No son pocos los atractivos que la preciosa ciudad de Santander ofrece a sus visitantes. Sus casas señoriales, sus bellos y concurridos paseos y avenidas o sus imponentes paisajes justifican por sí solos un viaje a la capital de Cantabria. Sin embargo, muy posiblemente sea la Península de la Magdalena –también llamada Real Sitio de la Magdalena – el lugar de la ciudad que más visitas atrae de propios y extraños.
La península, parque público desde el pasado siglo, ocupa una superficie de casi 25 hectáreas y antaño fue un lugar de suma importancia estratégica para la capital cantábrica, como atestiguan los diversos restos arqueológicos de época romana que se han ido hallando a lo largo de los años.
Su presente y venidera preservación, además, parece asegurada por una sabia decisión del ayuntamiento santanderino que prohíbe la circulación de vehículos privados por su extensa superficie, por lo que desplazarse por el parque – abierto casi todo el día – debe hacerse a pie – en nuestra opinión, la mejor opción– o a bordo de un trenecito que recorre la península de punta a punta.
Sea de una u otra forma, el viajero podrá descubrir, a medida que se adentre en el parque, el monumento erigido en honor del malogrado y recordado Félix Rodríguez de la Fuente, deleitarse con la vista de las tres carabelas pertenecientes al Museo de la Marina o pasar un más que agradable rato en el simpático, pequeño y ¡gratuito! zoo del parque, habitado por focas y ánades varias. Al final de su trayecto, en el punto más elevado de la península, el visitante hallará la mayor atracción del parque, el palacio; una regia construcción que los ciudadanos santanderinos regalaron al monarca entonces reinante, Alfonso XIII.
El rey Borbón convirtió el palacio en su residencia estival y, además y al parecer, se encargó de arbolar todo el parque. Hoy, lejos ya de aquellos tiempos de boato que no poco debieron costar a los ciudadanos de a pie, el palacio – junto a las caballerías reales y el paraninfo – se ha convertido en la sede de los cursos estivales impartidos por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, además de contar con una residencia universitaria con 54 habitaciones dobles y ser el escenario donde se celebran diversos actos culturales y/o académicos.
De estilo ecléctico, con claras influencias inglesas aderezadas con elementos de estilo francés y de la llamada arquitectura barroca montañesa, la residencia estival de Alfonso XIII obró importantes y enriquecedores cambios en la ciudad, puesto que los veraneantes pudientes de antaño, atraídos por la pompa monárquica, erigieron, en los aledaños de la península, numerosas villas señoriales que compartieron – y comparten – protagonismo con edificios de no menos prestancia, como el Hotel Real, el nuevo Gran Casino o el Hipódromo de Bellavista.
Declarado monumento de interés artístico en 1982, el palacio ofrece, además, una vistas impresionantes al hallarse muy próximo a los acantilados que circundan la península, por lo que su visita difícilmente podrá decepcionar al visitante. De hecho, el bello enclave fue escogido como escenario de una de esas series que pretenden emular la qualité de esos productos de bello envoltorio – y, casi siempre, igualmente bello contenido – que suele manufacturar la BBC. En definitiva, una visita más que recomendable y al alcance de muchos bolsillos.
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