22 de marzo de 2013

El Investigador Cultural propone hoy a...Cultura y Creatividad




Dedicamos hoy nuestra atención a Cultura y Creatividad, un proyecto cultural que tiene como finalidad “contribuir a la reflexión sobre el contexto sociocultural contemporáneo y con clara vocación de apoyar los procesos de construcción de la cultura del presente y del futuro”.  

Conscientes de que las industrias culturales son generadoras de un empleo de calidad –ya que el sector favorece una economía basada en la creatividad y el conocimiento-, el objetivo de Cultura y Creatividad radica en promover las industrias culturales y creativas con el fin de que devengan un elemento clave para la evolución hacia un nuevo modelo productivo en España.

Así, el proyecto cultural de Cultura y Creatividad se estructura a través de las siguientes áreas temáticas:

Su página web, que os invitamos encarecidamente a que echéis un vistazo, cuenta también con un interesante apartado, Proyectos.

Para más información, también se pueden visitar sus cuentas en las redes sociales:
Y, sin más, os deseamos un muy feliz y cultural buen fin de semana. Nos vemos pasada Semana Santa.

20 de marzo de 2013

Victus. ¿La gran obra de Sánchez Piñol?




Encabezando desde hace semanas las listas de libros de ficción más vendidos, Victus. Barcelona 1714, la última novela del escritor catalán Albert Sánchez Piñol, está generando en la red no pocos debates entre los lectores a los que ha enamorado su historia y los que la han tachado de oportunista y manifiestamente provocadora. Ese debate entre detractores y admiradores no ha tenido, curiosamente, un eco similar en los medios más tradicionales. De hecho, Victus está siendo objeto, sobre todo en prensa escrita, de las más elogiosas críticas y su estilo, personajes y estructura narrativa han llegado a ser comparados con los de algunas obras inmortales de la literatura universal de los siglos XVIII y XIX.

Lamentablemente, y más allá de su considerable extensión –más de 600 páginas-, Victus no guarda demasiado parecido con obras como Guerra y Paz o Los Miserables, aunque Sánchez Piñol –antropólogo reconvertido en escritor, excelente escritor- comparta con autores como Tolstoi o Hugo una auténtica vocación de entregado investigador histórico que le impele a bucear por el pasado para rescatar hechos y personajes injustamente olvidados o recordados de manera sesgada y/o bajo una óptica errónea.

No obstante, y si bien resulta obvio que el escritor catalán se entregó a un intenso, arduo y prolongado proceso de documentación e investigación, como Historia no hay más que una pero sus interpretaciones pueden ser múltiples, variadas y, cómo no, antagónicas, el empeño de  Sánchez Piñol por recordar uno de los episodios más tristes de la historia catalana ha avivado no poco los ánimos entre los lectores que han visto en Victus una clara intencionalidad política, amén de un mal disimulado maniqueísmo.

Más allá de esa posible intencionalidad política -¿qué novela histórica, por otra parte, está exenta, de manera consciente o inconsciente, de un cierto posicionamiento político?-, Sánchez Piñol sabe articular y dosificar muy bien el ingente volumen de información recabada para transportar al lector a la Barcelona de principios del siglo XVIII y conducirlo lenta pero inexorablemente, y a través de vívidas y logradísimas escenas, tanto bélicas como cotidianas, a aquel 11 de septiembre de 1714 en el que la tropas borbónicas masacraron la Ciudad Condal.

Tristemente, el buen ritmo narrativo de Sánchez Piñol en esta suerte de crónica histórica relatada en primera persona se ve muy empañado por la presencia de unos personajes –reales y ficticios- muy poco creíbles, con motivaciones y anhelos mucho más propios de la mentalidad de este siglo que de la de hace tres centurias. A ello habría que añadir, además, que, si bien las primeras páginas de Victus parecen presagiar una revisión de la siempre interesante novela picaresca española de los siglos XVI y XVII, esa impresión, auténtico espejismo, hace aguas por un uso del lenguaje totalmente contemporáneo, ajeno por completo, por ejemplo, al riquísimo vocabulario empleado por Arturo Pérez Reverte en su saga del Capitán Alatriste.

En definitiva, Victus es una obra más que interesante para ahondar en la Historia –lo cual nunca está de más-, pero queda sumamente lejos de la obra anterior del escritor catalán, especialmente de la genial y envolvente La pell freda – La piel fría, en su traducción al castellano-, una de las mejores novelas catalanas de los últimos tiempos y un anticipo de la gran obra que Sánchez Piñol tiene todavía pendiente de escribir y que, sin duda, no es la presente VictusBarcelona 1714.


15 de marzo de 2013

El Investigador Cultural propone hoy… a Enginyart






Hace unos días nos hacíamos eco, a través de nuestro Twitter y Facebook, de la innovadora y reivindicativa iniciativa de la compañía Enginyart para conmemorar el Día Internacional de la Mujer.

Lo original de esa propuesta, que tenía como objetivo el de explorar la relación entre el arte, la cultura y la mujer a través de las artes visuales, nos ha impelido a escoger a esta entidad para iniciar esta nueva sección.

Enginyart es una compañía alemana con sede en Barcelona y especializada en la innovación tecnológica al servicio del arte. De hecho, y tal como se puede leer en su web, la principal razón de ser de Enginyart es la de “proveer un servicio personalizado que resuelva los problemas tecnológicos con un diseño acorde y harmonizado con la idea original del artista”. 

Los servicios que proporciona Enginyart para llevar a cabo este objetivo son diversos y van desde el asesoramiento artístico hasta la gestión de proyectos, pasando, lógicamente, por la gestión tecnológica.

Además, y por si ello fuera poco, Enginyart también actúa como difusor cultural –en la vertiente de las artes visuales- a través de sus redes sociales, Facebook y Twitter.

Para más información, os animamos a que visitéis su muy interesante –y políglota- página web.

Y, sin más, os deseamos un muy feliz y cultural buen fin de semana.

      
                                            Fuente: Enginyart




14 de marzo de 2013

El Investigador Cultural. Una nueva sección




Indiscutible e importantísimo elemento de cohesión social y desarrollo personal, la cultura, en su más amplia acepción del término, es también, e indiscutiblemente, un motor de desarrollo económico y de creación de empleo que algunos países más avispados, como Islandia, ya han sabido reconocer y aprovechar.

Con la creación de esta nueva sección, pretendemos no sólo seguir con nuestra labor de difusión cultural, sino, cual afanosas investigadoras culturales, hallar propuestas que, a cargo de entidades culturales diversas –instituciones, fundaciones, gestores…- y/o artistas consolidados o emergentes, nos recuerden las infinitas posibilidades de la creación cultural.

Mañana daremos a conocer nuestra primera propuesta. ¡Feliz jueves!



13 de marzo de 2013

La ruta Joyce. Apuntes de un proceso creativo



Fuente: Astiberri Ediciones

En 2008, y con tan sólo 27 años, Alfonso Zapico se proclamaba vencedor en dos de las categorías del Premio Haxtur –la de Mejor Guión y la de Finalista más votado por el público- por su primera novela gráfica, Café Budapest. Desde entonces, el ilustrador y dibujante asturiano no ha dejado de saborear las mieles del éxito, ya que, además de contar con un público fiel, numeroso y creciente, ha sido merecedor, en muy poco tiempo, de galardones tan importantes como el Premio Autor Revelación 2010 en el ya consolidado Salón Internacional del Cómic de Barcelona y el Premio Nacional del Cómic 2012.

En ese reconocimiento por parte de la crítica e industria del cómic ha jugado un papel más que importante su obra más alabada hasta la fecha, Dublinés, una historia basada en la vida y milagros del controvertido escritor irlandés James Joyce.

Tras la publicación de esta particular biografía, Zapico -impelido por la idea de plasmar en viñetas el proceso creativo y de investigación que dio lugar a aquella magnífica novela gráfica- se embarcó en un nuevo proyecto, La ruta Joyce.

Lejos, no obstante, de responder a una motivación puramente comercial –como bien pudiera haber temido más de un seguidor de Zapico - La ruta Joyce se constituye, por sí misma, en una excelente obra que, si bien debe su origen y alude todo el tiempo a Dublinés, puede leerse sin necesidad de haberse paseado previamente por las viñetas de aquella novela gráfica.

Con claras reminiscencias al trabajo del canadiense Guy DelisleLa ruta Joyce demuestra, además, que Alfonso Zapico no sólo es un dotadísimo dibujante –sumamente atento al detalle y especialmente cuidadoso en la composición de sus viñetas-, sino que puede convertirse, si la historia que quiere narrar lo precisa, en un afanoso investigador histórico, capaz de documentarse hasta la extenuación para reconstruir hechos pasados y plasmarlos con la sencillez y concisión de los mejores historiadores.

La ruta Joyce, sin embargo, no es sólo un viaje hacia el periplo europeo del exiliado escritor irlandés. De hecho, Zapico, a través de un alter ego con aire claramente cervantino, lleva al lector al pasado y presente de ciudades tan bellas y dispares como Dublín, Trieste, París y Zúrich. Ciudades sin par a las que el paso del tiempo ha tratado de forma desigual, ya que ¿qué resta hoy del cosmopolitismo de la otrora efervescente Trieste, o del provincianismo que expulsó a Joyce de su siempre añorada y recordada Dublín, o del París bohemio del siglo pasado o de la Zúrich que acogió a cientos de personas durante las dos contiendas bélicas que sacudieron al mundo y convulsionaron a la vieja Europa?

En ese recorrido fascinante por esas urbes europeas, Zapico, muy sabiamente, huye de una narración puramente lineal y salpica su relato con digresiones históricas y anécdotas varias, entre las que destacan el episodio que condujo al cierre de la emblemática librería parisina Shakespeare and Company, la poca afición de los dublineses por la lectura de cómics y la, en consecuencia, curiosa existencia de una asociación llamada The Irish Astérix Appreciation Society y con sede social, cómo no, en un pub.

Divertida, tierna, fascinante, La ruta Joyce es, en definitiva, una lectura absolutamente recomendable y una muestra fehaciente del enorme talento de un historietista español que, como otros muchos, ha tenido que hacer las maletas e instalarse en Francia para poder labrarse un futuro profesional.


6 de marzo de 2013

Pioneras del cine



Pasado mañana se conmemora el Día internacional de la Mujer y, como buenas cinéfilas, no podíamos dejar pasar esta ocasión para homenajear a aquellas mujeres que, a pesar de ser pioneras en un arte largamente cuestionado, parecen haber sido olvidadas por la hoy consolidada y fructífera industria cinematográfica.

Sin más demora, damos paso a nuestra personal selección de realizadoras sobresalientes del ya casi olvidado cine silente y de los primeros films sonoros.

Alice Guy Blaché (1873- 1968). Coetánea de Charles Pathé y de los hermanos Lumière, Guy Blaché realizó su primer filme, La Fée aux choux, en 1986. Posteriormente dirigiría otros films como Sage-femme de première classe (1901), La Esméralda (1905), Making an American Citizen (1912) o Vampire (1920).

La Fée aux choux (1986)
Fuente: Moving Image Archive

Dorothy Arzner (1897- 1979). Fue la primera directora del cine hollywoodiense de los años 30. Su carrera en la industria cinematográfica la inició como secretaria en la productora Famous Players-Lasky; más tarde, firmaría el guión de una de las escenas del film Sangre y Arena (1922). Tan sólo un año después, en 1923, se estrenaba como directora con la película The Covered Wagon. A ese film siguieron otros que la convirtieron en una exitosa cineasta. Destacan Fashions for Women (1927), Ten Modern Commandments (1927), Get Your Man, (1927), The Wild Party (1929) y, sin duda, su mayor éxito, Craig's Wife (1936). 

Sangre y Arena (1922)
Fuente: Moving Image Archive
  
Lois Weber (1881-1939). Actriz y directora estadounidense, fue la primera mujer en dirigir un largometraje, El mercader de Venecia (1914). A ese primer trabajo siguieron películas como Hypocrites (1915), Where Are My Children? (1916), The People vs. John Doe (1916) o The Blot (1921), todos ellos films exitosos y con una temática tan polémica –entonces y ahora- como la pena de muerte o el aborto.

Escena de Hypocrites (1915)

Helena Cortesina (1904-1984). Fue la primera directora de cine española. Bailarina de ballet clásico y de music hall en sus inicios profesionales, debutó en el mundo del cine como actriz en el film La inaccesible de J. Buchs (1920), donde interpretó el personaje de Elvira Montes. Su éxito en esta película hizo posible que pudiera producir y dirigir Flor de España o la leyenda de un torero (1925), film que, para su desgracia, no cosechó el éxito esperado.



Lejos de Europa y fuera de la Meca del Cine, cabe destacar dos nombres más:

Gaby Von Bussenius Vega (1899-1975). De ascendencia alemana, Von Bussenus fue una mujer polifacética –periodista, escritora, guionista- a la que la Historia le reconoce el mérito de haber sido la primera directora del cine chileno por su película La Agonía de Arauco (1917).


Fuente: Cinechile
Mimí Derba (1893-1953). Actriz, cantante, escritora y vedette, Derba fue también directora cinematográfica y artífice de un film pionero del cine sonoro mexicano, Santa (1931).




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