Take shelter, el segundo largometraje del director norteamericano Jeff Nichols, ha llegado a España precedido no solamente por los buenos resultados de la ópera prima de su autor, sino por la más que calurosa acogida que ha despertado su paso por los más variados y prestigiosos festivales dedicados al Séptimo Arte, desde Cannes a Gijón, pasando por el cada vez más valorado Sundance, amén de las nominaciones recibidas en los no menos prestigiosos Film Independent Spirit Awards.
La obra de Nichols cuenta además con un argumento más que sugerente que traslada al espectador a la América más profunda de un pueblo de Ohio, donde la felicidad de un matrimonio se ve insólitamente truncada por los delirios y sueños que acometen de improviso al cabeza de familia, un obrero de la construcción con recursos económicos limitados – a pesar del trabajo de una esposa modista-, pero con una existencia aparentemente plácida hasta entonces, aunque su única hija padezca sordera y esté a la espera de un ansiado trasplante y su madre se halle confinada en un psiquiátrico desde que a los treinta años le fuera diagnosticada una esquizofrenia paranoide.
Sin embargo, y a pesar de ingredientes tan prometedores, quien suscribe estas líneas no pudo evitar sentirse desilusionada ante un film que, si bien no se puede tachar de aburrido, no consigue crear en el espectador la tensión suficiente como para captar totalmente su interés ni implicarlo por completo en el más que interesante juego planteado, la peligrosa y frágil línea divisoria entre la locura en su más puro estado y las visiones generadas por una mente visionaria enriquecida por los elementos más mesiánicos de la religión.
No obstante, y aunque la tortura sufrida por el protagonista no consiga alcanzar el necesario crescendo dramático para mantener un ritmo sostenido, Take shelter presenta no pocos aciertos, como la decidida apuesta por transitar por temas diversos que incluyen el retrato de la América más tradicional y religiosa, la alusión casi constante a la crisis económica y financiera que también asola a los Estados Unidos, la invocación al apocalipsis – lo que lo acerca a films de factura tan reciente como Melancolía de Lars von Trier -, o el peso del pasado y la herencia genética – que devuelve a la gran pantalla la presencia de una actriz tan fantástica como injustamente valorada, la estupenda Kathy Baker.
A todo ello habría que añadir el acierto de Nichols al contraponer unos exteriores rodados con la máxima luminosidad – y que enfatizan la pequeñez del ser humano frente a una naturaleza tan bella como implacable – y unos espacios interiores dominados por colores oscuros que transmiten al espectador una sensación de opresión.
No se puede negar tampoco que Take shelter hace gala de una factura impecable, que se ve acompañada en todo momento por una gran banda sonora, y que no cede al fácil impulso de recurrir a los efectos más trillados del cine de terror – excepto, quizá, en una escena en la que el mobiliario de la sala de estar gravita ante la mirada atónita y asustada del protagonista.
Finalmente, la conclusión de Take shelter – que obviamente no desvelaremos – impele a pensar que ni siquiera el propio Nichols parecía tener clara la resolución de una historia cuya mejor carta de presentación son las inconmensurables interpretaciones de Michael Shannon y Jessica Chastain, últimamente muy presente en films de notorio prestigio (El árbol de la vida o Criadas y señoras).
A mí me ha encantado, genial la banda sonora; aunque el final me ha descolocado un poco.
ResponderEliminarSí, el final, aunque no deja indiferente a nadie, tampoco parece haber agradado demasiado...
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