Quien se encuentre estos días en Barcelona tendrá la oportunidad de visitar una interesante exposición organizada por Caixa Forum y centrada en la obra y figura de uno de los arquitectos más importantes de la Ciudad Condal, aunque, de manera incomprensible, prácticamente un desconocido para la mayor parte de los barceloneses.
Enric Sagnier i Villavecchia vivió a caballo entre dos siglos – el XIX y el XX – y es, sin duda, uno de los arquitectos más prolíficos del país. De hecho, prácticamente nada se le resistió y de su estudio surgieron los diseños de edificios públicos, viviendas unifamiliares, entidades bancarias, hoteles, edificios industriales, equipamientos escolares…, todos ellos herederos de una clara inspiración clásica, aunque Saignier también rondó el modernismo, en su variante más formal, buceando en la arquitectura medieval para inspirarse en sus proyectos.
Vástago de uno de los presidentes de La Caixa, Saignier vivió la Belle Epoque en primera persona y, como buen hijo de la burguesía catalana de la época, fue un hombre culto – recibió una educación esmerada y era uno de los miembros más importantes del Círculo Artístico de Sant Lluç – y cosmopolita, lo que le impelió a hacer algo que la mayoría de sus coetáneos no pudieron, viajar. Así, en el conjunto de fotografías seleccionadas por los organizadores de la exposición, podremos verle junto a su familia en lugares que antaño podían resultar tan lejanos como Basilea.
Si tenemos presente toda la obra de Saigner y atendemos al hecho de que más de una veintena de los edificios más emblemáticos de la ciudad surgieron de su estudio, resulta incomprensible que su figura haya sido relegada a un segundo plano y progresivamente olvidada. Tan sólo cabe pensar que ello se deba a una cuestión puramente política, ya que, como suele ser habitual en este país, el color político del momento suele conducir al ostracismo a quien no comulga con su ideario, independientemente de la valía de su obra; cosa, por otra parte, que no debería extrañarnos si tenemos presente que aquí la política siempre se ha mostrado reticente con la cultura y con quienes a ella se dedican.
Sin embargo, quizá sea la falta de conocimiento de un arquitecto largamente olvidado lo que ha provocado que esta exposición, aunque bien organizada, peque de ser algo incompleta y ofrezca una información un tanto deslavazada; si bien es justo reconocer que la admiración de la obra de Saignier por parte de los organizadores de la exposición resulta evidente nada más acceder a ella.
Los majestuosos paneles, reproduciendo fotografías en blanco y negro de las mejores obras de Saigner, y el plano de la Ciudad Condal, colocado en el suelo e indicando, mediante puntos rojos, la presencia de los edificios más importantes surgidos de la mente del arquitecto catalán, demuestran la buena voluntad de los organizadores de Caixa Forum, pero se echa en falta más información sobre la vida y obra de Saigner. Por otra parte, algún material expuesto, como las numerosas postales del Tibidabo o incluso un vídeo cedido por la Filmoteca Española, donde se puede ver cómo los barceloneses de la época ascienden la montaña para ver una de las obras más famosas de Saigner, el templo expiatorio del Sagrado Corazón, distraen la atención del visitante, a pesar de su finalidad, la de mostrar la época que le tocó vivir al arquitecto catalán.
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