22 de diciembre de 2015

El Investigador Cultural 2015







Como cada año por estas fechas, os presentamos la compilación de todas aquellas propuestas, iniciativas, proyectos y entidades culturales que, viernes tras viernes, os ha ido presentando El Investigador Cultural.

¡Esperamos que os guste!




¡Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo!




18 de diciembre de 2015

El Investigador Cultural propone hoy a...Canal Patrimonio





El Investigador Cultural despide este 2015 con un gran e interesante proyecto centrado en la difusión de la cultura y el patrimonio histórico, Canal Patrimonio.

Fundado en 2006, Canal Patrimonio se constituye como un portal dedicado exclusivamente a la promoción y difusión del patrimonio. Este proyecto, además, ha sido impulsado por la Fundación Santa María la Real, que ha apostado por la modernización del mismo, lo que se refleja en la estructuración y presentación de contenidos, que ahora incluyen más material fotográfico y audiovisual. Todas estas mejoras permiten al usuario, ya sea aficionado o profesional, poder interactuar con el portal.

Así, Canal Patrimonio se articula en torno a estos grandes apartados temáticos:

Museos  
Con el objetivo de buscar la participación del usuario, Canal Patrimonio ofrece la posibilidad de colaborar mediante la figura del reportero del portal. Para ello, tan sólo debe rellenarse este formulario.

El portal, por otra parte, tiene su propia revista, Patrimonio. Revista de Patrimonio y turismo cultural, y, como plataforma digital, cuenta con enlaces a diferentes espacios de interés (situados en el lado derecho de su página).


Cubierta del número 56 de la revista
Desde la página principal de la plataforma el usuario también puede acceder a los perfiles en las redes sociales de este proyecto:

Twitter  
Youtube  

Animándoos, como siempre, a que consultéis los enlaces proporcionados, El Investigador Cultural se despide hasta el próximo año.

¡Feliz 2016!



15 de diciembre de 2015

Los libros en The New Yorker. Una exquisitez visual


Cubierta 'Los libros en The New Yorker'. Editorial: Libros del Asteroide

Hace poco más de un año reseñábamos El dinero en The New Yorker, la primera de las tres recopilaciones temáticas que la editorial Libros del Asteroide ha publicado a partir de unas muy cuidadas selecciones de las famosas viñetas humorísticas editadas por la celebérrima publicación estadounidense, hoy todo un referente cultural dentro y fuera de Estados Unidos.

Fundada en 1925 por el matrimonio de periodistas Harold Ross y Jane Grant, The New Yorker ha concedido siempre una especial importancia al mundo literario. De hecho, muchas obras, hoy ya clásicos de la literatura universal, han visto la luz, en formato de entregas, en sus páginas y su sección de críticas literarias cuenta con un más que notable prestigio. Por ello, tras la publicación de El dinero en The New Yorker y La oficina en The New Yorker, resultaba prácticamente imperativa la publicación de una exquisitez visual como Los libros en The New Yorker.

Articulada en torno a cuatro secciones –autores, editores, lectores y libreros-, Los libros en The New Yorker se compone de casi doscientas viñetas, una cuidadísima selección -obra de Miguel Aguayo, quien también se ha encargado de la traducción de los textos- que, con un humor sutil pero incisivo, muestra en lo que se ha convertido gran parte del sector editorial, una industria casi por completo volcada en el éxito rápido y, al parecer, poco interesada en la calidad narrativa y argumental.

El capítulo dedicado a los editores resulta en ese sentido especialmente interesante, pues en él se hallan múltiples ejemplos sobre la primacía absoluta que muchos de aquéllos otorgan a la comercialidad a hora de decidir si una obra merece o no ser publicada. Sumamente ilustrativas son, por ejemplo, la viñeta de la página 70, en la que un autor le confiesa a su editor que La historia es inventada, pero los nombres son reales, para subir las ventas, o la de la página 91, donde dos editores, ante un escritor medio enfadado, medio sorprendido, comentan Es una buenísima novela negra, pero nos preguntábamos si podrías volverla sueca.

Las otras secciones del libro resultan quizá menos despiadadas, aunque en ellas se ataque con vehemencia el ego y la pedantería de la que, a veces, ¿quizás demasiadas?, hacen gala lectores, libreros y, especialmente, escritores. De hecho, son muchas las viñetas que ahondan en el estereotipo del escritor artista, esclavo de su inspiración, bloqueado no pocas veces ante la página en blanco e intolerante a cualquier crítica a su obra que tenga a bien realizarle alguno de sus allegados, agentes, editores o público.

A pesar de los diferentes temas y protagonistas abordados y de que los autores de las viñetas pertenezcan a épocas diferentes, Los libros en The New Yorker cuenta con una coherencia narrativa e incluso visual, sustentada en el blanco y negro, en escenas articuladas en torno a muy pocos personajes –dos o tres en la mayoría de las viñetas-, y, sobre todo, a ese humor cáustico, mordaz, incisivo, sutil, inteligente y con un punto cruel que caracteriza la línea editorial de la revista.

Obra, por lo demás de rabiosa actualidad, a Los libros en The New Yorker tan sólo podría achacársele que no se incluya la fecha en la que las viñetas fueron realizadas ni tampoco figure en el apartado final, donde constan los nombres de los historietistas, la fecha de nacimiento y muerte, si procede, de aquéllos. En cualquier caso, a los lectores más exigentes siempre les queda el recurso de acudir al repositorio de la revista, The Cartoon Bank, donde pueden hallarse todas las viñetas publicadas por The New Yorker hasta la fecha y acompañadas de una muy completa ficha.



11 de diciembre de 2015

El Investigador Cultural propone hoy a...Museum Experience




El Investigador Cultural de esta semana os descubre Museum Experience, una muy innovadora iniciativa vinculada al mundo de los museos y de las nuevas tecnologías.

Museum Experience es una app para móviles –tanto para Android como para iOS- que ofrece a los visitantes de los espacios museísticos toda una serie de ventajas, tal y como se enumeran en su presentación:

  • Mejora la experiencia de tu visita: "Una aplicación que te permitirá sacarle todo el partido a tu visita al museo". El app permite obtener información completa y actualizada sobre la colección del museo seleccionado y los diferentes puntos de interés (como, por ejemplo, las salidas). Esta información incluye fotografías, vídeos, audios, mapas completos y agenda de los eventos del museo.
  • No te pierdas nada: "Gracias a las rutas guiadas y la tecnología de posicionamiento indoor, llegarás a cualquier punto del museo sin perderte y obtendrás una información detallada de las obras". Museum Experience utiliza el sistema del GPS para guiar al visitante dentro del museo. La aplicación dispone, además, de visitas guiadas preparadas por el propio museo.
  • Una Audioguía en tu bolsillo: "Con los contenidos siempre actualizados y a tu medida. Crea tus propios itinerarios y comparte tu experiencia a través de las redes sociales". Por otra parte, los usuarios del museo pueden personalizar los itinerarios de los museos ya sea por autores, por períodos, etc. y compartirlos con otros usuarios en las redes sociales. 

La instalación del app resulta muy sencilla. Tan sólo hay que seguir las instrucciones que aparecen en el apartado “Más información sobre MuseumExperience” (dentro de la sección Conoce la APP).



Además, Museum Experience ofrece a los museos toda una serie de servicios, como la gestión de contenidos –creación de rutas con temarios específicos por salas, para un segmento de público definido, exposiciones temporales-, información siempre actualizada y obtención de estadísticas sobre los visitantes del museo.

Para conocer más detalles sobre esta app y dónde descargarla os remitimos a:

Android  
iOS 

Como no podía ser menos dada su naturaleza, Museum Experience cuenta con perfiles en las principales redes sociales:

Twitter  


¡Feliz fin de semana cultural!



8 de diciembre de 2015

Voces de Chernóbil. Una lectura necesaria


Cubierta de Voces de Chernóbil. Edición DEBOLSILLO

El 26 de abril de 1986 explotaba el cuarto reactor de la central nuclear de Chernóbil en Ucrania, país entonces integrante de la desaparecida Unión Soviética. Aquella catástrofe medioambiental sin precedentes no sólo habría de llevarse por delante la vida de miles de personas y condenar a sufrimientos intolerables e indescriptibles a otras tantas, sino que precipitaría el desmembramiento de la URSS.

El impacto de la tragedia, comparable al lanzamiento de más de 300 bombas como la que en su día arrasó la localidad japonesa de Hiroshima, afectó especialmente a Bielorrusia, un país de apenas 10 millones de habitantes y colindante con Ucrania.

Casi una década hubo de mediar hasta que la escritora bielorrusa Svetlana Alexiévich -Premio Nobel de Literatura en 2015- publicara Voces de Chernóbil, una obra que recoge los testimonios de decenas de personas anónimas que sufrieron las consecuencias de la catástrofe, desde los llamados liquidadores –los soldados que participaron en la construcción del sarcófago, bajo el que se halla el cuarto reactor y el punto desde el cual se delimitó la Zona de Exclusión-, hasta los campesinos a los que se les obligara a abandonar sus tierras, pasando por los numerosos profesionales con cargos destacados en el régimen que se vieron en una terrible disyuntiva, tachar los rumores que llegaban de Occidente como propaganda antisoviética –política acorde con los preceptos del régimen- o bien enfrentarse a la maquinaria del sistema y perder con ello sus puestos de trabajo, cuando no condenarse al ostracismo.

Teniendo en cuenta que la acción devastadora de la radiación en Bielorrusia, con más de 500 pueblos perdidos –una cifra que se acerca a las casi 700 aldeas devastadas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial-, un 20% de su población viviendo en suelo contaminado –lo que ha incrementado notablemente la tasa de mortalidad, superior ya a la de natalidad- y, por supuesto, el elevado número de víctimas mortales en los días, semanas, meses y años que siguieron a la tragedia, muchos de los que entonces callaron difícilmente pueden hoy sobreponerse al aplastante peso de la culpa.

Lectura difícil por el dolor y sufrimiento que destilan todas sus páginas, Voces de Chernóbil cuenta con una poco usual estructura narrativa, tejida a base de monólogos de diferentes personas –lo que la convierte en una obra coral-, recortes de periódicos –un excelente punto de partida que sitúa al lector en el momento de la catástrofe y las expectativas de futuro, que incluyen el inquietante porvenir del llamado sarcófago- e, incluso, una entrevista que la autora se hace a sí misma y que resulta sumamente enriquecedora, junto con el resto de las páginas que la suceden, para intentar comprender, a casi treinta años de que tuviera lugar la tragedia, lo que aquélla comportó para quienes la vivieron de cerca.

Voces de Chernóbil ofrece, de hecho, una profunda reflexión sobre la naturaleza y la forma en la que el hombre se aproxima a ella; el papel de la ciencia y la desmesurada creencia que muchos, cual devotísimos creyentes, habían depositado en aquélla antes de que se produjera la hecatombe; el significado de la propia existencia humana –interesante resulta que, tras la explosión, las iglesias se llenaran de creyentes y de, hasta poco antes, acérrimos ateos-; la corrupción de un sistema político y económico que acabaría autodestruyéndose; y, sobre todo, la imposibilidad de hallar en los libros, la ciencia o la historia nada que se pareciera a las causas y consecuencias de aquella catástrofe medioambiental, que enfrentó al hombre a un enemigo oculto y pertinaz, la radiación, tan mortífera como invisible, y que impelió a Alexiévich a redactar una de las frases más inspiradas de esta obra, Chernóbil ha ido más allá de Auschwitz y Kolimá. Más allá que el Holocausto.

Lectura, en definitiva, necesaria para los amantes de la historia, Voces de Chernóbil difícilmente dejará indiferente a ningún lector.



4 de diciembre de 2015

El Investigador Cultural propone hoy a...Arkeoportal




Como cada semana, este viernes El Investigador Cultural os descubre un muy interesante proyecto, Arkeoportal, una plataforma centrada en la investigación y difusión del patrimonio arqueológico.

De muy reciente creación, Arkeoportal es una iniciativa creada por CROMA Comisarios Culturales (Croma Cultura) -una organización sin ánimo de lucro conformada por profesionales procedentes del campo de las humanidades y volcada en la difusión del patrimonio histórico y artístico- y Ánfora Grupo Arqueología y Patrimonio, empresa especializada en la investigación del patrimonio histórico. El proyecto cuenta, además, con una subvención del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

Constituida como una plataforma web destinada a profesionales, investigadores y estudiantes de arqueología, Arkeoportal tiene como principal objetivo generar, mantener y distribuir contenidos  arqueológicos a través de objetos multimedia, para dar a conocer el patrimonio, incluyéndose en las redes europeas.

En el apartado Qué es Arkeoportal se pueden consultar, además, los otros objetivos del proyecto, que serían:

  • Incentivar la profesión y la investigación arqueológica, ofreciendo productos y servicios culturales de calidad, mediante el uso de las nuevas tecnologías para la creación y divulgación de los contenidos generados.
  • Estimular el empleo, en especial dentro de las pymes y de los profesionales autónomos dedicados a la arqueología, facilitando la participación del sector privado en proyectos culturales.
  • Favorecer los vínculos entre las comunidades autónomas, fomentar las relaciones internacionales, y difundir la cultura española a través del patrimonio arqueológico para potenciar el sector cultural en nuestro país.
  • Poner en valor el patrimonio arqueológico nacional con vistas a su difusión y conocimiento de los agentes intervinientes en un sector tan importante para la economía como es el turismo, que revierta económicamente en la región y la población autóctona del lugar en cuestión.
  • Consolidar el programa de promoción y difusión cultural planteado, adaptado a las necesidades de todas las personas bajo las directrices marcadas por la accesibilidad universal.
  • Optimizar los recursos generados, aumentar los contenidos y difundir el conocimiento, siendo el principal fin el de facilitar a la sociedad el acceso a la educación y a la cultura.

Para cumplimentar todos esos objetivos, el proyecto ofrece una serie de servicios estructurados en cuatro ámbitos:




Por último, si queréis saber más sobre este proyecto y sus creadores, os recomendamos que visitéis estos enlaces:


 
¡Buen fin de semana cultural!



1 de diciembre de 2015

La cata. Una exquisitez literaria y visual


Cubierta de La Cata. Editorial Nórdica. Ilustrada por Iban Barrenetxea

Escritor, dramaturgo, poeta, guionista –de historias propias y ajenas- e, incluso, presentador de televisión, Roald Dahl es, sin duda alguna, uno de los autores británicos más importantes de la pasada centuria.

De ascendencia noruega, aunque nacido y criado en Gales, Roald Dahl es hoy especialmente recordado por sus relatos infantiles, algunos de los cuales han sido adaptados a la gran pantalla, como, por ejemplo, James y el melocotón gigante -film dirigido por Henry Selick y producido por Tim Burton en 1996-, Matilda -también rodada en 1996 y dirigida y protagonizada por Danny DeVito- y, sobre todo, Charlie y la fábrica de chocolate, una joyita del Séptimo Arte dirigida hace una década por el inigualable Tim Burton, quien para la ocasión contó con su actor fetiche, Johnny Depp, y su compositor favorito, Danny Elfman.

No obstante, y a pesar de que Dahl es precisamente recordado por esos y otros títulos destinados a un público eminentemente infantil –aunque hayan logrado cautivar a lectores de muy variadas edades-, el escritor británico también dejó para la posteridad un buen número de historias concebidas para un público adulto.

Entre esas últimas obras se halla La cata, un relato corto publicado por primera vez en 1945 por la revista Ladies Homes Journal y más de un lustro después, en 1951, por la celebérrima The New Yorker.

Circunscrita en un marco espacial y temporal muy acotado –una velada en el salón de una mansión de familia londinense acomodada-, La cata narra, de la mano de uno de los invitados a la cena, una curiosa historia protagonizada por un exitoso corredor de apuestas con ínfulas artísticas y culturales y un afamado gastrónomo y sumiller, quienes, siguiendo su política de apostarse una caja de vinos en cada cena que se encarte, en esta ocasión llegan a ofrecer en premio a la hija del primero y las propiedades del segundo.

No cabe duda de que La cata es un más que notable ejemplo del excelentísimo savoir faire de su autor. De hecho, y a pesar de su brevedad y de un formato narrativo que remite a una pieza teatral, en esta obra se dan cita aquellos ingredientes que hicieron de Dahl un prosista excepcional, a saber, un estilo depurado, personajes bien definidos, diálogos brillantes, un ritmo sostenido y cautivador, un final impredecible pero en absoluto forzado y, sobre todo, grandes dosis de ese humor británico, fino e inteligente, que no conoce de barreras culturales.

                                     Booktrailer de La Cata

Aun ya publicado con anterioridad en lengua española, la editorial Nórdica Libros ha querido recuperar este texto y para ello ha recurrido, como siempre, a una muy cuidada edición, con un exquisito diseño y formato –el libro ofrece la medida y pesos ideales de usabilidad para los lectores ya totalmente seducidos por epubs y demás plataformas digitales-, encuadernación en cartoné, tipografía adecuada para cualquier lector, papel de gran gramaje –aterciopelado al tacto y lo suficientemente mate como para no deslumbrar- y, sobre todo, la inclusión de las preciosas y delicadas ilustraciones de Iban Barrenetxea, que muestran a unos personajes que, caricaturizados, aunque no en exceso, e inmersos en una atmósfera netamente británica, remiten al lector a esas series de época que la BBC tan bien sabe facturar.

Ya sea por la exquisitez de la historia narrada, el excelente e igualmente exquisito trabajo de Barrenetxea o la fantástica edición de Nórdica Libros, La cata se constituye como un perfecto regalo para bibliófilos y amantes de la cultura y el arte, toda vez que viene a demostrar que al libro en formato papel, siempre que cuente con una calidad como la presente, aún puede quedarle un largo y prometedor recorrido.



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