Los vecinos de un barrio de Granada, Zaidín, se manifestaban hace unos días para reclamar la reapertura inmediata de su biblioteca, inaugurada hace treinta años y clausurada por obra y gracia de la política del tijeretazo.
Muy posiblemente esta noticia no hubiera traspasado el ámbito de la prensa local de no haber mediado el cantante Miguel Ríos, quien se sumó a las reivindicaciones de los manifestantes. Sin embargo, no se trata de un caso aislado ni tampoco único, aunque por sí solo ya es demostrativo del poco respeto que les merece la cultura a nuestros dignos políticos.
Estos se han valido de la siempre complicada valoración económica del sector cultural (los bienes proporcionados por la cultura son intangibles y difícilmente mesurables en clave económica) para emprenderla a hachazos contra un derecho – el cultural – que va a quedar reducido, si nada lo remedia, al disfrute de unos pocos.
Además, los medios de comunicación, sumamente influenciados por los discursos de nuestros mandatarios, se han encargado de aportar su granito de arena al asunto poniendo de relieve, prácticamente a diario, dos temas que mucho tienen que ver con la pervivencia de la cultura como derecho intrínseco de todo ciudadano: los recortes y los emprendedores. No obstante, obvian u olvidan que los segundos no pueden subsanar las consecuencias de los primeros y es que, a falta de una auténtica ley de mecenazgo y de grandes empresarios que quieran invertir más allá del fútbol, los emprendedores no pueden suplir, en su totalidad, las ayudas estatales.
Cierto es que hay subsectores culturales cuyas subvenciones pueden ser más que discutibles, sobre todo aquéllos que por sus propias características pueden calificarse como industrias culturales - sería el caso del cine, que ya abordaremos en otra ocasión. No obstante, aquellos otros subsectores no susceptibles de convertirse en industrias (las artes escénicas, las plásticas, el patrimonio, los archivos o las bibliotecas) difícilmente subsistirán sin subvención.
Los recortes salvajes a la cultura – en algunas comunidades superan el 60% - auguran un futuro negro para el sector, un sector que, por otra parte, en este país aún se asocia más a un divertimento que a un auténtico derecho, lo cual explica en gran medida las relativamente bajas protestas generadas – si lo comparamos con otros sectores – ante la acción de la tijera presupuestaria.
El actor Antonio Banderas comentaba el otro día que, dado los tiempos que corrían, deberían buscarse nuevas formas de financiación del cine. No va a quedar más remedio que sea así, aunque ¿por qué habría de buscar otros medios una biblioteca cuando la IFLA/UNESCO la define como “el centro local de información que facilita toda clase de conocimientos e información” y al que se accede gratuitamente? Y ¿por qué los contribuyentes deben seguir pagando los mismos impuestos por unos servicios que en algunos distritos como Zaidín están dejando de ofrecerse?
Está claro que para nuestros dignos mandatarios es más fácil recortar en cultura, sanidad o educación que cuestionar sus estratosféricos sueldos - 3.500 euros netos de media frente a los menos de 700 brutos de salario mínimo –, adelgazar sus más que holgadas pensiones o sopesar la necesidad de seguir percibiendo un sueldo proveniente del erario público cuando ya han dejado atrás su carrera política.
Yo tengo la sensación de que los políticos sólo quieren sacarle dinero al pueblo.
ResponderEliminarCada vez aprecio más este blog. :)
Buen blog ;)
ResponderEliminarpero el Zaidin es un barrio de Granada, no un municipio
Gracias por la información, Bilzan
ResponderEliminarNo quiero hacer de abogado del diablo, pero parece ser que han abierto otra biblioteca en el mismo barrio con mayor espacio y mayor cantidad de libros. Así que no termino de entender mucho la polémica. Saludos.
ResponderEliminar