Hace casi dos años y medio se estrenaba El gran hotel Budapest, el último largometraje finalizado del cineasta estadounidense Wes Anderson. Aquel filme, del que dimos rendida cuenta en un post publicado a inicios de 2014, se basaba en algunos textos de una de las mentes más preclaras del siglo XX, el inigualable Stefan Zweig, y captaba a la perfección la esencia de El mundo de ayer. Memorias de un europeo, posiblemente la obra más importante del escritor austríaco, una lectura absolutamente necesaria en estos tiempos de extremismos de vistoso envoltorio e indigesto, cuando no vacuo, contenido.
Stefan Zweig escribió aquella obra en el exilio, tras haber huido de la abominable Alemania nazi por su condición de judío, aunque él siempre considerara su judeidad como un mero accidente. Recibido con toda suerte de honores ―no hay que olvidar que Zweig saboreó en vida las mieles del éxito―, el escritor austríaco viajó por Argentina, Estados Unidos y Brasil para, finalmente, asentarse en este último país, al que dedicó uno de sus últimos trabajos, Brasil: un país de futuro, una obra que recogía su admiración por el éxito del país sudamericano en algo en lo que Europa, tras los advenimientos de los ismos y la caída del pluricultural Imperio Austrohúngaro ―admirado y amado por Zweig y, por cierto, odiado a muerte por Adolf Hitler―, había fracasado estrepitosamente, la integración, que no disolución, de diferentes culturas, religiones y razas.
Coproducida entre Austria, Alemania y Francia, Stefan Zweig: Adiós a Europa sigue los pasos de Zweig en su exilio y hasta su suicidio en 1942, cuando, en pleno fragor de la Segunda Guerra Mundial, convencido de que el rico patrimonio intelectual europeo iba a ser aniquilado por el nazismo, ingeriría una cápsula de cianuro, el mismo método que, curiosamente, emplearían, pocos años más tarde, algunos de los más famosos criminales nazis ante la inminente caída de Alemania frente a las fuerzas aliadas.
Stefan Zweig: Adiós a Europa, dirigida por una actriz alemana de amplia trayectoria, no es, afortunadamente, un biopic al uso y prescinde, por tanto, de los elementos más comunes de este subgénero cinematográfico, a saber, drama desaforado articulado a partir de un guion folletinesco, servido con una banda sonora de notas grandilocuentes, e interpretaciones rayanas, en ocasiones, en la más bochornosa sobreactuación. El film de Schrader es, por el contrario, una de esas rara avis procedentes de Europa que, de vez en cuando, los distribuidores tienen a bien proyectar en las cada vez más escasas salas de arte y ensayo.
Contenida, sin resultar fría, sutil y elegante, Stefan Zweig: Adiós a Europa se articula por episodios, ambientados en diferentes localizaciones, que se anuncian cual si de un primer capítulo o título de un libro se tratara. Entre los ingredientes más excelsos del filme se hallan la capacidad de síntesis de su autora, un guion trufado de inteligentes diálogos, la arriesgada, pero acertada, apuesta por la ausencia de banda sonora, la gran interpretación de sus principales protagonistas y, sobre todo, la apuesta visual de la cineasta alemana, que regala al espectador algunas escenas de una sensibilidad desbordante, como la que muestra a un Zweig contenido, pero al borde del llanto, cuando asiste a una interpretación muy sui generis de El Danubio azul ejecutada por una banda de músicos brasileños y, sobre todo, la visión del escenario de su suicidio, visto a través del reflejo en un espejo, ante el que pasan los dolientes amigos del escritor que, en su lengua y religión ―especialmente conmovedoras resultan la plegarias judías y cristianas ante el lecho de muerte de Zweig―, expresan el dolor por la pérdida de una de las mentes más preclaras del siglo XX, un humanista que, a pesar de negarse a pronunciarse en público contra el nazismo ―al que sí condenaría enérgicamente en su obra―, ayudó a exiliarse, con dinero y contactos, a algunos de los intelectuales que en Europa se habían mostrado más críticos con su trabajo, cuando no hostiles hacia su persona.
Film, en definitiva, de imprescindible visionado en los tiempos que corren, Stefan Zweig: Adiós a Europa es una de esas obras que se paladean con fruición y se disfrutan, más si cabe, con el paso de los días.
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