2 de enero de 2019

Nowa huta



Dedicado a nuestra querida Linda. Tu existencia fue un regalo

  
No son pocos los alicientes que ofrece Cracovia a los amantes de la cultura y la historia. Muchas veces, sin embargo, la falta de tiempo o una mala planificación alejan a los visitantes de la antigua capital de Polonia de Nowa Huta, un barrio hoy de moda que en su día, con sus amplias avenidas, edificios funcionales, ciclópeas esculturas y su tonalidad grisácea –un tanto suavizada, no obstante, por amplias zonas verdes y parterres de flores ̶  es una de las mejores muestras del diseño urbano comunista.

Acceso a la antigua acería. Autor: Un Mundo Cultural

De hecho, concebida por el gobierno polaco como un ejemplo del modelo soviético y, por ende, alejada por completo de Cracovia  ̶ urbe que cobija monumentos históricos de incalculable valor, hogar, hoy y entonces, de numerosos artistas e intelectuales y donde, al igual que el resto del país eslavo, tenía cabida una religiosidad fervorosa ̶ , Nowa Huta fue construida entre 1949 y 1959 por sus propios habitantes, ciudadanos llegados del resto del país atraídos por la promesa de una vivienda y un empleo en la acería en torno a la cual se erigiría la nueva ciudad.

Avenida de las Rosas. Autor: Un Mundo Cultural

En un principio, Nowa Huta debía acoger a cien mil habitantes, pero la llegada masiva de obreros, que huían de las zonas sumidas por escombros de un país recién salido de la guerra, propició que la nueva ciudad se anexionara en unos pocos años a Cracovia, creciera de forma desmedida y se abandonara un diseño que, aún de corte netamente comunista, se inspiraba en el trazado radial parisino.

A pesar, sin embargo, del empeño de las autoridades soviéticas por convertir la nueva ciudad en un ejemplo de gran urbe comunista, Nowa Huta se convirtió muy pronto en escenario de numerosas huelgas, levantamientos y protestas, la mayor parte de ellas auspiciadas por el Movimiento Solidaridad, una confederación sindical creada en los años ochenta de pasado siglo que, actuando en la clandestinidad, se convirtió en la bestia negra del comunismo en Polonia. Entre las más famosas protestas cabría destacar la relacionada con la construcción de una iglesia, pues Nowa Huta fue concebida como una ciudad sin religión, algo que no deja de sorprender en un país tan profundamente católico como Polonia y que en este caso daría lugar a la construcción de una de las iglesias de más curiosa arquitectura de toda Europa.

No extraña, por tanto, que, tras la caída del comunismo, las calles de Nowa Huta empezaran a cambiar de nombre y los de Stalin y Lenin dejaran paso a los del Papa Juan Pablo II, a quien se venera en todo el país, o el de Ronald Reagan, figura muy estimada en Polonia. A ello habría que añadir la progresiva desaparición de los elementos más ostentosos del régimen, como una gigantesca estatua de Lenin, ubicada en una de las principales arterias de la nueva ciudad, que, tras permanecer unos años a la intemperie en un lugar cercano, fue adquirida por un coleccionista sueco que la acabó colocando en un parque de atracciones privado.

Réplica exacta de la derrocada estatua. Autor: Un Mundo Cultural

Dada la gran extensión del barrio -Nowa Huta se divide hoy en cinco distritos y alberga a unos 220.000 habitantes-, resulta más que recomendable acudir a un guía local para adentrarse por sus calles. Huyendo de los tours servidos por los operadores más comerciales, nosotras nos decantamos por Crazy Guides, una brillante iniciativa cultural, digna, de hecho, de uno de nuestros Investigadores Culturales, que se ha especializado en los tours más originales que hoy se ofrecen en Cracovia.

Un sin par Trabant. Autor: Un Mundo Cultural


Así pues, de la mano de una magnífica guía, Karolina, y a bordo de un Trabant, un vehículo emblemático de la era comunista, pudimos recorrer los principales puntos de la soñada urbe soviética. La primera parada fue la Avenida de las Rosas, donde pudimos apreciar la diferencia entre los bloques en los que vivían los obreros y los que ocupaban cargos relevantes del partido -no, el comunismo no abolió las clases sociales-, y donde, en un bar típico de la época, por el que no pasan los años y que cuenta con una réplica exacta de la derrocada estatua de Lenin, degustamos un vodka, incluido en el precio de la visita, mientras contemplábamos fotografías de la época. El resto del tour, principalmente en coche y siempre aderezado con las explicaciones de nuestra muy documentada guía, incluyó recalar en otros puntos emblemáticos, como la acería ArcelorMittal, la curiosa Iglesia del Arca del Señor o monumentos cuanto menos curiosos, entre los que destaca un tanque ubicado a pie de calle, justo frente a un edificio de viviendas.


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