16 de mayo de 2017

La Ratonera



Famosa por ser la obra teatral más largamente representada de la historia ―con, nada menos, que 65 años ininterrumpidos en escena―, La Ratonera fue escenificada por primera vez en el Reino Unido, en 1952, el mismo año en que fuera escrita por su ya entonces célebre autora.

Tan sólo dos años más tarde, la famosa obra de Agatha Christie sería adaptada en Madrid. A Barcelona tardaría mucho más en llegar. No sería hasta 2014 cuando, de la mano de Víctor Conde y en uno de los teatros con más solera de la capital catalana, el Teatre Apolo, se representaría por primera vez en la Ciudad Condal la única pieza teatral escrita por la escritora británica.

Hace tres años tuvimos la oportunidad de asistir a una de esas representaciones en Barcelona y, una vez más, lectoras incondicionales, durante la infancia, de las novelas de Agatha Christie ―con las que nos iniciamos en el apasionante mundo de la lectura―, caímos rendidas ante el virtuosismo de la escritora tejiendo historias de suspense que, aun hoy, pasados los años, resultan tan ingeniosas como antaño.

Aquella representación, de la que dimos rendida cuenta en un post publicado hace poco más de tres años, fue, además, una nueva oportunidad para constatar el enorme savoir faire de un director escénico de la talla de Víctor Conde, cuyo trabajo habíamos conocido gracias a sus adaptaciones en España de Los Miserables, a las que acudimos, tanto en Madrid como en Barcelona.

Después de haber asistido a aquella representación de La Ratonera en la Ciudad Condal, este año llegó por fin la oportunidad ―sin que ello vaya en menoscabo de la excelente adaptación española― de poder ver la obra representada en su entorno original, Londres y su inigualable West End.


Orquestada en dos actos y con un solo escenario, La Ratonera fue estrenada un 6 de octubre de 1952 en el Theatre Royal de Nottingham. Posteriormente, aquel mismo año, a partir del 25 de noviembre, empezaría a representarse en el New Ambassadors Theatre. Allí se escenificaría, ininterrumpidamente, durante poco más de dos décadas, momento en que pasaría a representarse en el St Martin's Theatre, donde cada día, excepto los domingos, se llevan a cabo las funciones.


En pleno corazón del West End, el St Martin's Theatre, con su más de un siglo de historia, es uno de los teatros más emblemáticos de Londres. Su decorado añejo y sus pequeñas dimensiones lo convierten, además, en un espacio idóneo para la representación de una obra que se desarrolla íntegramente en un solo escenario, el salón de un recién inaugurado hostal, y por la que transitan ocho personajes, cuyo pasado se irá desgranando poco a poco a medida que avance la función. Ese espacio, casi íntimo, creado entre el espectador y los intérpretes convierte la de ya por sí inigualable experiencia de ver un clásico teatral en vivo y en directo, con todo el virtuosismo de los montajes teatrales londinenses ― siempre excelsos en su cuidada puesta en escena y con unos intérpretes igualmente magníficos― en algo que, difícilmente, puede expresarse en palabras, pero que, por su innegable valor artístico, todo amante de la cultura debería vivir, al menos, una vez en su vida, se conozca o no con antelación una historia que no por conocida, resulta menos sorprendente en su desenlace.


Destacar, finalmente, que antes o después de la función, el espectador puede fotografiarse junto al tablón en el que figura el número de la representación de ese día. Esta será, desde luego, una de esas fotografías que, por su singularidad, se guardarán con celo a lo largo de toda la vida.




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