10 de junio de 2014

Una exposición única en un lugar sin par


Autor: Un Mundo Cultural
Construido en un tiempo récord y a instancias de la reina Elisenda de Montcada y su esposo, el rey Jaume II, el Real Monasterio de Santa María de Pedralbes fue inaugurado un 3 de mayo de 1327.

Espacio dedicado a la oración, el monasterio fue también, casi desde el mismo momento en el que abriera por primera vez sus puertas, una suerte de pequeño museo, pues muchas de las primeras monjas que en él residieron provenían de familias acaudaladas que las dotaron, a pesar de la vida de recogimiento escogida, con numerosos y caros objetos, hoy considerados piezas de arte.

Muchos de aquellos objetos han llegado intactos a nuestros días y gran parte de ellos pueden hoy contemplarse en el Museo de Historia de la Ciudad, institución de la que, desde finales del pasado siglo, forma parte esta joya del gótico catalán.

Declarado Monumento Artístico Nacional en 1931, el Real Monasterio de Santa María de Pedralbes fue confiscado en 1936 por la Generalitat para utilizarlo, durante la Guerra Civil (1936-1939), como el almacén en el que se salvaguardó e inventarió un número considerable de obras de importantísimo valor artístico, cultural e histórico. En 1938, además, el fabuloso complejo arquitectónico se acabaría convirtiendo en la sede del Archivo Histórico General de Catalunya.

Autor: Un Mundo Cultural
Tan apasionante historia ha sido recogida en Patrimonio en tiempo de guerra, una exposición que, muy acertadamente, se halla albergada en el propio monasterio y que, profusa en información, rinde además tributo a aquellos personajes que jugaron un destacado papel en aquella operación que, en plena contienda bélica, salvaguardó de la destrucción y/o del pillaje, una parte importante del patrimonio cultural y artístico del país.

Desde el punto de vista expositivo, cabría señalar la propia estructuración de la muestra, dividida en cuatro ámbitos diferenciados y escenificada en otros tantos espacios, aquellas estancias del monasterio que jugaron un destacado papel en ese episodio de su historia y que consiguen retrotraer al visitante a otro tiempo, gracias, sobre todo, a una ambientación que incluye reproducciones de las cajas que debieron transportar las obras artísticas y fotografías tomadas en la época y que, reproducidas a gran tamaño, muestran un cenobio repleto a rebosar de libros, muebles, cajas y documentos.

No obstante, y si bien todos los espacios de la exposición consiguen esa lograda ambientación, la Sala Capitular –centrada en El Archivo Histórico General de Cataluña- y el Refectorio –que gira en torno a la temática de Tiempo de agitación. Cambios en la cotidianidad-, son las estancias más interesantes a nivel expositivo.

A pesar de todo ello y de que desde el punto de vista del contenido Patrimonio en tiempo de guerra resulta una muestra ejemplar, en su puesta en escena se echa a faltar un mayor peso del formato audiovisual y, sobre todo, una apuesta más decidida por las nuevas tecnologías –como el uso de pantallas interactivas o códigos QR por poner sólo un ejemplo.

En cualquier caso, Patrimonio en tiempo de guerra resulta ser una exposición única en un lugar sin par, por lo que se constituye como una visita obligadísima para todos aquellos amantes de la historia, la cultura y el arte.


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