23 de octubre de 2019

El buen hijo

Carátula de la novela

Harto del férreo control ejercido por su madre y deseoso de librarse de los terribles efectos secundarios de su medicación para la epilepsia, Yu-Jin, un joven estudiante a punto de iniciar una carrera universitaria, abandona por unos días su tratamiento. Una mañana, tras haber tomado y ejecutado esa decisión, que se revelará trascendental, Yu-Jin se despierta con un fuerte y penetrante olor. Inquieto, abandona su habitación y desciende por las escaleras a la planta baja del apartamento que comparte con su madre y su hermano. Una vez abajo, hallará el cadáver de su madre en un enorme charco de sangre. La mujer ha sido degollada y Yu-Jin tan sólo puede recordar en ese momento que su madre gritó su nombre la noche anterior, pero es incapaz de discernir si fue pidiendo su ayuda o bien intentando zafarse del ataque de su propio hijo.

Este es el inquietante arranque de El buen hijo, obra de la escritora coreana You-Jeong Jeong, célebre en su país de origen por sus novelas de suspense e intriga, lo que la ha llevado a ser bautizada como la Stephen King coreana.

Narrada en primera persona y con un ritmo pausado, El buen hijo es, sin duda alguna, una de las novelas más perturbadoras que se han escrito en años recientes, si bien también podrían aplicársele otros adjetivos igualmente acertados como los de escalofriante, retorcida, oscura hasta parecer siniestra, emocionante, adictiva y, sobre todo, claustrofóbica.

Una de las mejores bazas con las que juega Jeong para urdir su trama radica precisamente en su elección de narrar en primera persona, lo que de por sí ya imprime un gran grado de subjetividad en la historia desarrollada. Que ese narrador, además, sea un enfermo que ha dejado su medicación, y que alegue sufrir grandes lagunas en su memoria, lleva al lector a preguntarse todo el tiempo, de principio a fin, si realmente está asistiendo a una narración sincera con un personaje con el que podría llegar a empatizar o si, por el contrario, está siendo objeto de un elaborado ejercicio de manipulación.

Jeong opta también por una narración lineal, aunque salpicada con numerosos flashbacks, episodios que se asumen como pura fantasía debido a la enfermedad de su protagonista, alucinaciones varias y los extractos de un diario escrito por la víctima. 

La escritora coreana sabe además jugar muy bien con el lector, conduciéndolo hacia un rumbo que parece intuirse para dar un frenazo y conducir en dirección contraria, propiciando que el desarrollo y desenlace sean impredecibles hasta el final.

Narrada con elegancia, refinamiento e intensidad, El buen hijo va mucho más allá, sin embargo, de una novela negra al uso. De hecho, la precisión clínica con la que Jeong disecciona a sus personajes sirve para lograr un análisis único en las relaciones entre hermanos y, especialmente, entre una madre supuestamente dominante y su hijo enfermo.

El buen hijo, en definitiva, no va a dejar indiferente a ningún fan de novela negra. Los no aficionados al género deberían, sin embargo, darle una oportunidad a esta escritora que, curtida en el campo de la psicología, regala al lector más exigente una excelente obra en la que la condición humana y las relaciones sociales, especialmente las familiares, se abordan con una maestría encomiable.

Por último, cabría señalar que esta irrupción coreana en el campo del thriller literario también supone una auténtica bocanada de aire fresco tras años de éxito continuado de los autores de origen escandinavo.


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