26 de septiembre de 2012

“Riesgo, libertad y creatividad”. Entre la excelencia y la desmesura


Fuente: Palau Robert

Poco podía imaginar el matrimonio checo alemán – Hans y Marketta Schilling – que el restaurante que inauguraron en el año 1962 con el nombre de El Bulli – en honor a los muchos perros bulldogs franceses que acompañarían a Marketta durante su estancia en España – y enclavado en la cala Montjoi – un precioso paraje a siete kilómetros escasos de la localidad gerundense de Roses -  habría de convertirse, pasado el tiempo, en uno de los mejores restaurantes del mundo, merecedor de tres de las codiciadas estrellas de la Guía Michelin y capitaneado desde el año 1984 por el más afamado de los cocineros españoles, Ferran Adrià.

Cincuenta años después de su apertura, elBulli se prepara para convertirse en elBulli Foundation, una entidad que abrirá sus puertas en 2014 y cuya principal misión será la de de convertirse en un espacio dedicado a la investigación culinaria y en el archivo que recoja todos los datos de la larga trayectoria del famoso restaurante.

Compartiendo ese afán por recuperar la historia de elBulli, desde su apertura a inicio de los años sesenta del pasado siglo hasta su reciente y definitivo cierre, el emblemático Palau Robert de Barcelona inauguraba hace unas semanas una interesante exposición que responde al sugerente título de Ferran Adrià y elBulli: Riesgo, libertad y creatividad.

Per reproduir correctament aquest contingut és necessari instal·lar el programari Adobe Flash Player. Si us plau, baixeu-vos l'última versió, només us requerirà uns instants.


Un título en consonancia, sin duda, con el afán de excelencia que ha movido a sus comisarios a habilitar varios espacios para recorrer no sólo la historia de El Bulli, sino bucear en la evolución de la llamada Nouvelle Cuisine y repasar las biografías de Ferran Adrià, su hermano Albert y su socio desde hace décadas, Juli Soler. De hecho, buena muestra de esa voluntad se puede apreciar desde el inicio del recorrido expositivo – con una acertada proyección sobre una pared de color negro que transporta al visitante a la bella cala Montjoi – y a lo largo de todas los espacios habilitados para albergar profusa información – fotografías, documentos de identidad, documentos del Registro de la Propiedad, del Mercantil, libretas con anotaciones -, los numerosos vídeos e imágenes que muestran la preparación de los platos que hicieron de elBulli un lugar emblemático, la proyección en tres pantallas que dan fe del ajetreo de los fogones por donde pasaron algunos de los más famosos cocineros del mundo, o un espacio absolutamente sorprendente donde se exponen los artilugios de cocina, más propios de un alquimista que de un cocinero – como un deshidratador, un bol para nitrógeno líquido y un largo etcétera- que hacían posible la preparación de unos platos sin igual.

Sin embargo, es precisamente la profusión de datos la que lastra, en parte, el buen hacer de los organizadores de la presente exposición, máxime porque buena parte de las fotografías expuestas carecen de la información necesaria para reconocer a sus protagonistas, amén de que algunos vídeos, los más próximos a la proyección que da la bienvenida al visitante, no se escuchan demasiado bien.

A esos inconvenientes habría que añadir el empeño de los organizadores por reivindicar, casi de forma exacerbada, el importante papel de la creatividad en el proceso culinario, lo que se traduce en un espacio donde impera un popurrí de elementos – como una butaca de cine junto unos auriculares por los que se puede escuchar una pieza de Bruno Montovani – que se antojan sumamente accesorios. ¿De veras era tan necesario sublimar el arte culinario comparándolo con las más reconocidas disciplinas artísticas?, ¿No hubiera sido ésta una exposición mucho más atractiva de no haber mediado tanta intencionalidad en el mensaje de sus organizadores?. Juzguen ustedes mismos.


19 de septiembre de 2012

Headhunters. Un thriller casi perfecto





Basada en una obra del exitoso escritor noruego Jo Nesbø y con un tráiler promocional sumamente atrayente, Headhunters prometía ser un film, cuando menos, inquietante.  Afortunadamente, y lejos de truncar las expectativas que, las más de las veces, crean esas cartas de presentación, el film del también noruego Morten Tyldum ha resultado ser una muestra más de ese buen cine facturado en el norte de Europa que aquí nos llega con cuentagotas.

De hecho, la fría, casi gélida, ambientación de Headhunters, unida a la pericia de Tyldum – quien, a pesar de la violencia de la historia de Nesbø, logra una dirección elegante en casi todo el metraje - y una voz en off al principio del film- que recuerda poderosamente al cine negro de otras épocas en las que primaba la calidad y no el afán de hacer taquilla – seducen desde el primer fotograma.

Sin embargo, y aunque film negro de acción netamente bien ejecutado, Headhunters es también y sobre todo un thriller psicológico cuyo leit motiv lo constituye un duro retrato del ejecutivo estrella y una sugerente reflexión sobre lo que es capaz de llegar a hacer el ser humano en su afán por enriquecerse y gozar de un alto status social.

No obstante, lejos de ralentizar el film con una reflexión de tanta enjundia – Headhunters es, de facto, uno de los films más trepidantes del año-, Morten Tyldum no le da respiro al espectador y le regala, además, momentos hilarantes, absolutamente deudores del humor más negro e, incluso, escatológico – la escena de la letrina repleta de heces es de la que se quedan por mucho tiempo impresas en la memoria.



Tyldum, por otra parte, consigue que el espectador acabe sintiendo simpatía – o incluso confraternizándose – con su principal protagonista - un ser sumamente despreciable y representativo de los tópicos más comunes del ejecutivo agresivo-, que verá como su exitosa vida se troca en un rápido y doloroso descenso al averno.

Sin restar ni un ápice al buen hacer de Tyldum, no cabe duda que la solidez del texto de Nesbø hace posible no sólo un ritmo bien sostenido y aderezado con diversos giros de trama, sino el retrato de unos personajes con una profundidad psicológica completamente alejada de los arquetipos maniqueos y al más puro cliché al que nos tiene acostumbrados el cine hollywoodiense más palomitero.

A Headhunters, no obstante, le sobra más de una escena inverosímil, rocambolesca incluso, y, sobre todo, la rápida resolución del misterio que articula todo el film – ventilado en pocos minutos –, amén del tono narrativo adoptado en los momentos finales, de chirriante encaje con todo el ritmo acelerado y el dramatismo que antecede.

Todo ello no impide considerar a Headhunters como uno de los mejores platos de la cartelera. Así han debido verlo en Hollywood, donde, comprados los derechos, ya se prepara un remake que, a tenor de la calidad del film noruego y sus más que solventes actores –el trío protagonista borda sus papeles-, se antoja innecesario, por lo que tan sólo cabe esperar que no resulte tan fallido como la versión norteamericana de Los hombres que no amaban a las mujeres


12 de septiembre de 2012

Los Kennedy. Entre el mito y el rigor histórico




Su carisma, su corto pero intenso mandato y, sobre todo, su asesinato - ante miles de personas y registrado en directo - han hecho de John Fitzgerald Kennedy una de las figuras más icónicas de la historia norteamericana reciente y uno de los personajes del siglo XX en quien más se han fijado historiadores, guionistas, productores y directores televisivos y cinematográficos.

Esa fascinación hacia el malogrado presidente estadounidense no se ha circunscrito, sin embargo, a su persona, sino que ha ido más allá, alcanzado a todo el clan Kennedy, desde el patriarca, Joseph Kennedy Sr., hasta los numerosos descendientes de su prolija prole.

Las incontables desgracias de los Kennedy – muchas de ellas entretejidas con la historia norteamericana y mundial – dan para más de una nueva adaptación audiovisual, aunque quizá sea el medio televisivo, que no el cinematográfico, el que permita, con su formato por entregas, una mayor profundización en el devenir de los más conocidos miembros de la pudiente familia católica de origen irlandés.

Así debió verlo el prestigioso canal History Channel cuando se embarcó en una de sus más caras producciones, aunque su facturación no haya sido del agrado del aún poderoso clan, que ha puesto un sinfín de trabas para que la serie no vea la luz en Estados Unidos.

El descontento de la familia Kennedy se debe, en gran parte, al afán de los creadores de la serie por mostrarse fieles a unos hechos que ya parecen sobradamente constatados, como los numerosos escarceos extramatrimoniales del malogrado presidente o la insana y desbocada ambición política de Joseph Kennedy Sr. y sus negocios con la mafia, que le reportaron pingües beneficios pero que, inevitablemente, pervierten las propias bases del llamado Sueño Americano y su American Way of Life, al alcance, en principio, de cualquiera que apueste por el trabajo duro y el fair play.

No obstante, y a pesar del descontento creado en el seno de la familia Kennedy, es precisamente esa voluntad de aproximarse de forma objetiva a los hechos históricos la que logra los momentos más intensos e impactantes de esta serie - como la génesis por la lucha de los derechos civiles, la Crisis de los Misiles o la Invasión de Bahía Cochinos-, que son presentados a través de una perfecta combinación entre material audiovisual original y de ficción y dosificados mediante numerosos y bien ejecutados flashbacks.

Los Kennedy cuenta, además, con un plantel de magníficos actores entre los que destacan Greg Kinnear, Barry Pepper, Diana Hardcastle y Tom Wilkinson – absolutamente creíbles en sus papeles – y en el que sobra la desangelada Katie Holmes y  llama la atención la desacertada elección de Charlotte Sullivan para el papel de Marilyn Monroe – se necesita algo más que decolorarse el cabello y embutirse en un vestido escotado para dar vida a la desgraciada actriz.



Lamentablemente, esos dos errores de casting vienen acompañados de otros desaciertos, como la inapropiada banda sonora que, idónea para una sitcom, trunca más de un momento de especial dramatismo, la nula referencia al gran Martin Luther King, la mínima mención a hechos entonces de plena actualidad como la Guerra de Vietnam o la muerte de Marilyn Monroe y, sobre todo, la forzada contraposición entre los turbios negocios del ambicioso patriarca del clan Kennedy y el quizá exagerado idealismo de sus hijos, Jack y Bobby, lo que convierte a Los Kennedy en un ejercicio de aproximación histórica lastrado en parte, que no totalmente, por el precario equilibrio entre el más voluntarioso objetivismo histórico y el más que manido cliché del mártir caído en defensa de sus ideales.

5 de septiembre de 2012

Pyongyang. Un viaje al país más hermético del mundo





Tras descubrir el magnífico trabajo de Guy Delisle gracias a su última obra publicada, Crónicas de Jerusalén, muy poderosas razones inducían a sumergirse en la lectura de sus anteriores trabajos, especialmente Pyongyang, una novela gráfica que recoge las peripecias del historietista canadiense durante su estancia en el que es considerado como el país más hermético del mundo.

Sin embargo, y aún a pesar de su autoimpuesta autarquía, Corea del Norte – cuyo escudo con la hoz, el martillo y la pluma es un reflejo de una base ideológica fruto de la combinación de los postulados comunistas y el pensamiento Juche – atrae desde hace un tiempo la atención de los medios occidentales, especialmente por su actitud beligerante – que ha causado no poca alarma en la vecina Corea del Sur y el cercano Japón – y por la muerte, hace casi un año, de Kim Jong-il, el sumo mandatario de una república cuyo gobierno heredó de su padre, Kim Il-sung, creador de una dinastía que va ya por su tercera generación y a quien se le rinde un tratamiento prácticamente divino.

Kim Jong-un, heredero en el cargo de Kim Jong-il, parece estar conduciendo al régimen a una cierta apertura, aunque poco se haya incidido, por ahora, en socavar el hermetismo de un país donde continua siendo imposible conectarse a internet. Por ello, Pyongyang, escrita unos años antes del fallecimiento de Kim Jong-il, bien puede considerarse como una valiosa fuente de aproximación a un régimen cuyo poder de censura y de manipulación propagandística parecen no conocer límites.

Pyongyang es, de hecho, un relato inquietante sobre un país asolado por la miseria – un tercio de su población sobrevive gracias a la ayuda alimentaria que, una vez recibida, el régimen raciona a su gusto – y la falta de medios, lo que impone un precario suministro eléctrico y la práctica ausencia de cafés y lugares de asueto, amén de una semana laboral de seis días y un voluntariado forzoso.

Para realizar tan vívido retrato de la sociedad norcoreana, Delisle se vale, como siempre, de su portentosa capacidad de observación y de los datos que en su momento recabó – aún a pesar de la compañía forzosa, un guía y un traductor, que el régimen asiático impone a todos los visitantes que se aventuran por el país. No obstante, el artista canadiense no se limita a dar un parte pormenorizado de todo lo que ve y acontece durante su estancia laboral en Corea del Norte, sino que, valiéndose de un fino sentido del humor, regala al lector pasajes absolutamente desternillantes que muestran hasta dónde es capaz de llegar un engrasado aparato propagandístico y la ingenuidad de los acólitos al régimen, lo que induce a la reflexión sobre no pocos puntos interesantes , como el derroche de gastos para la erección de ciclópeas e inútiles edificaciones - a la mayor gloria de Kim Il-sung y sus sucesores - o a comparación del régimen con la famosa obra de George Orwell, 1984, que, por cierto, Delisle se lleva a Corea.

Más que acertado resulta, por otra parte, el enfoque del historietista canadiense, que desecha asumir el papel del narrador omnipotente, que todo lo sabe y todo lo ve, y apuesta, por el contrario, por narrar su historia desde su punto de vista, el de un visitante occidental en un país donde los extranjeros son una rara avis.

Finalmente, cabría destacar la magnífica composición de unas viñetas que, en su rica escala de grises, son sumamente profusas en detalles, aunque los personajes que las habitan, como es habitual en el estilo de Delisle, sean de trazo simple y, aparentemente, muy sencillo.


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...