2 de octubre de 2019

Muerte en el Nilo

Cartel publicitario de la obra


Considerada como la mejor escritora británica de novela negra, Agatha Christie pudo saborear en vida las mieles del éxito, dejando para la posteridad un prolífico legado de obras de misterio que, por su desarrollo y su casi siempre impredecible desenlace, siguen asombrando, aun a pesar del tiempo transcurrido, a los lectores del siglo XXI, tanto o igual como hiciera con los de antaño.

No es por ello extraño que sus más conocidas obras hayan sido trasladadas a diversos formatos, como el cine, la televisión, el teatro, la radio y, más recientemente, el cómic o los videojuegos, atrayendo, además, no sólo a artistas y creativos anglosajones, sino del resto del mundo.

Este sería el caso del dramaturgo y director escénico Víctor Conde, quien hace unos años se hiciera cargo de la adaptación española de La Ratonera, una pieza teatral que Christie escribió en 1952 y que se ha convertido en la obra más longeva en escena, habiéndose representado sin interrupción durante casi setenta años en el emblemático West End londinense.

En su nueva obra, que antes de recalar en el barcelonés Teatre Borràs ya había sido representada en otras ciudades españolas, Conde regresa de nuevo a los textos de Christie, rescatando una de sus novelas más logradas y recordadas, Muerte en el Nilo, una historia ambientada en un crucero por el mítico río durante los años treinta de la pasada centuria. Durante esa travesía, en la que se dan cita diez personajes, se producirá un asesinato, lo que sumirá a los tripulantes en un estado de extrema inquietud y desconfianza mutua, pues entre ellos se halla el autor o autora de un crimen cometido con premeditación y con extremada sangre fría.


Alejada de la puesta en escena de las más recientes adaptaciones basadas en obras de la autora británica –como Y no quedará ninguno, Una visita inesperada o, incluso, La Ratonera–, Muerte en el Nilo cuenta con una puesta en escena rabiosamente moderna, rompedora, en la que se huye al máximo del estatismo del teatro clásico –en el que los actores entran y salen de escena según el desarrollo de la historia–, pero sin traicionar la esencia del texto de Christie, si bien sí cuente con alguna licencia artística que no altera ni la historia ni, mucho menos, su imprevisible desenlace –aunque algún espectador no perdone la ausencia del inigualable Hércules Poirot.

Así, en esta adaptación de la obra de Christie, Conde mantiene a todos sus actores permanentemente en un escenario con no más atrezzo que un conjunto de maletas de diferentes tamaños, algunas proyecciones a lo largo de la narración y la presencia prácticamente omnipresente de un pianista y de una cantante –protagonistas también de la historia, si bien Christie no concibiera para ellos esas profesiones–, que recrean, pautados por la banda sonora de Marc Álvarez, éxitos de los años treinta, como el Anything goes de Cole Porter. Con todo ello, Conde consigue transportar al espectador a otra época y lo hace con el savoir faire adquirido tras años de experiencia y, especialmente, en producciones como Los Miserables, pues, en más de un momento, esta nueva versión de Muerte en el Nilo remite al género del teatro musical. 

El genial arranque, inusual en formato y contenido, es otro de los puntos fuertes de esta adaptación teatral que no cuenta con descanso alguno, pero sí con dos actos diferenciados. La utilización de los mismos elementos escénicos en ambos resulta, sin embargo, desigual, pues en el primero, con sus actores vagando por el escenario y sumidos en su propio mundo mientras otros intérpretes declaman su texto, puede resultar, en algún momento, un tanto ampuloso y artificial. Por el contrario, la segunda parte es absolutamente increíble, ya que no sólo logra captar en escena el intenso suspense que Christie imprimía a sus páginas –labor nada fácil, por cierto–, sino introducir con éxito indiscutible, en un formato narrativo tan poco propicio para ello, un elemento tan cinematográfico como el flashback.


Mención aparte merece el diseño de vestuario, acorde con la época; la iluminación, que aporta un toque sensual a una historia, en definitiva, pasional; y, por supuesto, el excelente trabajo de todos, absolutamente todos, los actores, que citamos, para no incurrir en injusticia alguna, según la ficha técnica del Teatre Borràs: Miquel García Borda, Mariona Ribas, Aleix Rengel, Mar del Hoyo, Miriam Marcet, David Z. Vaquero, Albert Suárez, Lorena de Orte, Paula Moncada, Dídac Flores.

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