1 de octubre de 2013

Las mujeres que leen son peligrosas. Un libro atípico



Lectura pendiente desde hace varios años, quien suscribe estas líneas no había tenido la ocasión, hasta ahora, de abordar Las mujeres que leen son peligrosas, una obra que, más allá de un título que bien pudiera resultar un tanto comercial y oportunista, brinda al lector momentos de auténtico deleite visual, toda vez que le induce a más de una interesante reflexión sobre el poder transformador de la lectura.

Las mujeres que leen son peligrosas se centra, de hecho, en ese aspecto casi inigualable del hábito lector, incidiendo especialmente en su evolución histórica, desde tiempos primigenios -en los que leer en voz alta era la forma más extendida de encararse con el contenido de un libro- hasta época reciente –en la que las mujeres pueden entregarse a su pasión lectora sin las trabas y cortapisas impuestas por un pensamiento hoy absolutamente obsoleto, al menos por estas latitudes.

Firmada por el escritor alemán Stefan Bollman –autor de diversos libros de arte, literatura y poesía y reconocido especialista de la obra de Thomas Mann- Las mujeres que leen son peligrosas se nutre en buena parte de la trayectoria académica, netamente humanista, de su narrador. No obstante, lejos de haberse concebido como un tratado histórico filosófico que bien pudiera resultar plúmbeo a más de un lector, la obra que nos ocupa se gesta como un compendio de exquisitas imágenes –grabados, pinturas y fotografías- sabiamente escogidas por Bollman de entre la prolífica producción artística facturada en Occidente desde el Medievo hasta nuestros días.

Bollman, además, acompaña cada una de esas imágenes con breves anotaciones que hacen hincapié en la visión que de las mujeres lectoras tuvieron las sociedades de antaño en Occidente. Resulta en ese sentido especialmente interesante el cuadro del pintor flamenco Pieter Janssens Elinga (Die Lesende Frau) y la reveladora anotación de Bollman, que incide en un hecho en absoluto baladí; la mujer de esta bella obra, sabedora de que incurre en un acto considerado ilícito por sus coetáneos, ha optado por leer a escondidas tras dejar de lado sus tareas.

Die Lesende Frau (Alte Pinakothek, München)
Esta visión de Janssens Elinga no dista demasiado de la que tuvieron destacados hombres de letras, como, un siglo antes, el humanista Juan Luis Vives –cuyas declaraciones sobre el supuesto poco discernimiento femenino recoge Esther Tusquets en el prólogo de esta obra- o, una centuria más tarde, el reconocido librero suizo Johann Georg Heinzmann, quien para asombro del lector/a del siglo XXI y como cita Bollman al inicio de del presente libro, consideraba que la afición a la lectura por parte de la mujeres sólo cabía calificarla como una auténtica calamidad.

Finalmente, y si bien es cierto que se echa en falta en la obra de Bollman un mayor calado narrativo, Las mujeres que leen son peligrosas resulta ser un libro exquisito que, mediante su cuidada selección de obras artísticas, puede despertar hasta a la más adormecida imaginación. Además, y por si ello no fuera suficiente, la obra de Bollman es uno de esos pocos libros en los que el continente tiene casi el mismo peso que el contenido. De hecho, la obra de Bollman hubiera resultado un libro bien distinto de no haber contado con un soporte en papel –obra de la Editorial Maeva- que es realmente digno de elogio, lo que, de paso, nos recuerda a todos los lectores empedernidos –especialmente a los que ya hemos sucumbido al influjo del e-book- que el libro en papel es todavía imbatible en algunos terrenos.


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