Portada Surcos del Azar. Editorial Astiberri |
Poco antes de las diez de la noche del día 24 de agosto de 1944, los tanques de los Aliados entraban en París y daban inicio a la liberación de la ciudad. Como muestran diversos documentos gráficos tomados durante ese hito histórico, la casi totalidad de aquellos carros de combate lucían nombres de ciudades españolas. Un hecho éste en absoluto extraño, pues aquel primer destacamento aliado estaba constituido por La Nueve, una compañía que, aun formando parte de la División Leclerc, estaba compuesta casi íntegramente por republicanos españoles exiliados.
A pesar de su destacadísimo papel en la toma de París, La Nueve se ha visto largamente opacada por la historiografía gala –poco dada a reconocer la enorme presencia extranjera, especialmente española, en las filas de la llamada Resistencia Francesa- e ignorada por los historiadores españoles hasta la caída del largo régimen franquista.
Con el fin de rendir un muy personal tributo a todos aquellos exiliados que soñaron con liberar al Viejo Continente de las garras del fascismo, Paco Roca se embarcó hace unos años en la creación de la que muy posiblemente sea su mejor obra hasta la fecha, Los surcos del azar.
Enmarcada durante la Segunda Guerra Mundial y con la contienda fratricida española de trasfondo, la última novela gráfica del aclamado historietista valenciano se inicia con un episodio histórico acaecido en el puerto de Alicante el 28 de marzo de 1939, cuando el buque carbonero de bandera británica Stanbrook llevó a cabo, a cuatro días del final de la Guerra Civil Española, la evacuación de más de dos mil quinientos republicanos.
A lo largo de toda su obra, Roca sigue los pasos de muchos de aquellos refugiados que, tras llegar a Argelia –entonces colonia francesa- fueron conducidos a un campo de trabajo en pleno desierto del Sáhara, para, más tarde, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, convertirse en mano de obra forzosa.
Articulada a base de numerosos flashbacks y coprotagonizada por su propio autor, Los surcos del azar contiene numerosos pasajes que evocan poderosamente el formato del documental cinematográfico, lo que redunda, aún más si cabe, en el gran verismo que exhala toda la obra, resultado, sin duda, de un intenso trabajo previo de documentación histórica. De hecho, no sería en absoluto osado indicar que Los surcos del azar se constituye como un notable aporte a la microhistoria, esa tendencia historiográfica que, partiendo de fuentes poco tradicionales, como los testimonios de personajes anónimos o incluso ficticios –sería el caso de Miguel Ruiz, el hilo conductor de la presente obra-, aborda y analiza diferentes hechos históricos.
Con su excelente ritmo narrativo y una magnífica composición de viñetas divididas en dos tonalidades de colores –gama de oscuros y grisáceos para las escenas que trascurren en el pasado, y blanco y negro, con cierto toque a sepia, para las enmarcadas en el presente-, Los surcos del azar confirma que Roca no es sólo un dibujante virtuoso, sino uno de los mejores narradores de novela gráfica actuales. A lo que habría que añadir su talante poético, presente en todas sus obras y especialmente en ésta, con momentos tan emotivos y contenidos como el que describe la huída a Francia del gran Antonio Machado, autor del precioso verso ¿Para qué llamar caminos a los surcos del azar?, perteneciente a sus Proverbios y cantares y fuente de inspiración para el título de esta novela gráfica.
Los surcos del azar es, en definitiva, una obra de más que recomendable lectura en un país como España, tan desmemoriado y tan dado a expulsar a sus ciudadanos, ya sea por motivos políticos y/o económicos.
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