16 de enero de 2012

Sunset Park. Y, de nuevo, el azar




Expectantes están ya los seguidores de Paul Auster – que se cuentan por legiones a lo largo y ancho del mundo – con la próxima publicación de su nueva obra, Diario de Invierno. Sin embargo, y a la espera de que este nuevo título invada los escaparates de las grandes librerías, Sunset Park sigue siendo su última obra publicada, la cual, como todas las anteriores, ha recibido, casi por igual, parabienes y dardos envenenados por parte de seguidores y detractores del autor neoyorquino. 

Sunset Park arranca en un presente –el año 2008 – en el que ya se sienten los estragos de la crisis que ha sumido a Estados Unidos en uno de sus períodos más negros desde el Crack del 29 y cuyas consecuencias sufren los principales protagonistas de esta obra, cuatro jóvenes que deciden compartir una vivienda abandonada en Brooklyn, aún a riesgo de sufrir las duras penas que impone la ley de un país donde la propiedad privada es algo sagrado.

Sin embargo, sería un error pensar que Sunset Park es una obra volcada por completo en la crisis, puesto que sus personajes, como la mayor parte de los que transitan las obras de Auster, se ven acuciados por problemas que trascienden los meramente económicos, problemas que van desde una homosexualidad no admitida a un embarazo no deseado, pasando por separaciones sentimentales, una muerte accidental o una ruptura drástica con el pasado.

En ese mosaico de vidas que Paul Auster describe con su estilo ágil y aparentemente sencillo, destaca un personaje principal sobre el que giran todos los demás, Miles Heller, un joven sin aparente futuro pero sí con un pasado lo suficientemente dramático como para abandonar familia y estudios y obsesionarse con un trabajo que le permite fotografiar los objetos de casas abandonadas, auténticos testigos mudos del drama del desahucio al que han hecho – y siguen haciendo – frente multitud de familias que no han podido seguir pagando sus hipotecas.

Más que un retrato de la sociedad americana actual, Sunset Park resulta más bien un esbozo de la misma, por cuanto sus personajes – neoyorquinos, con estudios universitarios y con intereses culturales diversos – no representan la totalidad de aquélla. Además, también está presente el tema del azar, tan recurrente y auténtico motor de las historias de Auster, que ocupa un destacadísimo papel en la presente obra y va a influir de manera decisiva en las relaciones que se establecen entre todos sus personajes, especialmente cuando se haga una referencia constante al gran y oscarizado film Los mejores años de nuestra vida, de William Wyler, que Auster parece utilizar con el fin de hacer un paralelismo de dos épocas, la actual y la que sucedió a la Segunda Guerra Mundial, para mostrar el camino trufado de dificultades con el que se enfrentan y enfrentaron los jóvenes de ambos períodos históricos.

Por supuesto, a los detractores de Auster esta nueva incursión en las procelosas aguas del destino y el azar no será de su agrado, como tampoco su final abierto y sujeto a más de una interpretación. Los que sucumbimos hace tiempo al embrujo de la pluma de este escritor, sin embargo, podemos olvidar muy fácilmente la cierta repetición de sus historias, o el a veces forzado papel de la casualidad como motor de las vidas de sus personajes, y entregarnos con fruición a una lectura que siempre se antoja demasiado breve.

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