Fuente: Astiberri Ediciones |
En 2008, y con tan sólo 27 años, Alfonso Zapico se proclamaba vencedor en dos de las categorías del Premio Haxtur –la de Mejor Guión y la de Finalista más votado por el público- por su primera novela gráfica, Café Budapest. Desde entonces, el ilustrador y dibujante asturiano no ha dejado de saborear las mieles del éxito, ya que, además de contar con un público fiel, numeroso y creciente, ha sido merecedor, en muy poco tiempo, de galardones tan importantes como el Premio Autor Revelación 2010 en el ya consolidado Salón Internacional del Cómic de Barcelona y el Premio Nacional del Cómic 2012.
En ese reconocimiento por parte de la crítica e industria del cómic ha jugado un papel más que importante su obra más alabada hasta la fecha, Dublinés, una historia basada en la vida y milagros del controvertido escritor irlandés James Joyce.
Tras la publicación de esta particular biografía, Zapico -impelido por la idea de plasmar en viñetas el proceso creativo y de investigación que dio lugar a aquella magnífica novela gráfica- se embarcó en un nuevo proyecto, La ruta Joyce.
Lejos, no obstante, de responder a una motivación puramente comercial –como bien pudiera haber temido más de un seguidor de Zapico - La ruta Joyce se constituye, por sí misma, en una excelente obra que, si bien debe su origen y alude todo el tiempo a Dublinés, puede leerse sin necesidad de haberse paseado previamente por las viñetas de aquella novela gráfica.
Con claras reminiscencias al trabajo del canadiense Guy Delisle, La ruta Joyce demuestra, además, que Alfonso Zapico no sólo es un dotadísimo dibujante –sumamente atento al detalle y especialmente cuidadoso en la composición de sus viñetas-, sino que puede convertirse, si la historia que quiere narrar lo precisa, en un afanoso investigador histórico, capaz de documentarse hasta la extenuación para reconstruir hechos pasados y plasmarlos con la sencillez y concisión de los mejores historiadores.
La ruta Joyce, sin embargo, no es sólo un viaje hacia el periplo europeo del exiliado escritor irlandés. De hecho, Zapico, a través de un alter ego con aire claramente cervantino, lleva al lector al pasado y presente de ciudades tan bellas y dispares como Dublín, Trieste, París y Zúrich. Ciudades sin par a las que el paso del tiempo ha tratado de forma desigual, ya que ¿qué resta hoy del cosmopolitismo de la otrora efervescente Trieste, o del provincianismo que expulsó a Joyce de su siempre añorada y recordada Dublín, o del París bohemio del siglo pasado o de la Zúrich que acogió a cientos de personas durante las dos contiendas bélicas que sacudieron al mundo y convulsionaron a la vieja Europa?
En ese recorrido fascinante por esas urbes europeas, Zapico, muy sabiamente, huye de una narración puramente lineal y salpica su relato con digresiones históricas y anécdotas varias, entre las que destacan el episodio que condujo al cierre de la emblemática librería parisina Shakespeare and Company, la poca afición de los dublineses por la lectura de cómics y la, en consecuencia, curiosa existencia de una asociación llamada The Irish Astérix Appreciation Society y con sede social, cómo no, en un pub.
Divertida, tierna, fascinante, La ruta Joyce es, en definitiva, una lectura absolutamente recomendable y una muestra fehaciente del enorme talento de un historietista español que, como otros muchos, ha tenido que hacer las maletas e instalarse en Francia para poder labrarse un futuro profesional.
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