29 de mayo de 2019

Juego de tronos. Final fallido



Fuente: Wikipedia

La pasada semana concluía, tras ocho temporadas, una de las series más aclamadas de todos los tiempos, Juego de tronos. Su desenlace, sin embargo, y sus últimos seis capítulos han sido criticados de manera implacable, casi cainita, por una parte considerable de las legiones de fans que se agrupan a lo largo y ancho del mundo, hasta el punto de haberse recogido firmas para que los creadores de la serie rehicieran la última temporada y ofrecieran a los espectadores un final distinto.


Tráiler del último episodio de la serie

Si bien es cierto que una serie tan dilatada en el tiempo, casi una década, ¡nada menos!, y con un volumen tal de seguidores no podía tener un desenlace que satisficiera a todo el mundo por igual –¿cuántas series, de hecho, no han decepcionado con sus conclusiones a sus fans? ¿alguien recuerda las reacciones ante el final de Lost?–, el peor error de los creadores de Juego de Tronos en su última temporada ha radicado en no saber mantener los aciertos que hicieran de ella una serie de culto.

Más allá de su formato épico, sustentado en la magnificencia fílmica de buena parte de su metraje, en sus cuidadas y bien ejecutadas escenas de batallas o en sus efectos especiales, utilizados, a la sazón, en su justa medida, Juego de Tronos resultó deslumbrante durante siete temporadas por su práctica ausencia de contenido de relleno –ese que hace que los hilos argumentales se multipliquen ad aeternum sin más fin que el de rentabilizar el producto mediante su alargamiento en el tiempo– y, sobre todo, por su ritmo narrativo, sus elaboradas tramas y subtramas y, especialmente, por sus trabajadísimos diálogos, que consiguieron dotar a los personajes, principales y secundarios, con una hondura psicológica que trascendía la pantalla.

Sin traicionar por completo la esencia de la serie, la octava temporada carece del esplendor fílmico presente en los 67 anteriores capítulos, si bien sí nos ha regalado para la posteridad escenas de una belleza cinematográfica incuestionable. 

A pesar de esto último, en la última entrega de Juego de Tronos se echa enormemente de menos el tono narrativo que imperara en la séptima temporada, magnificente y épica y, muy posiblemente, la mejor de la serie. En este último tramo, lamentablemente, se constata un incomprensible apresuramiento por finalizar la historia, que no sólo rompe su ritmo narrativo, sino que acelera acontecimientos que deberían haberse tratado de una forma muy distinta para que encajaran con la complejidad de unos personajes que nunca fueron planos, sino, por el contrario, sumamente complejos y sujetos, como todo ser humano, a una evolución asociada al paso de los años y a acontecimientos vitales de especial relevancia.

Ese empecinamiento por finalizar en pocos capítulos una historia sumamente elaborada y cuidada en sus más mínimos detalles afecta sobremanera a uno de sus principales protagonistas, Daenerys Targaryen. No resulta en absoluto descabellado que la hija del rey loco acabe heredando el ansia de venganza de su progenitor, pero sí que lo haga de forma tan acelerada, lo que le resta credibilidad a la historia y nos lleva a preguntarnos qué hubiera pasado si los creadores hubiesen dividido la trama de estos seis capítulos en dos temporadas o, en su defecto, hubieran apostado por capítulos más largos, como ya pasara en la séptima temporada de la serie.

Mención aparte merece que dos líneas argumentales tan interesantes como el origen y posible destino de Jon Snow y el papel de los caminantes blancos, auténticos Macguffins de toda la serie, tengan un desenlace que desentona por completo con lo que se había apuntado no sólo en las temporadas anteriores, sino en los propios teasers y tráilers de la última entrega.


Uno de los teasers de la octava temporada

Tampoco cabría olvidar que, en relación con este último punto, especialmente el relacionado con los misteriosos caminantes blancos, que fue el leif motiv de la penúltima temporada, queden tantos interrogantes sin responder.

Final fallido, si bien no totalmente malogrado, el desenlace de Juego de Tronos desmerece el conjunto de una historia que, por sus muchos aciertos e imaginación desbordante, se constituye como una de las mejores series jamás rodadas. Afortunadamente, sin embargo, ahora que el creador de la serie, George R. R. Martin, ha afirmado que su historia finalizará de forma distinta en su último libro, siempre nos queda la esperanza de que podamos resarcirnos de semejante decepción.


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