultural, aparecida en los medios y otros blogs culturales, que nos llame especialmente la atención.

Por supuesto, cualquier comentario y/o sugerencia por esa vía será siempre muy bienvenido.


26 de julio de 2012

Un mundo sorprendente. Una nueva sección





Desde que iniciáramos este blog dedicando una entrada al Palacio Albéniz en Barcelona, muchas han sido las noticias que han versado sobre ciudades y monumentos varios que, por un motivo u otro, nos han llamado poderosamente la atención durante alguno de nuestros viajes.

Ahora, tras haber publicado más de cien entradas sobre temas culturales diversos, no podíamos demorar más la creación de una nueva sección, Un mundo sorprendente, que recoja las mil y una impresiones que siempre van aparejadas al placer indescriptible de moverse por el mundo y de conservar intacta la capacidad de sorprenderse.

18 de julio de 2012

La bellísima península de La Magdalena





No son pocos los atractivos que la preciosa ciudad de Santander ofrece a sus visitantes. Sus casas señoriales, sus bellos y concurridos paseos y avenidas o sus imponentes paisajes justifican por sí solos un viaje a la capital de Cantabria. Sin embargo, muy posiblemente sea la Península de la Magdalena –también llamada Real Sitio de la Magdalena – el lugar de la ciudad que más visitas atrae de propios y extraños.

La península, parque público desde el pasado siglo, ocupa una superficie de casi 25 hectáreas y antaño fue un lugar de suma importancia estratégica para la capital cantábrica, como atestiguan los diversos restos arqueológicos de época romana que se han ido hallando a lo largo de los años.

Su presente y venidera preservación, además, parece asegurada por una sabia decisión del ayuntamiento santanderino que prohíbe la circulación de vehículos privados por su extensa superficie, por lo que desplazarse por el parque – abierto casi todo el día – debe hacerse a pie – en nuestra opinión, la mejor opción– o a bordo de un trenecito que recorre la península de punta a punta.

Sea de una u otra forma, el viajero podrá descubrir, a medida que se adentre en el parque, el monumento erigido en honor del malogrado y recordado Félix Rodríguez de la Fuente, deleitarse con la vista de las tres carabelas pertenecientes al Museo de la Marina o pasar un más que agradable rato en el simpático, pequeño y ¡gratuito! zoo del parque, habitado por focas y ánades varias. Al final de su trayecto, en el punto más elevado de la península, el visitante hallará la mayor atracción del parque, el palacio; una regia construcción que los ciudadanos santanderinos regalaron al monarca entonces reinante, Alfonso XIII.

El rey Borbón convirtió el palacio en su residencia estival y, además y al parecer, se encargó de arbolar todo el parque. Hoy, lejos ya de aquellos tiempos de boato que no poco debieron costar a los ciudadanos de a pie, el palacio – junto a las caballerías reales y el paraninfo – se ha convertido en la sede de los cursos estivales impartidos por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, además de contar con una residencia universitaria con 54 habitaciones dobles y ser el escenario donde se celebran diversos actos culturales y/o académicos.

De estilo ecléctico, con claras influencias inglesas aderezadas con elementos de estilo francés y de la llamada arquitectura barroca montañesa, la residencia estival de Alfonso XIII obró importantes y enriquecedores cambios en la ciudad, puesto que los veraneantes pudientes de antaño, atraídos por la pompa monárquica, erigieron, en los aledaños de la península, numerosas villas señoriales que compartieron – y comparten – protagonismo con edificios de no menos prestancia, como el Hotel Real, el nuevo Gran Casino o el Hipódromo de Bellavista.

Declarado monumento de interés artístico en 1982, el palacio ofrece, además, una vistas impresionantes al hallarse muy próximo a los acantilados que circundan la península, por lo que su visita difícilmente podrá decepcionar al visitante. De hecho, el bello enclave fue escogido como escenario de una de esas series que pretenden emular la qualité de esos productos de bello envoltorio – y, casi siempre, igualmente bello contenido – que suele manufacturar la BBC. En definitiva, una visita más que recomendable y al alcance de muchos bolsillos.


12 de julio de 2012

El invierno del dibujante. Un sentido tributo




Corría el año 1957 cuando cinco pesos pesados del cómic producido en España - Cifré, Conti, Escobar, Giner y Peñarroya – se atrevieron a embarcase, con la ayuda de un mecenas y sin el amparo de ninguna editorial, en la edición de su propia revista, Tío Vivo. Desgraciadamente, esa apuesta por conseguir una mayor libertad creativa con unas historietas dirigidas a un público adulto – y, por tanto, dotadas con un mayor acento crítico - no pudo sobrevivir al embate de las grandes editoriales y los cinco geniales dibujantes hubieron de regresar a la desaparecida Editorial Bruguera, que publicaba en exclusiva sus más conocidos y emblemáticos personajes.

Esta es la historia de la que parte Paco Roca para rendir un sentido tributo a todos aquellos pioneros e idealistas historietistas que hubieron de sobrevivir en una época marcada por una censura implacable y empecinada en mermar su desbordante creatividad; una creatividad que ponían al servicio de unas editoriales que ni siquiera les reconocían sus derechos de autor – quedándose, ad aeternum, con sus personajes y sus historias – y que pagaban con un sueldo más que precario un trabajo que no conocía horarios.

Tras la fantástica Arrugas, era más que previsible que Paco Roca siguiera enriqueciendo el Noveno Arte con su magnífico buen hacer; sin embargo, el gran historietista valenciano se ha superado a sí mismo con El invierno del dibujante, una obra en la que hace gala de un sostenido pulso narrativo, articulado, cual un film de suspense, por varios flashbacks, lo que se revela como un recurso absolutamente acertado para captar la atención del lector desde la primera hasta la última página.

Roca, además, haciendo un guiño a los historietistas que antaño inspiraron su temprana vocación de dibujante, dota a sus viñetas con colores grisáceos y apagados –con una mayor o menor luminosidad según la estación del año en la que transcurre su historia – para recrear la atmósfera triste impuesta por la dictadura franquista y evocar aquellas antiguas historietas que trocaban su gama de colores en cada nuevo capítulo.

Como es habitual en la obra de Roca, las viñetas de El invierno del dibujante también están cuidadas al máximo – presentando una gran profusión de detalles - y su magnífica disposición de elementos y su gran verismo se han visto sin duda secundados por la intensa labor de documentación a la que se sometió el historietista valenciano para hilar los acontecimientos que tuvieron lugar en aquellos ya lejanos años 1957 y 1958, espacio temporal en el que se centra la mayor parte de esta historia. Tan ardua investigación también ha incidido en la construcción de unos personajes de trazos precisos y ricos en matices que, lejos de caer en cómodos maniqueísmos, son retratados con sus miserias y grandezas, siendo quizá el mejor ejemplo el personaje de Rafael González, ese editor, un tanto tirano pero con buen fondo, que consagró su vida a la que fuera una de las editoriales más importantes del país antes de sucumbir en los años 80 del pasado siglo y ser engullida por el poderoso Grupo Z.

Roca, sin embargo, omite ese final trágico de la editorial catalana al poner punto y final a su obra en el año 1978, siendo éste, sin duda, el único punto negativo de El invierno del dibujante, su excesiva brevedad, que no permite al lector seguir la pista de esos personajes con los que acaba encariñándose; ello no merma, por supuesto, ninguno de los logros conseguidos por Roca con esta magnífica novela gráfica, por lo que estamos impacientes por leer su próxima obra. No se demore, Sr. Roca.


10 de julio de 2012

Noveno Arte. Una nueva sección


Rendidas admiradoras del Noveno Arte, no podíamos seguir postergando la creación de una nueva sección que recoja no solamente las críticas de las novelas gráficas publicadas hasta la fecha, sino también todas aquellas noticias relacionadas con el mundo del cómic, como la ya muy lejana en el tiempo El museo del cómic de Bruselas. Retorno a la infancia o las más recientes dedicadas al personaje de Mafalda o al genio imperecedero del gran Giraud.

Para seguir ampliando esta nueva sección, el próximo jueves regresamos con la crítica a una de las mejores novelas gráficas editadas recientemente en España.


5 de julio de 2012

El enigma del cuervo. Inclasificable





Si bien quien suscribe estas líneas no es una gran conocedora de la obra del cineasta australiano James McTeigue – de hecho, anteriormente tan sólo había visionado la muy tediosa Invasión-, existían tres motivos de peso que le impelían a acudir a las salas de cine para ver El enigma del cuervo.

Para empezar, la última película del cineasta australiano parecía constituirse como todo un tributo al maestro del terror, el gran Edgar Alan Poe; además, y tras visionar el tráiler del film con su cromática gama de rojos y oscuros colores, todo hacía prever que ese homenaje también se hacía extensible a uno de los mayores exponentes de la tan añorada serie B, el estadounidense Roger Corman – quien, por cierto, adaptó los relatos de Poe nada menos que en ocho ocasiones y siempre con un presupuesto irrisorio.

Si a todo ello se añade que El enigma del cuervo tiene como protagonista principal a un actor de enorme talento interpretativo como John Cusack, parecía inexcusable el abono de los ocho euros que cuesta la entrada. Lamentablemente, esta cantidad - nada desdeñable, por cierto - se revela pronto como una pésima inversión, pues a los pocos minutos de iniciado el metraje del film de McTeigue es sumamente difícil no sentirse profundamente defraudado.

El principal motivo de tamaña decepción cabe hallarlo en uno de los guiones más absurdos escritos en años e inspirado en la aureola de misterio que envolvió la muerte del gran literato. Y si bien, a veces – pocas, poquísimas – de un mal guión puede surgir una buena película, no es éste el caso, ya que la errática dirección de McTeigue no sólo no consigue captar la atención del espectador, sino que deja una sensación permanente de déjà vu por lo previsible de la historia narrada y por sus más que evidentes pretensiones de emular a films tan tenebrosos y ya clásicos como Seven; a lo que habría que añadir esa estética peligrosamente cercana al más comercial videoclip de la que hace gala este film y que queda patente en la impagable escena de persecución por un bosque brumoso y en los últimos minutos de metraje.

Sería injusto, sin embargo, no resaltar los aciertos de El enigma del cuervo, que los tiene al haber contado con un casting regido por el buen tino y en el que brillan el siempre talentoso Cusack y el no demasiado conocido por estos lares Luke Evans. No obstante, y debido a un guión que reduce el personaje de Poe al más puro cliché del artista atormentado, Cusack está lejos aún de hallar ese papel que acabe por encumbrarle como actor.


Mención aparte merece esa total ausencia de originalidad que ha llevado a los distribuidores españoles a traducir The Raven como El enigma de cuervo. Cierto es que una traducción fiel como El cuervo habría ocasionado algún que otro problema por duplicidad – hace años The Crow, protagonizada por el malogrado Jason Lee, fue traducida con ese título –, pero un poco más de creatividad, aunque no habría mejorado la obra de McTeigue, al menos no la habría lastrado más - si es que cabe tal posibilidad.

En definitiva, quien se acerque a su cine favorito esperando encontrar aquella atmósfera de terror gótico decimonónico que Poe y Corman sabían imprimir a sus respectivas obras saldrá, inevitablemente, decepcionado con este film al cual no cabe más que definirlo como inclasificable; sin embargo, y como ésta no deja de ser una apreciación subjetiva, queda a cuenta y riesgo del lector tomar la decisión de pasar unas dos horas bien fresquitas en una sala oscura, lo cual, dado el bochornoso calor de estos días, tampoco parece una opción descabellada.


3 de julio de 2012

Crónicas de Jerusalén. Apuntes sobre un conflicto complejo





Impelido por su deseo de volcarse por completo en el mundo del cómic, el historietista franco canadiense Guy Delisle abandonó hace más de diez años una carrera que, forjada en diferentes estudios de animación repartidos por América y Europa, le impuso una vida de trotamundos que aún hoy se resiste a abandonar, ya que junto con su esposa, una cooperante de Médicos sin fronteras, ha residido largas temporadas en países con regímenes tan totalitarios como los de China, Birmania y Corea del Norte.

Todas esas experiencias han llevado a Delisle a especializarse en un género tan poco explotado como el de la novela gráfica de viajes, ofreciendo trabajos tan interesantes como Shenzhen, Pyongyang  y Crónicas Birmanas, obras que anteceden a su muy reciente Crónicas de Jerusalén y que le han valido no pocos premios.

Crónicas de Jerusalén, no obstante, no se enmarca en el escenario de un régimen dictatorial, pero su temática no podría ser menos interesante, ya que se centra en uno de los estados más complejos del siglo XX y XXI. Un país al que Delisle se aproxima desde la cotidianidad de una vida dividida entre el cuidado de sus hijos y los intentos, en su mayoría frustrados, por dedicarse a su labor profesional.

Como suele acontecer a todos los creadores con un número importante y creciente de seguidores, a Delisle no le faltan detractores y, de hecho, su obra ha sido en ocasiones tachada de eurocentrista y parcial. Sin embargo, y sin olvidar el hecho de que resulta del todo punto naif el considerar que alguien pueda sustraerse totalmente de su bagaje cultural, estas críticas no podrían resultar más erróneas, puesto que Delisle, lejos de que querer convertirse en una autoridad sobre el tema que le ocupa, tan sólo pretende reflejar las experiencias que le brindan su estancia en Israel y la información que obtiene a través de sus numerosísimos amigos y conocidos residentes en aquel país.

Esta manifiesta subjetividad, no obstante, no le impide huir de los consabidos maniqueísmos y, por el contrario, la suya es una apuesta decidida por mostrar, en una matizada y variada escala de grises, el complejo crisol que configura la sociedad de Israel. Una sociedad a la que Delisle se acerca con un finísimo sentido del humor, una muy sobria puesta en escena y un increíble y sostenido ritmo, poniendo en conocimiento del lector realidades que no por conocidas resultan menos dolorosas – los enfrentamientos entre comunidades, las duras condiciones de la sociedad palestina, la presencia sempiterna de las armas de fuego por todas partes…-, pero también curiosas anécdotas o datos poco conocidos o aireados en Occidente, como la absoluta libertad de los periodistas israelís, sin duda, las voces más críticas a las que se enfrenta el gobierno israelí.

Por otra parte, y si bien Delisle es un buen dibujante – como lo prueba la profusión de detalles de los escenarios que retrata –, sus personajes se caracterizan por un trazado no demasiado expresivo que se ve acentuado por el blanco y negro de las viñetas por las que se pasean, un blanco y negro que Delisle troca en sepia, para recordar hechos pasados, o al que añade color con el fin de enfatizar alguna situación o hecho especialmente relevante.

Finalmente cabría señalar que, durante su estancia en Jerusalén, Delisle creó un blog, que, con su profusión de dibujos y fotografías, es una auténtica joya que permite acercarnos,  desde lo más cotidiano, a esa realidad que no suelen mostrar ni los libros de historia ni las crónicas periodísticas.


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