Hace ahora 33 años, Ridley Scott facturó uno de los films de ciencia ficción más valorados de la historia del cine. No es por ello extraño que el rodaje y postproducción de la nueva obra del director británico, una película que, a todas luces, parecía ser una precuela de Alien, haya creado tantísima expectación, máxime cuando los vídeos promocionales de Prometheus, a cual más impactante, prometían al espectador toda una experiencia visual a la altura del terrorífico y mítico film estrenado en 1979.
Lamentablemente, la decepción más absoluta hace mella en el espectador poco después de iniciado el metraje, ya que Prometheus – un título que pretende enlazar con la mitología griega – cuenta con un guión que hace aguas por todas partes y que presenta más agujeros que un queso de gruyere, abriendo diferentes hilos argumentales que dejan cabos sueltos por doquier, tratando de engañar al espectador con escenas más que manidas – las primeras bajas en la tripulación son prácticamente de chiste -, presentando personajes prácticamente planos que actúan de forma muy diferente a lo que apuntan sus palabras… En fin, un despropósito tras otro al que habría que añadir que se parte de una aproximación histórica demencial, que mezcla, alegremente y sin pudor alguno, diferentes períodos históricos y culturas lejanas entre sí, intentando con ello dar a entender que nuestros más remotos antepasados tenían más claves que los hombres del siglo XXI para responder a las preguntas más antiguas y enigmáticas de la humanidad.
Además, y por si las insuficiencias del guión no fueran pocas, Prometheus se ha valido de una banda sonora con claras reminiscencias a película de aventuras de Spielberg - ¡¿qué ha sido de la impresionante música que acompaña el corte promocional más impactante del film?! –, lo que lastra, más si cabe, el desarrollo de una historia que se pretende grandiosa.
Sería injusto, eso sí, obviar los puntos positivos del último trabajo de Ridley Scott, pues Prometheus ha contado con una acertada elección en un casting donde brilla, como ya nos tiene acostumbrados, el sin par Michael Fassbender, quien, con su estudiado lenguaje corporal y la amplia gama de sutiles expresiones que su rostro tan bien sabe reflejar, muestra, una vez más, que el suyo es un talento portentoso.
Interesante también resulta el planteamiento de la obsesión del magnate Weyland – el personaje que corre con todos los gastos de la expedición – por huir de la muerte a cualquier precio. No obstante, tan sugerente tema - ¿no son, en general, las obras de ciencia ficción un intento de dar respuesta a los grandes enigmas de la humanidad? – queda reducido a un mero esbozo que no halla en el guión que lo sustenta una congruencia mínima, aunque esté claramente concebido con afán de continuidad, lo cual dependerá, por supuesto, del éxito de Prometheus en taquilla.
Es evidente que un director de cine no tiene porqué ser un historiador o un científico, pero sí debe ser o, al menos, contar con un guionista eficiente. Los errores históricos o científicos se hubieran podido perdonar de haber contado Prometheus con un guión inteligente en cuanto a coherencia y pulso narrativo y, sobre todo, si se hubiera prescindido de esa insana grandilocuencia, supuestamente mística, de la que hace gala el film.
En fin, quien espere hallar en Prometheus al autor de Alien o Gladiator – que, por cierto, estaba repleta de inexactitudes y errores históricos pero contaba con un excelente pulso narrativo – va a abandonar la sala tremendamente decepcionado.
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