Su carisma, su corto pero intenso mandato y, sobre todo, su asesinato - ante miles de personas y registrado en directo - han hecho de John Fitzgerald Kennedy una de las figuras más icónicas de la historia norteamericana reciente y uno de los personajes del siglo XX en quien más se han fijado historiadores, guionistas, productores y directores televisivos y cinematográficos.
Esa fascinación hacia el malogrado presidente estadounidense no se ha circunscrito, sin embargo, a su persona, sino que ha ido más allá, alcanzado a todo el clan Kennedy, desde el patriarca, Joseph Kennedy Sr., hasta los numerosos descendientes de su prolija prole.
Las incontables desgracias de los Kennedy – muchas de ellas entretejidas con la historia norteamericana y mundial – dan para más de una nueva adaptación audiovisual, aunque quizá sea el medio televisivo, que no el cinematográfico, el que permita, con su formato por entregas, una mayor profundización en el devenir de los más conocidos miembros de la pudiente familia católica de origen irlandés.
Así debió verlo el prestigioso canal History Channel cuando se embarcó en una de sus más caras producciones, aunque su facturación no haya sido del agrado del aún poderoso clan, que ha puesto un sinfín de trabas para que la serie no vea la luz en Estados Unidos.
El descontento de la familia Kennedy se debe, en gran parte, al afán de los creadores de la serie por mostrarse fieles a unos hechos que ya parecen sobradamente constatados, como los numerosos escarceos extramatrimoniales del malogrado presidente o la insana y desbocada ambición política de Joseph Kennedy Sr. y sus negocios con la mafia, que le reportaron pingües beneficios pero que, inevitablemente, pervierten las propias bases del llamado Sueño Americano y su American Way of Life, al alcance, en principio, de cualquiera que apueste por el trabajo duro y el fair play.
No obstante, y a pesar del descontento creado en el seno de la familia Kennedy, es precisamente esa voluntad de aproximarse de forma objetiva a los hechos históricos la que logra los momentos más intensos e impactantes de esta serie - como la génesis por la lucha de los derechos civiles, la Crisis de los Misiles o la Invasión de Bahía Cochinos-, que son presentados a través de una perfecta combinación entre material audiovisual original y de ficción y dosificados mediante numerosos y bien ejecutados flashbacks.
Los Kennedy cuenta, además, con un plantel de magníficos actores entre los que destacan Greg Kinnear, Barry Pepper, Diana Hardcastle y Tom Wilkinson – absolutamente creíbles en sus papeles – y en el que sobra la desangelada Katie Holmes y llama la atención la desacertada elección de Charlotte Sullivan para el papel de Marilyn Monroe – se necesita algo más que decolorarse el cabello y embutirse en un vestido escotado para dar vida a la desgraciada actriz.
Lamentablemente, esos dos errores de casting vienen acompañados de otros desaciertos, como la inapropiada banda sonora que, idónea para una sitcom, trunca más de un momento de especial dramatismo, la nula referencia al gran Martin Luther King, la mínima mención a hechos entonces de plena actualidad como la Guerra de Vietnam o la muerte de Marilyn Monroe y, sobre todo, la forzada contraposición entre los turbios negocios del ambicioso patriarca del clan Kennedy y el quizá exagerado idealismo de sus hijos, Jack y Bobby, lo que convierte a Los Kennedy en un ejercicio de aproximación histórica lastrado en parte, que no totalmente, por el precario equilibrio entre el más voluntarioso objetivismo histórico y el más que manido cliché del mártir caído en defensa de sus ideales.
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