Fuente: Norma Editorial |
En activo desde 1998, el historietista francés Cyril Pedrosa no se dio a conocer por estos lares hasta hace poco más de un lustro, cuando Norma Editorial publicó por primera vez una de sus obras en solitario, la muy celebrada Tres sombras.
Pocos años después se editaría en castellano el que, hasta la fecha, es su último trabajo, Portugal, una obra que ha llegado precedida por el gran éxito cosechado entre el público galo y por los prestigiosos galardones de los que ha sido merecedora y entre los que destacan el Premio Fnac 2012 y el Angoulême 2012.
Escenificada en Francia y en el país luso, Portugal narra las peripecias de Simon Muchat, un historietista y una suerte de alter ego del propio autor que, en plena crisis creativa y personal, acabará reencontrando, en la tierra de sus ancestros, la inspiración y el sentido de su existencia.
Pedrosa, que comparte con su protagonista su condición de nieto de inmigrantes portugueses, divide su obra en tres partes que, por contenido argumental y por el diferente colorido de sus viñetas, casi se podría decir que tienen entidad propia. Así, en la primera parte predomina un tono sepia en los pasajes donde se abordan algunos episodios de la infancia del protagonista y uno más amarillento y sumamente apagado para plasmar el incierto presente de aquél. En la segunda parte, por el contrario, impera el gris –lo que acentúa el estado casi depresivo de Muchat- y en la tercera, plenamente escenificada en Portugal, reinan la luminosidad y los vivos colores.
No obstante, como los estados emocionales no están exentos de los más variados matices, Pedrosa, además, se vale de unos mismos colores –especialmente el verde y la gama de los marrones y granates- para reflejar los estados en los que más perdido o confuso se halla su protagonista.
A ese dominio magistral del uso del color hay que sumar un dibujo de trazo elegante, bien definido y muy cuidado que confiere a cada uno de los personajes una personalidad muy concreta, amén de un gran realismo.
Portugal no está exenta, sin embargo, de algunos elementos que, si bien no tienen suficiente enjundia como para ser calificados como sombras, sí pueden condicionar, para algunos lectores, el resultado final de la obra.
Entre esos puntos cabe mencionar algunos de los momentos protagonizados por la familia de Muchat, unos pasajes que no sólo resultan un tanto caóticos e, incluso, impelen a una segunda lectura para esclarecer los vínculos que unen a sus miembros, sino que opacan el verdadero hilo argumental de la historia, que no es otro que el ya señalado bloqueo creativo y emocional padecido por su protagonista.
También se echa de menos que la narración no centre más su desarrollo en el país luso –de hecho, poco más de un tercio de la obra transcurre en Portugal- y que la edición española en papel no haya contado con un formato más cómodo para el lector.
En cualquier caso, Portugal es, sin duda, una obra de obligada lectura para cualquier amante del Noveno Arte, especialmente si se estiman las historias de corte emotivo e intimista que, a pesar de versar sobre una temática mil veces abordada, cuentan con los suficientes méritos para convertirse en auténticos clásicos de la novela gráfica.
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