Desde el pasado 14 de marzo y hasta el próximo 2 de junio puede visitarse en Barcelona Meet the Vincent van Gogh experience, la que es, sin duda alguna, una de las exposiciones más espectaculares que este año podrán verse en Europa. De hecho, tras su paso por Shanghái el pasado año, es ésta la primera vez que esta inigualable muestra se exhibe en el Viejo Continente y cuando finalice esta etapa barcelonesa volverá de nuevo a Asia, concretamente a Seúl.
Albergada en una gran carpa sita en el Port Vell, Meet the Vincent van Gogh experience es obra del Museo Van Gogh de Ámsterdam, un espacio museístico que, fundado por los descendientes de Theo Van Gogh, figura clave en la trayectoria artística de su hermano Vincent, recibe cada año una media de dos millones de visitantes. Ese interés por el pintor neerlandés –que ha dado pie al rodaje de films recientes centrados en su vida y obra, como la experimental Loving Vincent y el biopic protagonizado por Willem Dafoe, Van Gogh, a las puertas de la eternidad–, unido al hecho de que el traslado de sus obras resulte sumamente dificultoso, ha propiciado la gestación de este proyecto museístico, absolutamente innovador, que pretende acercarse a un público extenso y heterogéneo.
Meet the Vincent van Gogh experience es, de hecho, una auténtica e inigualable experiencia multisensorial que permite conocer mejor a uno de los pintores más extraordinarios de todos los tiempos, un artista que en vida sólo vendió un cuadro pero que en la actualidad es el favorito de muchos coleccionistas, capaces de pagar cifras estratosféricas por aquellas de sus obras que han permanecido en colecciones privadas y han salido a la venta.
Para dar cabida a esta muestra expositiva en Barcelona, se ha contado con una carpa de 1500 metros cuadrados dividida en seis espacios, cuyo recorrido, siguiendo un criterio cronológico, proporciona al visitante numerosos datos biográficos del artista neerlandés, de los lugares en los que residió tras abandonar su país y de las personas más importantes de su vida, como su hermano Theo, su principal apoyo, o la esposa de éste, Jo Bonger, gracias a cuya labor inestimable hoy día se puede analizar la estrecha relación que unió a ambos hermanos y que quedó reflejada en una profusa correspondencia, presente en esta exposición, que Bonger conservaría y daría a conocer en los años sucesivos a la muerte de ambos hermanos.
Lo más sorprendente de esta exposición radica en el hecho, en absoluto baladí, de que no cuente con una sola obra original y sí, por el contrario, con numerosas reproducciones de las pinturas de Van Gogh en diversos formatos y medios, como proyecciones a escala real, reproducciones en 3D a tamaño original, fotografías, vídeos, animaciones interactivas y multimedia, paneles retroiluminados, amén de fragmentos de más de 800 cartas y decorados teatrales, que incluyen elementos significativos de la vida y obra del artista neerlandés, como la famosa habitación que Van Gogh inmortalizara con sus pinceles, el emblemático café Le Tambourin, la casa amarilla de Arlés, el Hospital de Saint-Rémy, donde estuviera internado, o un campo de trigo en el que, tras escucharse el disparo con el que Van Gogh acabó con su vida, una bandada de cuervos alzan el vuelo y acaban componiendo una de las más bellas obras del malogrado pintor neerlandés, Trigal con cuervos (1890).
Durante todo el recorrido de esta fascinante exposición, que dura unos noventa minutos, sus artífices animan, mediante múltiples indicaciones, a que los visitantes tomen fotos y toquen las obras o ampliaciones de fragmentos de las mismas –algunos de esos fragmentos también pueden apreciarse en detalle gracias al uso de un microscopio colocado en una de las salas. La visita se sigue, además, con el uso de una audioguía que, incluida en el precio de la entrada, se activa automáticamente cada vez que el visitante se acerca a un punto de interés.
Excelsa en su concepción y ejecución, los únicos puntos negativos que podrían achacarse a esta exposición son una excesiva afluencia de público, que no permite disfrutar al cien por cien de la experiencia, y el sistema de audioguía, que requiere de una imperiosa mejora –durante nuestra visita las grabaciones se activaban tarde o mal. De lo que no cabe duda, en cualquier caso, es de que Meet the Vincent van Gogh experience plantea una nueva forma de acercarse al arte sin la necesidad de exponer obras originales, lo que no sólo promueve la preservación de aquéllas, al ahorrar los riesgos que supone todo traslado, sino que también brinda la oportunidad de acercarse al trabajo de un artista sin necesidad de desplazarse y, lo más importante, en un futuro permitiría poder contemplar de cerca las numerosísimas obras de arte que hoy se hallan en manos privadas o bien agrupar trabajos que se encuentran en espacios museísticos muy distantes desde el punto de vista geográfico, lo que podría dar pie a los criterios expositivos más diversos ¡y osados!.
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