Verano de 2010. Grecia, al borde de la bancarrota, está sumida en la peor crisis económica y social de su larga historia. El clamor popular hace meses que ha tomado las calles y, en medio del caos y la incertidumbre, provocados por la política de austeridad impuesta desde Bruselas, se produce un asesinato que removerá, más si cabe, las aguas movedizas sobre las que ahora se asienta el país heleno.
El ex director del Banco Central de Atenas muere decapitado en su mansión de lujo. Al día siguiente la capital griega se ve inundada por numerosos carteles que incitan a los ciudadanos a no pagar las deudas contraídas con las entidades financieras. Es tan sólo el inicio de una escalada de crímenes perpetrada por una suerte de justiciero social, un asesino que elige a sus víctimas entre los altos cargos bancarios y los profesionales de las finanzas.
Esta es la interesante trama tejida por Markaris en la séptima novela protagonizada por su singular protagonista, el inspector de policía Kostas Jaritos. Sin embargo, como ya pasara con Muerte en Estambul, es el contexto histórico, social y, en este caso, económico lo que da verdadero aliento a una obra que se constituye como un vivaz retrato de la sociedad griega actual.
Un retrato que recuerda de forma alarmante realidades muy cercanas y conocidas, como la merma en derechos sociales largamente conseguidos y afianzados, los recortes salariales de los funcionarios, los suicidios provocados por endeudamientos y bancarrotas, la pérdida de la vivienda, la indignación ante los recortes – que se constata a través de numerosas protestas en la calle- o la difícil situación de unos jóvenes sin futuro, jóvenes como Fanis - médico en activo que ve reducirse su sueldo a la condición de irrisorio- y su esposa Katarina - una doctorada en busca de empleo y con pocas perspectivas de encontrar uno acorde con su titulación académica.
Por otra parte, y si bien es cierto que Markaris inicia su obra con una demoledora cita de Bertolt Brecht -¿Qué es el atraco a un banco comparado con la creación de un banco?-, lo cierto es que, en su explicación sobre los motivos que han llevado a Grecia a la situación en la que se encuentra actualmente, el escritor y guionista griego huye de posicionamientos maniqueos y, en consecuencia y afortunadamente, de manidísimos clichés.
Bien pudiera ser que para el lector voraz de novela negra – especialmente la procedente de los fríos países del norte de Europa – Con el agua al cuello resulte una obra poco interesante - de hecho, para el lector aficionado al género negro no resulta demasiado complicado dilucidar, prácticamente desde el inicio del libro, la identidad del ejecutor de tan violentos crímenes ; sin embargo, sería una pena dejar pasar la oportunidad de leer una novela que nos acerca a una realidad tan cercana y que está narrada en un estilo no magistral, pero sí exento de pedanterías y, por supuesto, de dogmatismos, lo que siempre se agradece en aquellos relatos que el tiempo muy probablemente acaba convirtiendo en fuentes de aproximación histórica.
Finalmente, destacar que si bien Con el agua al cuello no deja de ser una historia de misterio enmarcada en un contexto social y económico escalofriante, su lectura induce a más de una reflexión, especialmente sobre el sinsentido histórico que supondría excluir de la Unión Europea al país que es cuna de nuestra civilización.
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