17 de febrero de 2012

La Ola. Un cómic inquietante




La buena acogida que tuvo La Ola, un libro escrito hace unos años por el estadounidense Morton Rhue (también conocido como Todd Strasser), propició que su argumento fuera llevado a la escena teatral y posteriormente, en el año 2008, adaptado a la gran pantalla con un film de producción alemana y dirigido por Dennis Gansel.

Para la elaboración de su obra, Rhue se había inspirado en unos hechos reales acaecidos a finales de la década de los 60 del pasado siglo. William Ron Jones, un profesor de un instituto californiano, sometió a sus alumnos a un osado experimento sociológico al constatar que a éstos les era imposible entender el porqué de la pasividad y/o colaboracionismo de la población civil alemana con respecto al nazismo. El resultado de ese experimento dio pie a un libro redactado por el propio Jones y más tarde a un telefilm rodado en 1981.

La adaptación al formato cómic del libro de Rhue es, por ahora, la última obra que recuerda el experimento de Jones y su producción ha recaído en una debutante, la diseñadora gráfica alemana Stefani Kampmann.

En esta nueva versión, sin embargo, el desarrollo de los hechos acaecidos en 1969 se produce a un ritmo mucho más rápido que en el libro de Rhue y, al contrario que en el film alemán rodado hace unos años, se ha optado por prescindir del intenso y creciente dramatismo que conduce a su duro final. A pesar de ello, esta traslación de la obra de Rhue al formato de novela gráfica sigue siendo totalmente incisiva y contundente en su intento por explicar cómo la semilla de la barbarie más atroz puede estar latente en todo ser humano; una sinrazón que se aborda a través de tres ideas - comunidad, disciplina y acción –  y que la autora de esta obra plasma magníficamente bien a lo largo de todas sus viñetas.

Kamptmann, además, se ha valido de un estilo muy juvenil para acercarse lo máximo posible a los públicos de todas las edades, aunque haya optado también por incluir escenas muy duras (como las fotografías reales y reconocibles de los campos de exterminio nazi o de las multitudes vociferantes y fanatizadas ante las consignas de un líder supuestamente carismático) y que tienen por fin constituirse como un auténtico revulsivo para el lector.

Todo ello se ve reforzado por una magnífica contraposición de imágenes que consigue transmitir la sensación de un miedo atenazador en una atmósfera cada vez más amenazadora y claustrofóbica, muy sabiamente magnificada por el uso del blanco y negro y por el trazado muy dinámico – aunque no demasiado detallado – de los personajes que pueblan las viñetas de esta obra. No obstante, son precisamente esos personajes, que pecan de estereotipados y están desprovistos de un gran calado psicológico (muy posiblemente porque estén pensados para llegar a un púbico adolescente), el único punto negativo de esta novela gráfica.

La versión en formato cómic de La Ola es, en definitiva, una obra más que interesante y necesaria para denunciar no sólo el fascismo, sino todos aquellos regímenes totalitarios que, en aras de denostar el corrosivo individualismo extremo del que han pecado – y pecan – algunas sociedades, propugnan la siempre perversa idea de la disolución del individuo en una comunidad seducida y fanatizada por un líder carismático y/o una ideología de vistoso envoltorio y vacuo contenido.


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