Los miembros de la familia Wittgenstein – ricos hasta un grado bochornoso, melómanos, cultos, excéntricos e, incluso, geniales – no sólo hubieron de sobrellevar tragedias de una magnitud prácticamente inconcebible, sino que sus vidas estuvieron estrechísimamente vinculadas al devenir histórico de la convulsa Europa del siglo pasado.
En su aproximación a una de las familias más importantes del extinto Imperio Austrohúngaro, Alexander Waugh – reconocido crítico musical y nieto del gran escritor británico Evelyn Waugh (autor de Retorno a Brideshead) - ha apostado por abordar la vida de los ocho hijos del hacedor de la inmensa fortuna familiar, Karl Wittgenstein, pero privilegiando su atención sobre los dos únicos varones que no cometieron suicidio y que, tras haberse sustraído del dominio tiránico de su progenitor, se volcaron por completo en su vida profesional, legando sus obras a la posteridad.
Paul y Ludwig Wittgenstein, los niños de tímida sonrisa que aparecen en la portada de esta obra, gozaron de las mieles del éxito en vida, aunque la estrella del primero empezó a declinar tras la Segunda Guerra Mundial. Paul logró convertirse en un virtuoso del piano de fama internacional - a pesar de haber perdido su brazo derecho durante la Primera Guerra Mundial -, mientras que su hermano Ludwig – el más excéntrico de los Wittgenstein y compañero de aula de Adolf Hitler - devino uno de los filósofos más importantes del siglo XX, especialmente tras la redacción de su obra cumbre, Tractatus Logico-Philosophicus, la cual sigue siendo objeto de estudio en el presente.
El mayor acierto de Waugh radica, sin duda, en entrelazar la vida de sus protagonistas con los acontecimientos históricos que a éstos les tocó vivir, lo que convierte esta obra en un magnífico fresco para comprender mejor la Europa del siglo pasado y, sobre todo, recrear lo que supuso el inicio del desmoronamiento del Imperio Austrohúngaro tras la muerte del último de los Habsburgo, Francisco José I (esposo de la emperatriz Sissi), y el asesinato en Sarajevo de su sucesor y sobrino, el archiduque Francisco Fernando, que fue el detonante para que estallara la Primera Guerra Mundial.
La ágil pluma de Waugh recrea con verismo esa Viena anterior a las dos guerras mundiales, una ciudad flamante y cosmopolita, con un toque de pomposidad, en la que residían destacados nombres de la literatura, la música, la pintura e incluso el mismo padre del psicoanálisis (Sigmund Freud), además de una burguesía culta y refinada, cuyo mayor exponente fueron los propios Wittgenstein, quienes daban cita, en su suntuoso palacio situado en el centro de la ciudad, a músicos de reconocidísima fama, como Mahler o Richard Strauss.
Sin embargo, Waugh no ciñe su relato a ese momento histórico concreto, sino que incide, a través de las desdichas de los protagonistas de su obra, en las circunstancias que llevaron al suicidio a no pocos millonarios tras el Crack del 29; la anexión de Austria y Alemania – que comportó el exilio, cuando no la muerte, de familias judías y conversas -; la merma de fabulosas fortunas a causa de la inflación; y, sobre todo, la sinrazón de las dos contiendas mundiales que sacudieron y cambiaron el mundo.
La familia Wittgenstein es, en definitiva, una obra bien escrita y bien documentada - salpicada por los comentarios de una de las mentes más preclaras del siglo XX, Stefan Zweig- , que incita a la reflexión sobre un pasado no demasiado lejano.
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