26 de diciembre de 2012

La mujer de papel. Una exquisitez literaria





Asentado en Estados Unidos desde hace décadas, el libanés Rabih Alameddine transitó más de un campo profesional hasta que finalmente halló su auténtica vocación en la escritura. Desde entonces, en un ya lejano 1988, ha publicado varias novelas y relatos cortos, aunque su consagración definitiva como escritor se produjo hace tan sólo unos años, en 2008, cuando su bella novela El contador de historias enamoró, casi por igual, a crítica y lectores.

Este año se editaba en España La mujer de papel, una auténtica exquisitez literaria que más de un seguidor de Alameddine considera superior a su anterior obra y que, junto con la maravillosa Némesis de Philip Roth – y en humilde opinión de quien suscribe estas líneas-, es la mejor obra literaria de este 2012 que, en unos días, llega a su fin.

De hecho, y a tenor de los ríos de tinta que ha hecho correr la nueva obra de Alameddine, son muchos los lectores que se han quedado prendados, desde las primeras páginas, con la historia narrada por Aaliya, una septuagenaria oriunda de Beirut que decide vivir por y para los libros, protagonizando así una imperecedera historia de amor que se inicia cuando, siendo todavía muy joven, es abandonada por su marido, un hombre al que no ama pero con el que se ha casado a instancias de su familia. Sola y abandonada a su suerte en un apartamento codiciado en demasía por sus hermanastros - todos ellos casados y con una numerosa y creciente prole -, Aaliya hallará en los libros a los maestros que, por su sexo y extracción social, le fueron negados durante su infancia, y a los amigos fieles que la habrán de acompañar durante toda su etapa adulta.

Uno de los mayores logros de Alameddine en La mujer de papel radica, sin duda, en la magnífica construcción del personaje de Aaliya - la devoradora de libros que, por voluntad propia, decide aislarse de la sociedad - y de unos secundarios de lujo - como las vecinas de Aaliya, su madre o su bondadosa amiga Hannah -, de cuyo recuerdo al lector le resulta sumamente difícil desprenderse días después de haber concluido su lectura.

Ese indudable virtuosismo de Alameddine como retratista humano se ve complementado por el elegante, depurado y rico estilo del que se vale para narrar el devenir vital de una protagonista que, a pesar de su autoimpuesto aislamiento, debe hacer frente a no pocos embates que habrán de permanecer indelebles en su memoria, como su condición de mujer divorciada, la ausencia de su única gran amiga, su difícil relación con su madre o su fuerte instinto de supervivencia durante la guerra civil que destruyó buena parte de la otrora bella Beirut.

Alameddime, por otra parte, sabe entretejer, sin ampulosidades ni pedanterías y con una maestría propia de los más dotados y afamados novelistas, los avatares de la vida de su septuagenaria protagonista con las numerosas citas literarias que ésta intercala en su exquisita narración; además, el escritor libanés consigue dotar a Aaliya con un fino, y a veces sarcástico, sentido del humor, que impregna toda la novela, arrancando más de una sonrisa en el lector, cuando no una sonora carcajada.

En definitiva, La mujer de papel es una lectura absolutamente recomendable para todo bibliófilo militante y para todos aquellos lectores que sepan apreciar, en la riqueza del lenguaje y en la sutileza de un estilo depurado, la esencia que hace posible que un libro se torne atemporal y universal y, sin duda, la última obra de Alameddine consigue, con éxito, ambas cosas.


19 de diciembre de 2012

Libretas literarias, un regalo perfecto para esta Navidad


Se acaba el año, llega la Navidad y, en unos pocos días – incluso en unas pocas horas- debemos dar con el regalo perfecto para nuestros seres más queridos. Bibliófilas militantes, somos de la opinión de que nada hay mejor que recibir un libro como presente navideño. Conscientes, sin embargo, de que la elección del título puede conllevar no pocas cavilaciones – y algún que otro dolor de cabeza-, este año sugerimos un regalo que se nos antoja sumamente original: las libretas literarias.

En la era de los netbooks, airbooks o iPads bien pudiera pensarse que las libretas tienen sus días contados. La original iniciativa de algunas importantes editoriales, sin embargo, apunta a todo lo contrario. Sin más dilación, les dejamos con nuestra particular selección de libretas literarias.


12 de diciembre de 2012

El mágico universo de Danny Elfman





Llega la Navidad y con ella el aluvión de anuncios televisivos que presentan, de forma más o menos original, mil y un productos para regalar. Entre ellos, destaca este año el de la Lotería, que ha utilizado una de las más bellas partituras de Danny Elfman y que, en esta entrada, nos sirve como excusa para hablar de uno de los más prolíficos y conocidos compositores cinematográficos de los últimos tiempos.




Nacido en Los Ángeles en 1953, Elfman empezó a forjarse como músico de forma totalmente autodidacta cuando, tras dejar el instituto y siguiendo los pasos de su hermano Richard, se trasladó a Francia, donde, sin apoyo académico, aprendió a tocar el violín. Poco después empezaría su periplo por el continente africano, un largo viaje que le permitiría conocer diversos países y diferentes estilos musicales que, sin duda, han dejado su influjo en su obra posterior.

Ya de regreso a Estados Unidos, después de haber contraído la malaria, Elfman pasó a liderar, en 1976 y hasta 1995, el grupo musical The Mystic Knights of the Oingo Boingo – más tarde conocido simplemente como Oingo Boingo –, que compondría la banda sonora del debut cinematográfico de Richard Elfman – The forbidden zone – y atraería la atención del entonces virtuoso dibujante y cineasta en ciernes, el gran Tim Burton.

Danny Elfman compuso, de hecho, la banda sonora de La gran aventura de Pee-wee, el primer largometraje filmado por Burton. Se iniciaba así una larga y fructífera relación entre dos genios cinematográficos, creadores de todo un universo mágico, grandioso y, en ocasiones, un tanto oscuro.

La gran amistad que une a ambos maestros – y que ha sobrevivido al enfado que los separó durante más de un año e impidió que Elfman colaborase en la banda sonora de Ed Wood – no ha impedido al compositor estadounidense participar en otros muchos films ajenos al autor de Eduardo Manostijeras. De hecho, más de un medio ha bautizado a Elfman como el compositor de los superhéroes, pues, además de las dos entregas de Batman filmadas por Burton, también se ha hecho cargo de las bandas sonoras de films como Spiderman o Hulk.

Elfman, además, también ha trabajado para la televisión – es el creador del tema principal de Los Simpson y del de Mujeres Desesperadas-; los videojuegos – a él se deben las partituras de, entre otros, Lego Batman y Wanted -; e, incluso, para las artes escénicas – es el compositor de Iris, uno de los shows de Le Cirque du Soleil.




Por si todo ello no fuera suficiente, Elfman también se ha valido de su voz para dar vida a Jack Skellington, y a otros dos personajes, en Pesadilla antes de Navidad y a Bonejangles en la Novia Cadáver, además de cantar las cinco canciones de Charlie y la fábrica de chocolate.

Reconocido por la industria, aunque no lo suficiente – ha sido nominado en cuatro ocasiones a los premios Oscar y ha ganado, entre otros galardones, un Emmy por Mujeres desesperadas y un Grammy por Batman-, Elfman reconoce entre sus más inmediatas influencias a Bernard Hermann y Nino Rota. No es difícil, sin embargo, hallar en sus partituras ecos de autores más clásicos - como Ígor Stravinsky, Piotr Ilich Tchaikovsky, Maurice Ravel o Béla Bartok-  e, incluso, de ritmos africanos.

Indudablemente, no hay mejor manera de descubrir la obra de Elfman, y sus influencias, que escuchando algunas de sus composiciones. Por ello, no podemos dejar de incluir en esta entrada, además de la banda sonora de Eduardo Manostijeras utilizada por el anuncio de la Lotería, otras dos joyas de Elfman: Alicia en el país de las Maravillas Batman. ¡Que lo disfruten!







5 de diciembre de 2012

Kurt Wenner. Virtuoso artista callejero



Dies Irae
 © Kurt Wenner

Artista de talento portentoso y precoz, el norteamericano Kurt Wenner es internacionalmente conocido por sus efímeras e hiperrealistas pinturas, que han decorado las calles y plazas de numerosas ciudades en todo el mundo.

Formado en la Rhode Island School of Design and Art Center College of Design, Wenner empezó a ganarse la vida como artista gráfico con tan sólo 17 años, pasando a engrosar, tiempo después, las filas de la NASA, donde desempeñaría la labor de ilustrador de proyectos espaciales.

Wenner abandonaría, sin embargo, aquel trabajo para, impelido por su pasión por el Renacimiento, trasladarse a Roma, donde, tras años de estudios, se haría con la técnica, elegante y perfeccionista, que ha hecho de él un virtuoso en su especialidad artística.

Fue precisamente en la Ciudad Eterna donde Wenner, con el fin de financiarse su formación, plasmaría su talento, con tizas de diversos colores, en los suelos de numerosas calles y plazas, lo que prácticamente de inmediato atrajo la atención de diversos medios – como la celebérrima National Geographic – e hizo que empezaran a lloverle numerosos galardones.

No cabe duda de que en el éxito de Wenner ha pesado tanto la temática de sus obras – fuertemente deudoras de la tradición más clásica - como su realismo extremo, resultado de una técnica que, forjada con años de estudios y trabajo y combinada con avanzadas habilidades matemáticas y el uso de las perspectivas anamórficas, ha propiciado la invención del llamado 3D del arte callejero.

No obstante, el valor de las obras de Wenner no radica por completo en su contemplación sino también en su ejecución, un proceso que, dependiendo del terreno y las condiciones climatológicas, suele llevar tan sólo siete días de trabajo.

Para los que no hayan tenido la oportunidad de observar en directo el trabajo de Wenner siempre les queda el recurso de acudir a su cuidada y deliciosa página web, un espacio donde, además de poder contemplar las fotografías de ese prolijo trabajo callejero, también es posible observar las obras de Wenner como retratista, pintor al óleo y arquitecto – diseñando tanto interiores como planos arquitectónicos de suntuosas mansiones-, visionar algunos vídeos de sus más interesantes obras, admirar su trabajo para esas firmas que desde hace años le contratan para sus campañas publicitarias o sumergirse en la lectura de un interesante artículo sobre el arte callejero, disciplina de la que Wenner se ha constituido como todo un precursor, al haber inspirado a otros artistas y alentado la creación de diversos festivales.


Finalmente, destacar que Wenner ha compaginado su labor creativa con la de docente universitario y ponente en diversos talleres y seminarios. Ello obedece, sin duda, a su férrea defensa de la enseñanza artística - especialmente la que propició uno de los más importantes períodos culturales y artísticos de Occidente - y a su convencimiento de que se ha perdido toda aquella tradición técnica que hizo posible que, en su opinión, las habilidades de los maestros de antaño superen con creces la pericia de los actuales. Sea como fuere, con su talento polifacético, Wenner ha demostrado hallarse no muy lejos de aquellos maestros renacentistas que tanta impronta han dejado en su obra y que, con su trabajo multidisciplinar, ejemplificaron lo que significa ser artista en toda la amplitud del término.

28 de noviembre de 2012

Crónicas birmanas. Visitando Myanmar de la mano de Guy Delisle





La reciente visita a Myanmar de Barack Obama – la primera que realiza un presidente estadounidense al país asiático que algunos estados todavía conocen como Birmania – ha devuelto a la actualidad la atención, casi siempre escasa, que los medios occidentales prestan a una de las más empobrecidas naciones asiáticas, sometida, desde 1962 y hasta hace relativamente poco, al yugo de una opresora junta militar.

En pleno proceso de transformación, tras diluirse el pasado año el gobierno militar, Myanmar es conocido en Occidente como uno de esos países donde más se atropellan los derechos humanos y en los que peor tratamiento se dispensa a los opositores al régimen, entre los que destaca la Premio Nobel por la Paz en 1991, Aung San Suu Kyi, prisionera en su propia casa durante años y liberada, finalmente, en noviembre de 2010. Poco antes, en 2007, miles de monjes budistas, cansados de los abusos del gobierno militar, salieron pacíficamente a las calles para reclamar un cambio político y la liberación de los disidentes al régimen. La marea de hábitos de color naranja, que entonces inundó las principales ciudades del país, hizo que los medios bautizaran a esta protesta, auténtico ejemplo de resistencia pasiva, como la Revolución azafrán.

El dibujante canadiense Guy Delisle no fue testimonio de aquella revolución ni tampoco de la liberación de Aung San Suu Kyi; sin embargo, su estancia de un año en Myanmar – acompañando a su esposa, miembro de Médicos Sin Fronteras – dio como resultado la realización de Crónicas Birmanas, una magnífica obra gráfica que transporta al lector a los momentos previos al cambio de rumbo político acaecido recientemente en el fascinante país asiático.

Precediendo a Crónicas de JerusalénCrónicas birmanas fue, tras Shenzhen y Pyonyang, la tercera obra que Delisle dedicaba a sus experiencias en países remotos y, como hiciera antaño, también en esta ocasión se valió de su estilo sencillo y desprovisto de artificios para, a través de múltiples anécdotas, relatar su estancia en Rangún y su visita a otros muchos lugares de la geografía birmana.

Gracias a esos viajes, el lector de Crónicas birmanas podrá acercarse a esa Myanmar que no aparece en las guías de viaje, la Myanmar con zonas sin el menor servicio sanitario y donde la malaria es la principal causa de mortandad, razón que mueve a algunas organizaciones, como Médicos Sin Fronteras, a tratar de aliviar tan penosa situación, aunque ello, como testimonia el propio Delisle, suponga lidiar con un sistema burocrático demencial.

No obstante, y a pesar del relato de las numerosas vicisitudes a las que hacen frente diariamente los ciudadanos birmanos – chocante pobreza, cortes de electricidad continuos, derechos mermados y un largo etcétera – el dibujante canadiense consigue, gracias a su fino humor, momentos auténticamente hilarantes, como los pasajes donde se describen los estragos causados por el calor insoportable o la chapucería de una censura que controla todos los medios y tiñe con color plateado todo aquello que considera pernicioso.

Delisle, además, vuelve a articular toda su obra en torno a unas viñetas que, realizadas con sumo mimo y profusión de detalles, están protagonizadas por unos personajes sumamente expresivos, a pesar de su trazo simple; personajes que, lejos de protagonizar un relato de anécdotas deslavazado, dan un ritmo narrativo vigoroso a una obra que capta la atención del lector desde las primeras páginas.


21 de noviembre de 2012

Con el agua al cuello. Crónica de una realidad escalofriante




Verano de 2010. Grecia, al borde de la bancarrota, está sumida en la peor crisis económica y social de su larga historia. El clamor popular hace meses que ha tomado las calles y, en medio del caos y la incertidumbre, provocados por la política de austeridad impuesta desde Bruselas, se produce un asesinato que removerá, más si cabe, las aguas movedizas sobre las que ahora se asienta el país heleno.

El ex director del Banco Central de Atenas muere decapitado en su mansión de lujo. Al día siguiente la capital griega se ve inundada por numerosos carteles que incitan a los ciudadanos a no pagar las deudas contraídas con las entidades financieras. Es tan sólo el inicio de una escalada de crímenes perpetrada por una suerte de justiciero social, un asesino que elige a sus víctimas entre los altos cargos bancarios y los profesionales de las finanzas.

Esta es la interesante trama tejida por Markaris en la séptima novela protagonizada por su singular protagonista, el inspector de policía Kostas Jaritos. Sin embargo, como ya pasara con Muerte en Estambul, es el contexto histórico, social y, en este caso, económico lo que da verdadero aliento a una obra que se constituye como un vivaz retrato de la sociedad griega actual.

Un retrato que recuerda de forma alarmante realidades muy cercanas y conocidas, como la merma en derechos sociales largamente conseguidos y afianzados, los recortes salariales de los funcionarios, los suicidios provocados por endeudamientos y bancarrotas, la pérdida de la vivienda, la indignación ante los recortes – que se constata a través de numerosas protestas en la calle- o la difícil situación de unos jóvenes sin futuro, jóvenes como Fanis - médico en activo que ve reducirse su sueldo a la condición de irrisorio- y su esposa Katarina - una doctorada en busca de empleo y con pocas perspectivas de encontrar uno acorde con su titulación académica.

Por otra parte, y si bien es cierto que Markaris inicia su obra con una demoledora cita de Bertolt Brecht -¿Qué es el atraco a un banco comparado con la creación de un banco?-, lo cierto es que, en su explicación sobre los motivos que han llevado a Grecia a la situación en la que se encuentra actualmente, el escritor y guionista griego huye de posicionamientos maniqueos y, en consecuencia y afortunadamente, de manidísimos clichés.

Bien pudiera ser que para el lector voraz de novela negra – especialmente la procedente de los fríos países del norte de Europa – Con el agua al cuello resulte una obra poco interesante - de hecho, para el lector aficionado al género negro no resulta demasiado complicado dilucidar, prácticamente desde el inicio del libro, la identidad del ejecutor de tan violentos crímenes ; sin embargo, sería una pena dejar pasar la oportunidad de leer una novela que nos acerca a una realidad tan cercana y que está narrada en un estilo no magistral, pero sí exento de pedanterías y, por supuesto, de dogmatismos, lo que siempre se agradece en aquellos relatos que el tiempo muy probablemente acaba convirtiendo en fuentes de aproximación histórica.

Finalmente, destacar que si bien Con el agua al cuello no deja de ser una historia de misterio enmarcada en un contexto social y económico escalofriante, su lectura induce a más de una reflexión, especialmente sobre el sinsentido histórico que supondría excluir de la Unión Europea al país que es cuna de nuestra civilización.


14 de noviembre de 2012

Dorothea Lange. Testimonio gráfico de toda una época



Migrant Mother, 1936 by Dorothea Lange

Como ya hiciera John Steinbeck mediante su prodigiosa pluma, Dorothea Lange utilizó la fotografía como medio para documentar los estragos causados por la llamada Gran Depresión, convirtiéndose, como el genial escritor, en una excepcional cronista de ese período histórico.

Considerada como una de las mejores documentalistas gráficas de su país, Lange nacía en Hoboken (Nueva Jersey) un 25 de mayo de 1895. Unas secuelas permanentes en su pierna derecha – consecuencia de una poliomielitis contraída a los seis años – y el ulterior abandono de su padre – de cuyo apellido, Nutzhorn, prescindió para siempre –incidieron, sin duda, en la forma de ser de una mujer adelantada a su tiempo, que, desoyendo a quienes le recomendaban una carrera como maestra, optó por inscribirse en 1917 en la escuela fotográfica Clarence White.

Tan sólo dos años después, en 1919, Dorothea Lange abriría en San Francisco el que habría de convertirse en un rentable estudio fotográfico y se casaría con el pintor Maynard Dixon. Sin embargo, con la irrupción de una de las peores crisis económicas que ha sufrido Estados Unidos, Lange optó por dejar su estudio y retratar los muchos rostros, de desempleados y vagabundos, que empezaron a llenar las calles de su ciudad.

Su labor atrajo la atención de la Farm Security Administration, una institución federal que, enmarcada en la política del New Deal, tenía como máximo cometido implementar modelos de campamentos agrícolas que obraran como refugio para los numerosísimos desempleados que llegaban a California huyendo de la miseria.

Migrant Worker, 1936 by Dorothea Lange

Lange estuvo trabajando con la FSA durante cinco años y, en ese período, conoció a quien se convertiría en su segundo marido, Paul Schuster Taylor – profesor de Economía en la Universidad de California -, con quien publicaría A American Exodus. A Record of Human Erosion, un trabajo que documentaba el éxodo a California de miles de americanos – y también mexicanos-  en busca de mejores oportunidades.

A pesar de sufrir el llamado síndrome de la post poliomielitis, Dorothea Lange prácticamente nunca estuvo inactiva y, además de viajar incansablemente, a su savoir faire también se deben algunas de las mejores instantáneas de un episodio muy poco edificante de la historia norteamericana, el confinamiento en campos de concentración, durante la Segunda Guerra Mundial, de cientos de ciudadanos estadounidenses de origen japonés, considerados entonces como una suerte de quinta columna.

Evacuees of Japan Awaiting Turn for Baggage Inspection
 upon Arrival at Assembly Center During WW
II by Dorothea Lange

Poco antes de su fallecimiento en 1965, como consecuencia de un cáncer, Dorothea Lange había podido ver expuesta su obra en el MOMA, aunque su reconocimiento definitivo se ha consolidado con el paso del tiempo, especialmente a partir de una exposición que, llevada a cabo por el Whitney Museum en 1970, incluyó algunas de las más impactantes imágenes de aquellos campos de concentración norteamericanos.

Precursora de todo un estilo de crónica fotográfica, resulta innegable que Dorothea Lange fue una artista – aunque ella jamás se considerara como tal – de una sensibilidad especial e impregnada por una profunda conciencia social, como dan fe esas instantáneas, desprovistas de sensiblerías y artificios, que muestran los rostros del dolor ocasionado por las penurias económicas y las injusticias sociales. Penurias a las que hubo de hacer frente la protagonista de su obra más conocida - Migrant mother- , cuyo retrato confirmaría lo que Lange solía decir con respecto su principal herramienta de trabajo, la cámara es un instrumento que enseña a la gente cómo ver sin la cámara.


7 de noviembre de 2012

Birka. Tras las huellas vikingas



Fuente: Wikipedia; Autor: Holger.Ellgaard

Prodigio de la naturaleza, el extenso lago Mälaren – el tercero, en amplitud, de Suecia – alberga, en sus casi 1200 kilómetros cuadrados, numerosas e idílicas islas que, por su proximidad con Estocolmo, atraen cada año, especialmente en el período estival, a numerosos visitantes, tanto nacionales como extranjeros.

Entre todas esas islas - que en los momentos más álgidos del estío doblan, e incluso triplican, su población - se halla Björko, lugar donde, en el siglo VIII, se fundó la que se considera como la ciudad más antigua de Suecia, Birka.

Importante centro de producción artesanal, Birka fue también un poderoso enclave comercial al que llegaron productos de lugares entonces tan lejanos y exóticos como China. Tan intensa actividad comercial vino acompañada, inevitablemente, de un aumento de su población, llegando a alcanzar los 1500 habitantes.

Fuente:  Greatarchaeology

Sin embargo, y tras dos siglos de intensa actividad, el esplendor de Birka empezó a declinar y otra localidad, Sigtuna, se hizo con el control comercial y de producción artesanal de la región. Hoy, once siglos más tarde, Birka se ha convertido en el mayor centro arqueológico de época vikinga, lo que la hizo merecedora, en 1993, de ser incluida en la lista de lugares que conforman el Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

Mucho antes, en 1931, ya se habían iniciado los trabajos de conservación del antiguo enclave comercial, lo que, sin duda, a lo largo de los años, ha atraído a numerosos estudiosos de ese período histórico e, igualmente, a muchos de los turistas que viajan a Estocolmo, pues de la capital sueca parte cada día, durante los meses de verano, un barco con destino a Björko, una isla que, además de albergar a Birka, es un auténtico ejemplo del ensoñador paisaje sueco y del empeño de los habitantes de aquel país escandinavo por preservar su entorno natural – manteniéndolo impoluto – y por recuperar, salvaguardar y reivindicar su pasado histórico.

De hecho, Birka ofrece al visitante la posibilidad de trasladarse a una época remota gracias a la cuidadísima reconstrucción de un poblado vikingo y a la presencia de un original museo donde se exponen parte de las piezas halladas en las excavaciones que tienen lugar en la isla - y recuperadas, en buena parte, de las aguas del Mälaren -, numerosas reproducciones de objetos cotidianos de época vikinga y una interesante maqueta de Birka en el momento de su máximo esplendor.

Además, en Birka aún pueden apreciarse los vestigios de las gruesas murallas que se erigieron como fuerte defensivo, las más modernas röd stuga – diseminadas por toda la isla y algunas de ellas habitadas permanentemente – y, sobre todo, las magníficas vistas que se ofrecen desde la colina donde se erigiera la cruz en honor a Ansgar, el monje benedictino de origen alemán que hizo posible que Birka fuera la primera congregación cristiana del país.

Si bien es cierto que ni el precio de la entrada al museo de Birka ni el del pasaje del barco que lleva a la isla de Björko  – guía ataviado de vikingo incluido – resultan todo lo asequibles que uno quisiera, vale la pena pasar un día en la isla y disfrutar de todos sus atractivos, además de deleitarse, tanto en el trayecto de ida como de vuelta en barco, de las preciosas vistas ofrecidas por el lago Mälaren.


31 de octubre de 2012

Veinticinco años con los Cines Verdi




Esta pasada semana celebraban su veinticinco aniversario los emblemáticos Cines Verdi de Barcelona. Lejano queda ya, transcurridos esos cinco lustros, aquel 23 de octubre de 1987, fecha en la que se inauguraron las primeras tres salas del hoy considerado cine de referencia para cualquier barcelonés amante del Séptimo Arte, servido siempre en versión original subtitulada.

El prestigio cosechado por los Cines Verdi a lo largo de sus más de dos décadas de existencia se ha visto, sin duda, reflejado en la proliferación de sus salas. Así, poco después de su apertura, en 1992 – año especialmente importante para la Ciudad Condal – se anexionó el espacio que hasta entonces ocupaba una discoteca adyacente, lo que hizo posible la creación de las salas 4 y 5. Apenas tres años después, en 1995, nacían los Cines Verdi Park – un complejo de cuatro salas ubicado, muy próximo, en una calle paralela – y, ya iniciado el nuevo milenio, en 2002, los Verdi aterrizaban en Madrid.

A lo largo de todos estos años, la programación de este cine no sólo ha conseguido crear un público fiel, sino que ha sido merecedora de numerosos y prestigiosos premios, como el Sant Jordi, por citar sólo un ejemplo.

Sin embargo, ¿se puede entender la historia de los Cines Verdi de no haber mediado la firme voluntad de un empresario visionario como Enric Pérez? Obviamente, no.

Hace unos años, en un excelente trabajo de investigación firmado por Lluís Bonet y Francesc Almacelles [1] - una lectura imprescindible para todo gestor cultural – se estudiaba la gran labor como agitador cultural de Enric Pérez, un antiguo trabajador de la Filmoteca de Catalunya y cinéfilo empedernido, que adquirió un cine de barrio en uno de los peores momentos, cuando la oferta cinematográfica de la capital catalana estaba controlada por dos empresas – Balañá y Cinesa – y los pequeños cines habían empezado a echar el cierre – como consecuencia principal, aunque no única, de la irrupción de los canales privados de televisión y su competitiva programación, entonces trufada de numerosas emisiones cinematográficas.

Lejos de amedrentarse con tan desoladora situación, Pérez optó por programar films en versión original subtitulada – en un principio entre semana y posteriormente, y tras un inusitado éxito con la proyección de una obra de Stanley Kubrick, también los fines de semana -, atrayendo así a un importante sector del público aficionado al Séptimo Arte.

Si bien es cierto que desde hace unos años operan en Barcelona otras salas de versión original con programación de calidad, los Verdi – a pesar de algún más que cuestionable título comercial – han conseguido mantener a esos espectadores afines a la versión original y a los films de culto y procedentes de países con cinematografías poco conocidas para el gran público.

Por otra parte, no deja de ser meritorio que, dada la crisis del cine en versión original que padece Barcelona, los Verdi se mantengan como un auténtico referente. Por ello, las autoras de este blog, fieles desde hace numerosísimos años a la programación de este cine, no podemos dejar de felicitar muy calurosamente a quienes hacen posible no solamente una programación de calidad, sino también un espacio de encuentro único.


[1]BONET, Lluís; ALMACELLES, Francesc. "La recuperación de la versión original: el caso de los cines Verdi". En: Gestión de proyectos culturales : análisis de casos. Barcelona : Ariel, 2009.


24 de octubre de 2012

La isla de los olvidados. Otra interesante muestra de cine nórdico





Situada a una hora escasa de Oslo, la Isla de Bastøy, da hoy cobijo a una de esas prisiones noruegas que tanta controversia han suscitado en los medios de comunicación – especialmente a raíz del caso Breivik – por las condiciones dispensadas a asesinos y delincuentes. Lejos queda la dura vida – marcada por una austeridad llevada al extremo y por innumerables abusos psíquicos y físicos – a la que hubieron de hacer frente los jóvenes internados en el correccional, que, emplazado en el mismo lugar, estuvo activo desde 1900 hasta 1953.

Basada en hechos reales, Kongen av Bastøy (El rey de Bastøy) – título original de La isla de los olvidados – se centra en los momentos que antecedieron la rebelión protagonizada por unos jóvenes internos en la primavera del ya lejano 1915.


La temática de La isla de los olvidados, inscrita dentro del género carcelario, bien pudiera provocar una sensación de déjà vu entre los espectadores que hayan tenido ocasión de visionar su video promocional. Sin embargo, y aunque la cinta no esté por completo desprovista de algunos de los elementos más arquetípicos de este género – cierto maniqueísmo y un final previsible –, el noruego Marius Holst ha conseguido un film inquietante, repleto de momentos angustiosos – que no lacrimógenos – y sumamente sutil en la descripción de los hechos que trastocaron momentáneamente la gestión del correccional.

En ese resultado han influido, sin duda, un sólido guión – en el que se ha privilegiado la construcción de unos personajes con hondura psicológica y se ha obviado el fácil recurso de la violencia gratuita – y un reparto más que solvente, encabezado por el siempre efectivo Stellan Skasgard y un grupo de intérpretes muy jóvenes pero notables, aunque algunos de ellos no sean profesionales, ya que Holst quiso contar, desde el inicio, con ex internos de centros de menores.

Esas interpretaciones – sabiamente dirigidas hacia la contención y no a la siempre accesoria sobreactuación de la que se hace gala en otros filmes con un trasfondo tan duro como éste -, son secundadas por un tercer protagonista, el frío inclemente, ya que Holst trocó la primavera, momento en el que ocurrieron los hechos, por el gélido invierno noruego, lo que redunda, más si cabe, en la desazón que siente el espectador ante los hechos descritos.

Los atributos de La isla de los olvidados no se reducen, sin embargo, a esos acertados intérpretes y guión, ya que el film noruego - coproducido con Suecia, Francia y Polonia – cuenta también con una excelente fotografía, una muy interesante banda sonora y un montaje más que bien articulado, aunque poco arriesgado. Además, y si bien se echa en falta una explicación final sobre lo acontecido tras la rebelión protagonizada por los jóvenes reclusos y sobre más de una escena en la que se bordean más de lo necesario los consabidos arquetipos carcelarios, la mejor baza del film de Holst radica en las preguntas y reflexiones varias que su visionado plantea – la necesidad de la unión frente a la opresión, el sinsentido de una disciplina llevada al extremo o el peligro de que el poder se concentre en unas pocas manos – muy significativo es en ese sentido el título original del film, El rey de Bastøy.

La isla de los olvidados es, sin duda y en definitiva, una muestra más del casi siempre interesante cine nórdico, ése que nos llega en cuentagotas por estos lares pero que, generalmente, siempre deja un grato sabor de boca.


17 de octubre de 2012

Las horas distantes. Ms Morton acierta de nuevo



Sin duda, a quien ya haya saboreado la exquisita prosa de Kate Morton – La casa de Riverton y El jardín olvidado – pocas páginas bastan para constatar que la escritora australiana ha vuelto a repetir el esquema que tantas buenas críticas y réditos le ha reportado – intrincadas historias a caballo entre dos épocas y ambientadas principalmente en Inglaterra – para urdir la trama de la envolvente y romántica Las horas distantes, su última obra publicada.



La repetición de tan aclamado esquema no debiera inducir a pensar, sin embargo, que nos hallamos ante la repetición de una misma historia. Nada más lejos de la realidad, pues, si bien Las horas lejanas vuelve a entrelazar presente y pasado con suma pericia, su narración es una historia completamente original, articulada en torno a una obra, La verdadera historia del hombre de barro, escrita por un laureado escritor victoriano llamado Raymond Blythe y que no es más que otra de las criaturas surgidas de la portentosa imaginación de Kate Morton.

Precisamente, uno de los mayores logros de la escritora australiana en esta tercera obra es la inclusión de párrafos de ese libro ficticio, una historia que Kate Morton, buena conocedora de la literatura anglosajona, sabe presentar como si de una obra original victoriana se tratase.

Mención aparte merecen el magistral retrato de personajes - provistos todos ellos de un remarcable calado psicológico - a excepción de Eddie, una de las principales protagonistas, cuya descripción, en algunos momentos, bordea peligrosamente manidos clichés- y el encaje sin fisuras, y con una magnífica ambientación, de los constantes saltos en el tiempo y las múltiples tramas que va descubriendo el lector a medida que progresa en su lectura.

Por otra parte, y como en sus antecesoras, también en Las horas distantes se aprecian claras influencias de autores victorianos, como Charles Dickens o las hermanas Brönte, especialmente Charlotte Brönte y su inmortal Jane Eyre.

Sin embargo, en la descripción del castillo de Milderhurst – auténtico protagonista de Las horas distantes –  no es difícil hallar ecos de una obra fuertemente influenciada por Jane Eyre, la Rebecca de Daphne du Maurier, cuya lograda historia, de culpa y obsesión, ya llamara la atención del gran mago del suspense, Alfred Hitchcock, quien la llevó al cine en uno de sus films más inquietantes.

Tampoco es difícil emparentar la elegante, exquisita y sumamente descriptiva prosa de Kate Morton con la de un escritor de la talla de Henry James, autor, por cierto, con el que la escritora australiana parece compartir un amor profundo hacia la vieja Inglaterra.

En definitiva, bien se podría afirmar que el resultado de tan numerosos aciertos desemboca en un inesperado final que, cual puzle de perfecto encaje, no deja ni un solo cabo suelto, aunque Morton haya pecado, especialmente al final de su obra, por un exceso de pistas falsas que ralentizan y prolongan innecesariamente la resolución final de su historia.

Sería osado decir que ese exceso menoscaba el logrado resultado, dejémoslo en pequeña mácula, que apenas si merma una historia que se presta a la lectura pausada - saboreando una deliciosa taza de té, como hacen constantemente sus protagonistas- y que demuestra que no siempre éxito y calidad van reñidos.


10 de octubre de 2012

Habibi. Pura poesía




Fue máxima la expectación que se creó entre los asistentes a la última edición de Ficomic cuando se anunció la asistencia del norteamericano Craig Thompson, uno de los máximos exponentes de la novela gráfica reciente desde que su anterior obra, Blankets, fuera notablemente alabada, de forma casi unánime, por crítica y público.

No obstante y a pesar del éxito de aquella obra – publicada en 2003 – y de la edición de un trabajo considerado menor por el propio Thompson – Cuaderno de viaje, publicado en 2004 -, siete son los años que han tenido que esperar los ya muy numerosos seguidores de la obra del autor norteamericano para degustar su más reciente trabajo, Habibi.

La razón de tan prolongada espera halla su respuesta en la voluntad de Thompson por preparar una obra para la que ha necesitado no poca documentación y entregarse a una cuidadosísima elaboración, ciertamente artesanal, como dan testimonio las casi 700 páginas que han encandilado por igual a público y crítica, haciendo de Thompson uno de los nombres más destacados del Noveno Arte y un autor, sin duda, a seguir.

Tal éxito es fácilmente comprensible, puesto que la preciosa y absorbente historia de Habibi no sólo está magníficamente construida, sino que ofrece numerosos atractivos; y entre ellos cabe citar la trama principal – una inusual y bella historia, narrada con constantes y logrados flashbacks y protagonizada por dos niños, dos supervivientes que escapan de la esclavitud infantil y se refugian en un barco abandonado en medio del desierto-, y sus numerosas subtramas, servidas con una exquisita carga emotiva pero sin un ápice del influjo folletinesco del que hacen gala algunos relatos que versan sobre las peripecias de personajes olvidados y desvalidos.

Habibi, además, está impregnada de un fuerte contenido simbólico gracias a esas historias que discurren paralelas a la historia principal  y que devienen, con sus cuidadas viñetas repletas de arabescos y de la siempre bella caligrafía árabe, una cuidada y respetuosa aproximación a los textos coránicos.

Inevitablemente y sin que ello vaya en su menoscabo, Habibi no puede evitar ser deudora de una obra tan universal como Las mil y una noches – en su faceta de narradora, uno de sus principales personajes, Dodola, recuerda poderosamente a Scheherezade -, toda vez que sus desgraciados protagonistas rezuman claras reminiscencias dickesianas.

No obstante, y si bien Thompson consigue crear una perfecta simbiosis entre texto e imágenes, hay que hacer hincapié en el virtuosismo como dibujante del autor norteamericano, que ha conseguido que todas y cada una de sus viñetas sean pequeñas piezas de arte, enmarcadas en un espacio temporal por momentos indeterminado y protagonizadas por personajes que, en blanco y negro y elaborados con un realismo extremo, se mueven por lugares retratados con suma profusión de detalles.

En suma, Habibi es una obra que se puede leer de un tirón pero que impele al lector que se sumerge en sus páginas a demorarse, a deleitarse con su magnífica composición de imágenes y la narración de sus historias,  que, bellas, oníricas, simbólicas, rezuman pura poesía e incitan a pensar que nos hallamos ante aquellas obras, joyas en su género, que el tiempo no hará más revalorizar.

3 de octubre de 2012

El magnífico fondo artístico del Palazzo Altemps



Autor: Lalupa. Fuente: Wikipedia

Si bien es cierto que una visita a la vieja capital italiana depara no pocas alegrías y sorpresas para el viajero ávido de arte, cultura e historia, es casi quimera inalcanzable intentar visitar, en un corto período de tiempo, los muchos museos, palazzos, ruinas arqueológicas o sinuosas calles cargadas de recuerdos que han hecho de la Ciudad Eterna una de las urbes con más turistas por metro cuadrado en cualquier época del año.

El viajero que visite la bella Roma por primera vez no debiera, no obstante, prescindir de una incursión en el magnífico Palazzo Altemps, una de las actuales sedes del Museo Nazionale Romano.

Edificado en el siglo XV en un lugar muy próximo a la emblemática Piazza Navona, el hoy magnífico museo fue adquirido por el estado italiano en 1982 y, tras una larga y rigurosísima restauración, abrió sus puertas en el año 1997.

Tan largo período cerrado al público resulta justificable si atendemos al hecho de que las labores de restauración debieron ser prácticamente titánicas debido al increíble fondo artístico que alberga el Palazzo Altemps en sus múltiples dependencias – imponentes esculturas griegas y romanas, una más que interesante colección de retratos y frescos o las numerosas muestras de arte egipcio provenientes de diversas excavaciones practicadas en la ciudad.

Ese fondo es fruto del afán coleccionista de varias familias de la nobleza romana durante los siglos XVI y XVII, destacando la labor del cardenal Ludovico Ludovisi, artífice de la llamada Colección Boncompagni Ludovisi, una impresionante muestra de esculturas griegas y romanas cuya restauración se debe a notables artistas barrocos – como Bernini o Algardi - , quienes, haciendo alarde de su excelso buen hacer, repararon las obras de tal forma que hoy es sumamente difícil distinguir las piezas originales de las restauradas.

Sin embargo, y aunque la colección Boncompagni Ludovisi ocupe buena parte del Palazzo Altemps y reúna las obras que, posiblemente, más interés despierten entre los visitantes – baste citar el imponente sarcófago de Ludovisi, la bellísima escultura que representa el  Suicidio del Gálata, la colosal cabeza de la diosa Juno o el trono Ludovisi, escultura griega del siglo V a.C  -, el Palazzo Altemps cuenta, asimismo, con otras impresionantes colecciones, como la que da nombre al museo – un magnífico fondo artístico que se halla repartido por diferentes museos del mundo, como el Louvre -, o las atesoradas por familias de abolengo como Del Cargo Albani, Cesi u Orsini.

Sería injusto, no obstante, olvidar que el palazzo, más allá de su prodigioso contenido, es en sí mismo una joya, como dan muestra sus espaciosas estancias– buena parte de las cuales son abovedadas y lucen frescos tanto en paredes como en techos -, su precioso patio interior – decorado con numerosas estatuas -, su antiguo teatro – hoy escenario de exposiciones temporales-, o su capilla privada- donde se hallan los restos del papa San Aniceto.

El Palazzo Altemps es, en definitiva, uno de los mejores ejemplos de escultura renacentista, un conjunto arquitectónico absolutamente evocador, especialmente con el declinar de la tarde, cuando sus ricas estancias quedan a media luz y se apodera del visitante la poderosa sensación de haber retrocedido en el tiempo y de hallarse inmerso en un marco de belleza incomparable.


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