Hace escasas semanas, en la pasada edición de los Premios Goya, el largometraje dirigido por Ignacio Ferreras – Arrugas – fue galardonado con sendos premios en las categorías de mejor película de animación y mejor guión adaptado de la obra homónima de Paco Roca.
Esta traslación de la novela gráfica Arrugas al medio audiovisual no sorprende si tenemos presente que, desde que fuera editada unos años atrás, no ha dejado de cosechar un sinfín de lectores y ganar numerosos galardones, entre los que destaca el Premio Nacional del Cómic 2008. Este enorme reconocimiento por parte de crítica y público no se debe únicamente al buen hacer de Paco Roca como ilustrador e historietista, sino a su sabia elección del tema que da aliento a este cómic, la vejez – y todo lo que ésta conlleva – y el padecimiento de una enfermedad tan destructiva como el Alzheimer.
Así y a través de sus viñetas pobladas por unos personajes de rasgos muy realistas - aunque un tanto estáticos para poder mostrar la lentitud de movimientos que impone el peso de la edad-, Paco Roca consigue transmitir al lector la desazón que produce la contemplación de una vida marcada por un progresivo deterioro, físico y mental, y por la intolerable monotonía de los centros geriátricos.
No cabe duda, sin embargo, de que el mayor acierto de Roca radica en su personal forma de presentar una enfermedad como el Alzheimer, una dolencia que impele a quien la padece a retornar a momentos lejanos y, presumiblemente, más felices del pasado. Así lo hacen los personajes de esta obra, siendo especialmente interesantes las impactantes viñetas con las que se inicia esta historia o la bella escena que se desarrolla en un campanario, donde se fragua una historia de amor que pervive intacta a pesar de la enfermedad y el paso del tiempo.
Esa traslación al pasado se lleva a cabo a través de diversos flashbacks, dotados de colores otoñales que recuerdan poderosamente el sepia de las fotografías de antaño, produciendo una poderosa sensación de melancolía que contrasta fuertemente con los colores de un presente marcado por tonos grisáceos y verdosos.
Pablo Roca, además y muy sabiamente, opta por el uso de la mirada subjetiva para plasmar los pensamientos de sus protagonistas, retazos de recuerdos donde aparecen rostros desdibujados o la más pura nada, que se ilustra a través del color blanco, especialmente en las últimas páginas, cuando la enfermedad ha sumido al protagonista principal en el más puro vacío.
Si bien es cierto que la temática de Arrugas resulta propicia para el refocilamiento en un tono fuertemente melodramático, esta novela gráfica – a pesar de la inclusión de un episodio sangriento – exuda una maravillosa combinación de ternura, humor y sensibilidad capaz de retratar, con gran verismo y sin estridencias, los sentimientos que suscita el proceso de envejecimiento, muchas veces ligado al frecuente abandono familiar, la falta de autonomía, los achaques, las enfermedades o a una inmensa soledad.
Arrugas es, en definitiva, una obra de ineludible lectura no sólo por su incuestionable valor artístico, sino por su más que acertada aproximación a un tema que el arte y los medios tratan muy tímidamente. Sin ningún género de duda, Paco Roca es un autor a seguir.
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