En 1895, el último y malogrado zar, Nicolás II, inauguraba en San Petersburgo el Museo Estatal Ruso, una prestigiosa institución que hoy acoge la mayor colección de arte ruso del mundo, abarcando períodos y movimientos artísticos muy diversos. Con el paso del tiempo, además, el museo no solo ha logrado ir aumentando su riquísimo fondo, sino que se ha convertido en un centro científico y metodológico de referencia.
Como tantos espacios museísticos de renombre internacional, también el Museo Estatal Ruso ha apostado por la internacionalización de parte de su fondo y para ello ha escogido la ciudad de Málaga, lo que, junto a su ya de por sí amplia oferta cultural y museística y a la inauguración, en el mismo año, 2015, del Centro Pompidou en una de sus más emblemáticas zonas, ha propiciado que la capital andaluza sea hoy día un destino privilegiado para el visitante amante del arte y la cultura.
No demasiado cerca del centro histórico de la ciudad, aunque albergado en el edificio de la Tabacalera, una notable edificación de estilo regionalista erigida en los años veinte del pasado siglo, el Museo Estatal Ruso cuenta en Málaga con una notable infraestructura ―2300 metros cuadrados distribuidos en amplios y diáfanos espacios expositivos, salas de proyección, talleres infantiles, sala de lectura y una sede del Museo Virtual―, que permite llevar a cabo una importante programación cultural en la que destacan sus interesantes conferencias, la emisión de films relacionados con la temática del museo y eventos literarios y musicales.
No obstante, y al igual que otras importantes instituciones artísticas asentadas en el extranjero, el Museo Estatal Ruso no cuenta con un fondo permanente, sino con colecciones que se renuevan cada dos años y que se complementan con exposiciones temporales.
Actualmente, y hasta el 5 de febrero, puede visitarse Las cuatro estaciones del arte ruso, la segunda exposición anual del museo, que reúne más de 80 obras pictóricas facturadas entre los siglos XVIII y XX e inspiradas en el bello paisaje ruso. Entre esas piezas destacan trabajos de autores como Serov, Shishkin, Levitan o Deineka, a lo que habría que añadir cuatro vídeo creaciones en las que se muestra la exuberante belleza de esos paisajes que tan bien supusieron captar, en sus más mínimos y sutiles detalles durante las diferentes estaciones del año, los grandes maestros de la pintura rusa.
También hasta el día 5 de febrero pueden verse las tres exposiciones temporales ahora en curso, Chagall y sus contemporáneos rusos ―una excepcional muestra que reúne el trabajo del célebre pintor durante su etapa parisina y sus años posteriores en Bielorrusia, relacionando, además, su obra con la de grandes artistas judíos coetáneos―, Cervantes en el arte ruso ―un fascinante recorrido que muestra cómo han retratado los ilustradores rusos, a lo largo del tiempo y en numerosas ediciones, a los más famosos personajes surgidos de la pluma cervantina, Sancho Panza y el inolvidable hidalgo Don Quijote―y Resistencia, tradición y apertura. Arte ruso de las ultimas 4 décadas―un absolutamente enriquecedor recorrido por el llamado arte inconformista, cuyo desarrollo se remonta a 1953, año del fallecimiento de Stalin, y por las diferentes tendencias artísticas gestadas a finales del pasado siglo y durante el nuevo milenio.
Sin embargo, este magnífico espacio museístico no sólo destaca por las obras mostradas y por la excelente distribución de las mismas, en un diseño concebido al amparo de las más modernas tendencias expositivas, sino por el sabio uso que de las nuevas tecnologías hacen sus gestores, destacando especialmente los códigos QR colocados en las cartelas de las piezas, que remiten a enlaces en los que se incluye la obra consultada ―fechada e indicando la técnica empleada― y profusa información, en inglés, sobre la contextualización de aquélla y la biografía de su autor.
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