15 de agosto de 2012

Némesis. Una lectura absolutamente sublime


Dedicado a nuestro querido tío José Fortes Fortes, Doctor en Griego y profesor jubilado de Lingüística Indoeuropea de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), una mente preclara y brillante como pocas y un ser humano absolutamente excepcional.
Te queremos. Te añoramos. Sònia y Rosa


Los ecos de una contienda lejana geográficamente – la Segunda Guerra Mundial – empiezan a diluirse en el caluroso verano de 1.944 cuando Estados Unidos sufre una de las más virulentas epidemias de poliomielitis de su historia. La enfermedad – cuya vacuna se crearía diez años más tarde – hace estragos en la localidad de Newmark, Nueva Jersey, principalmente en la zona judía.

Partiendo de este hilo argumental, Philip Roth regala a sus incondicionales una lectura sublime, una obra articulada en tres actos y escrita en un rico estilo narrativo, sutil y conciso, que huye por completo del drama más desaforado al que fácilmente podría prestarse una historia centrada en una enfermedad especialmente cruel para con los niños, a los que arrebataba la vida en un suspiro o condenaba a una invalidez permanente.

Sin embargo, más que una crónica pormenorizada de una enfermedad cuyo origen apenas si se intuía entonces, Némesis es, ante todo, una profunda reflexión sobre la autodestrucción generada por un sentimiento de culpa llevado al extremo y una historia que interpela al lector con numerosas preguntas que el escritor norteamericano no quiere, o no puede, contestar.

La narración de Roth se centra en un momento muy concreto en la vida de su principal personaje, el joven instructor deportivo Bucky Cantor, un huérfano educado por su abuelo materno en el convencimiento de que el instinto de superación y unos sólidos principios morales son los únicos asideros viables para hacer frente a los inevitables embates de la vida. Unos principios que se resquebrajarán al ahondarse su sentimiento de culpa – arraigado desde edad temprana al saberse responsable involuntario del fallecimiento de su madre – cuando no pueda acudir, junto a sus amigos de la infancia, al frente europeo para luchar contra la barbarie del nazismo y deba, en consecuencia, quedarse en su ciudad, donde, impotente, habrá de asistir a la muerte de alguno de sus alumnos.

El sentimiento de culpa de su protagonista también permitirá a Roth abordar las miserias humanas – odio, rencor, incomprensión, racismo – de las que puede hacer gala el ser humano ante una enfermedad que se revela como un enemigo desconocido e implacable, lo que impele al lector a no pocas reflexiones sobre el significado de la vida – es absolutamente prodigiosa la escena final del libro, que no revelaremos, si se contrapone a todo lo que antecede – y algo tan intrínseco a ésta como la propia muerte.

No menos interesante resulta la reflexión sobre la misericordia de Dios o su propia existencia, que Roth expone a través de su personaje, quien, mostrando un odio exacerbado, se proclamará ateo, aunque su actitud - alejada por completo de la usual indiferencia del agnóstico- no pueda ocultar que, tras su categórica negación, se oculta un creyente profundamente decepcionado ante un Hacedor cuyos designios inescrutables no entiende ni mucho menos comparte.

Némesis es, en definitiva, una obra exquisita, profunda y hermosa que pone de manifiesto, una vez más – y esperemos que sigan siendo muchas, muchísimas más –, el enorme talento narrativo de un maestro de virtuosa pluma y un retratista humano de portentoso talento.  No tarde demasiado, Sr. Roth, en regalarnos una obra tan magistral como la que nos ocupa. 


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