30 de septiembre de 2014

La Gran Guerra. Una obra monumental



Precursor y consumado maestro del llamado periodismo gráfico, el maltés Joe Sacco lleva años forjándose una solidísima carrera, que no sólo le ha hecho merecedor de prestigiosos premios, sino a hacerse con una nutrida y creciente legión de apasionados seguidores.

Entre su aclamada obra, enmarcada casi sin excepción en las zonas de conflicto por la que Sacco ha transitado durante las últimas décadas, destacan especialmente Palestina. En la franja de Gaza (2001) o Notas al pie de Gaza (2009), novelas gráficas de innegable valor artístico y cultural que, a priori, parecen guardar poca relación con su último trabajo publicado hasta la fecha, La Gran Guerra.

La génesis de esta última obra Sacco cabe hallarla, sin embargo, mucho antes de su incursión en el mundo de la novela gráfica, cuando, siendo aún un estudiante universitario, concibiera la idea de realizar un mural que, siguiendo el ejemplo de los tapices medievales, narrara el desarrollo de la Primera Guerra Mundial. Alentado por un amigo editor e indudablemente motivado por los proyectados fastos conmemorativos del primer centenario de aquel conflicto bélico, Sacco se embarcó hace un tiempo en la confección de una obra magnificente que, dadas sus características, difícilmente dejará indiferente a ningún amante del Noveno Arte.

La acción de La Gran Guerra transcurre en un sólo día, el 16 de julio de 1916, momento en el que se iniciara uno de los más cruentos enfrentamientos de aquella contienda bélica, la Batalla del Somme. Aquella jornada fatídica, recordada con horror por los combatientes de los dos bandos enfrentados, fue especialmente demoledora para el ejército británico, que perdió a casi 20.000 soldados, una cifra escalofriante a la que habría que añadir aquellos otros 40.000 combatientes que resultaron heridos, muchos de ellos de gravedad.

Más allá del sentido homenaje a las víctimas de la guerra –especialmente las del bando británico; algo comprensible por la trayectoria vital de Sacco, maltés de nacimiento pero criado y educado en países anglosajones-, La Gran Guerra destaca por su desarrollo argumental, sin la mediación de una sola palabra, articulado en torno a una trama central –con múltiples y emotivas subtramas-  y fuertemente sustentado en un exhaustivo trabajo previo de documentación e investigación histórica, algo que ha redundado, más si cabe, en la minuciosidad y el rigor por el detalle que caracteriza el trabajo de Sacco, quien, además, acompaña su obra con un cuaderno explicativo que, no por casualidad, cuenta con un prólogo de lujo firmado por el historiador Adam Hochschild.

El mayor acierto de La Gran Guerra radica, no obstante, en su propio formato, una lujosa edición en acordeón que permite desplegar un enorme mural –de, nada menos, siete metros- que muestra el desarrollo de la batalla, desde el amanecer al anochecer, y que ha servido, por otra parte, para decorar –en un formato aún mayor, ¡135 metros!- la parisina estación de metro de Montparnasse en el centenario del inicio de la contienda bélica.

La Gran Guerra es, en definitiva, una muestra más del increíble savoir faire de Joe Sacco como dibujante y narrador; una maestría que conduce al lector a retrotraerse al ambiente dantesco y demencial en el que se vieron inmersos los miles de combatientes que hubieron de enfrentarse en uno de los peores conflictos bélicos de la historia. Sólo por ello, no podemos menos que recomendar encarecidamente una lectura que, por todo lo que antecede, difícilmente defraudará.


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