26 de diciembre de 2012

La mujer de papel. Una exquisitez literaria





Asentado en Estados Unidos desde hace décadas, el libanés Rabih Alameddine transitó más de un campo profesional hasta que finalmente halló su auténtica vocación en la escritura. Desde entonces, en un ya lejano 1988, ha publicado varias novelas y relatos cortos, aunque su consagración definitiva como escritor se produjo hace tan sólo unos años, en 2008, cuando su bella novela El contador de historias enamoró, casi por igual, a crítica y lectores.

Este año se editaba en España La mujer de papel, una auténtica exquisitez literaria que más de un seguidor de Alameddine considera superior a su anterior obra y que, junto con la maravillosa Némesis de Philip Roth – y en humilde opinión de quien suscribe estas líneas-, es la mejor obra literaria de este 2012 que, en unos días, llega a su fin.

De hecho, y a tenor de los ríos de tinta que ha hecho correr la nueva obra de Alameddine, son muchos los lectores que se han quedado prendados, desde las primeras páginas, con la historia narrada por Aaliya, una septuagenaria oriunda de Beirut que decide vivir por y para los libros, protagonizando así una imperecedera historia de amor que se inicia cuando, siendo todavía muy joven, es abandonada por su marido, un hombre al que no ama pero con el que se ha casado a instancias de su familia. Sola y abandonada a su suerte en un apartamento codiciado en demasía por sus hermanastros - todos ellos casados y con una numerosa y creciente prole -, Aaliya hallará en los libros a los maestros que, por su sexo y extracción social, le fueron negados durante su infancia, y a los amigos fieles que la habrán de acompañar durante toda su etapa adulta.

Uno de los mayores logros de Alameddine en La mujer de papel radica, sin duda, en la magnífica construcción del personaje de Aaliya - la devoradora de libros que, por voluntad propia, decide aislarse de la sociedad - y de unos secundarios de lujo - como las vecinas de Aaliya, su madre o su bondadosa amiga Hannah -, de cuyo recuerdo al lector le resulta sumamente difícil desprenderse días después de haber concluido su lectura.

Ese indudable virtuosismo de Alameddine como retratista humano se ve complementado por el elegante, depurado y rico estilo del que se vale para narrar el devenir vital de una protagonista que, a pesar de su autoimpuesto aislamiento, debe hacer frente a no pocos embates que habrán de permanecer indelebles en su memoria, como su condición de mujer divorciada, la ausencia de su única gran amiga, su difícil relación con su madre o su fuerte instinto de supervivencia durante la guerra civil que destruyó buena parte de la otrora bella Beirut.

Alameddime, por otra parte, sabe entretejer, sin ampulosidades ni pedanterías y con una maestría propia de los más dotados y afamados novelistas, los avatares de la vida de su septuagenaria protagonista con las numerosas citas literarias que ésta intercala en su exquisita narración; además, el escritor libanés consigue dotar a Aaliya con un fino, y a veces sarcástico, sentido del humor, que impregna toda la novela, arrancando más de una sonrisa en el lector, cuando no una sonora carcajada.

En definitiva, La mujer de papel es una lectura absolutamente recomendable para todo bibliófilo militante y para todos aquellos lectores que sepan apreciar, en la riqueza del lenguaje y en la sutileza de un estilo depurado, la esencia que hace posible que un libro se torne atemporal y universal y, sin duda, la última obra de Alameddine consigue, con éxito, ambas cosas.


19 de diciembre de 2012

Libretas literarias, un regalo perfecto para esta Navidad


Se acaba el año, llega la Navidad y, en unos pocos días – incluso en unas pocas horas- debemos dar con el regalo perfecto para nuestros seres más queridos. Bibliófilas militantes, somos de la opinión de que nada hay mejor que recibir un libro como presente navideño. Conscientes, sin embargo, de que la elección del título puede conllevar no pocas cavilaciones – y algún que otro dolor de cabeza-, este año sugerimos un regalo que se nos antoja sumamente original: las libretas literarias.

En la era de los netbooks, airbooks o iPads bien pudiera pensarse que las libretas tienen sus días contados. La original iniciativa de algunas importantes editoriales, sin embargo, apunta a todo lo contrario. Sin más dilación, les dejamos con nuestra particular selección de libretas literarias.


12 de diciembre de 2012

El mágico universo de Danny Elfman





Llega la Navidad y con ella el aluvión de anuncios televisivos que presentan, de forma más o menos original, mil y un productos para regalar. Entre ellos, destaca este año el de la Lotería, que ha utilizado una de las más bellas partituras de Danny Elfman y que, en esta entrada, nos sirve como excusa para hablar de uno de los más prolíficos y conocidos compositores cinematográficos de los últimos tiempos.




Nacido en Los Ángeles en 1953, Elfman empezó a forjarse como músico de forma totalmente autodidacta cuando, tras dejar el instituto y siguiendo los pasos de su hermano Richard, se trasladó a Francia, donde, sin apoyo académico, aprendió a tocar el violín. Poco después empezaría su periplo por el continente africano, un largo viaje que le permitiría conocer diversos países y diferentes estilos musicales que, sin duda, han dejado su influjo en su obra posterior.

Ya de regreso a Estados Unidos, después de haber contraído la malaria, Elfman pasó a liderar, en 1976 y hasta 1995, el grupo musical The Mystic Knights of the Oingo Boingo – más tarde conocido simplemente como Oingo Boingo –, que compondría la banda sonora del debut cinematográfico de Richard Elfman – The forbidden zone – y atraería la atención del entonces virtuoso dibujante y cineasta en ciernes, el gran Tim Burton.

Danny Elfman compuso, de hecho, la banda sonora de La gran aventura de Pee-wee, el primer largometraje filmado por Burton. Se iniciaba así una larga y fructífera relación entre dos genios cinematográficos, creadores de todo un universo mágico, grandioso y, en ocasiones, un tanto oscuro.

La gran amistad que une a ambos maestros – y que ha sobrevivido al enfado que los separó durante más de un año e impidió que Elfman colaborase en la banda sonora de Ed Wood – no ha impedido al compositor estadounidense participar en otros muchos films ajenos al autor de Eduardo Manostijeras. De hecho, más de un medio ha bautizado a Elfman como el compositor de los superhéroes, pues, además de las dos entregas de Batman filmadas por Burton, también se ha hecho cargo de las bandas sonoras de films como Spiderman o Hulk.

Elfman, además, también ha trabajado para la televisión – es el creador del tema principal de Los Simpson y del de Mujeres Desesperadas-; los videojuegos – a él se deben las partituras de, entre otros, Lego Batman y Wanted -; e, incluso, para las artes escénicas – es el compositor de Iris, uno de los shows de Le Cirque du Soleil.




Por si todo ello no fuera suficiente, Elfman también se ha valido de su voz para dar vida a Jack Skellington, y a otros dos personajes, en Pesadilla antes de Navidad y a Bonejangles en la Novia Cadáver, además de cantar las cinco canciones de Charlie y la fábrica de chocolate.

Reconocido por la industria, aunque no lo suficiente – ha sido nominado en cuatro ocasiones a los premios Oscar y ha ganado, entre otros galardones, un Emmy por Mujeres desesperadas y un Grammy por Batman-, Elfman reconoce entre sus más inmediatas influencias a Bernard Hermann y Nino Rota. No es difícil, sin embargo, hallar en sus partituras ecos de autores más clásicos - como Ígor Stravinsky, Piotr Ilich Tchaikovsky, Maurice Ravel o Béla Bartok-  e, incluso, de ritmos africanos.

Indudablemente, no hay mejor manera de descubrir la obra de Elfman, y sus influencias, que escuchando algunas de sus composiciones. Por ello, no podemos dejar de incluir en esta entrada, además de la banda sonora de Eduardo Manostijeras utilizada por el anuncio de la Lotería, otras dos joyas de Elfman: Alicia en el país de las Maravillas Batman. ¡Que lo disfruten!







5 de diciembre de 2012

Kurt Wenner. Virtuoso artista callejero



Dies Irae
 © Kurt Wenner

Artista de talento portentoso y precoz, el norteamericano Kurt Wenner es internacionalmente conocido por sus efímeras e hiperrealistas pinturas, que han decorado las calles y plazas de numerosas ciudades en todo el mundo.

Formado en la Rhode Island School of Design and Art Center College of Design, Wenner empezó a ganarse la vida como artista gráfico con tan sólo 17 años, pasando a engrosar, tiempo después, las filas de la NASA, donde desempeñaría la labor de ilustrador de proyectos espaciales.

Wenner abandonaría, sin embargo, aquel trabajo para, impelido por su pasión por el Renacimiento, trasladarse a Roma, donde, tras años de estudios, se haría con la técnica, elegante y perfeccionista, que ha hecho de él un virtuoso en su especialidad artística.

Fue precisamente en la Ciudad Eterna donde Wenner, con el fin de financiarse su formación, plasmaría su talento, con tizas de diversos colores, en los suelos de numerosas calles y plazas, lo que prácticamente de inmediato atrajo la atención de diversos medios – como la celebérrima National Geographic – e hizo que empezaran a lloverle numerosos galardones.

No cabe duda de que en el éxito de Wenner ha pesado tanto la temática de sus obras – fuertemente deudoras de la tradición más clásica - como su realismo extremo, resultado de una técnica que, forjada con años de estudios y trabajo y combinada con avanzadas habilidades matemáticas y el uso de las perspectivas anamórficas, ha propiciado la invención del llamado 3D del arte callejero.

No obstante, el valor de las obras de Wenner no radica por completo en su contemplación sino también en su ejecución, un proceso que, dependiendo del terreno y las condiciones climatológicas, suele llevar tan sólo siete días de trabajo.

Para los que no hayan tenido la oportunidad de observar en directo el trabajo de Wenner siempre les queda el recurso de acudir a su cuidada y deliciosa página web, un espacio donde, además de poder contemplar las fotografías de ese prolijo trabajo callejero, también es posible observar las obras de Wenner como retratista, pintor al óleo y arquitecto – diseñando tanto interiores como planos arquitectónicos de suntuosas mansiones-, visionar algunos vídeos de sus más interesantes obras, admirar su trabajo para esas firmas que desde hace años le contratan para sus campañas publicitarias o sumergirse en la lectura de un interesante artículo sobre el arte callejero, disciplina de la que Wenner se ha constituido como todo un precursor, al haber inspirado a otros artistas y alentado la creación de diversos festivales.


Finalmente, destacar que Wenner ha compaginado su labor creativa con la de docente universitario y ponente en diversos talleres y seminarios. Ello obedece, sin duda, a su férrea defensa de la enseñanza artística - especialmente la que propició uno de los más importantes períodos culturales y artísticos de Occidente - y a su convencimiento de que se ha perdido toda aquella tradición técnica que hizo posible que, en su opinión, las habilidades de los maestros de antaño superen con creces la pericia de los actuales. Sea como fuere, con su talento polifacético, Wenner ha demostrado hallarse no muy lejos de aquellos maestros renacentistas que tanta impronta han dejado en su obra y que, con su trabajo multidisciplinar, ejemplificaron lo que significa ser artista en toda la amplitud del término.
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