12 de abril de 2016

Alice in Wonderland


Cartel de la exposición.. The British Library
Hace unas semanas aludíamos a una exposición londinense que prometía ser sumamente interesante, Alice in Wonderland, organizada por The British Library en el marco del 150 aniversario de la publicación de la obra homónima –Alicia en el País de las Maravillas, en su traducción al castellano–  del matemático y académico Lewis Caroll.

Fascinante en su contenido y puesta en escena, Alice in Wonderland cuenta con un fondo bibliotecario importantísimo, entre el que destaca el propio manuscrito original –de historia, por cierto, azarosa y que se explica en la exposición–, numerosos ejemplares de las ediciones sucesivas que de la obra se han ido publicando en el transcurso de este siglo y medio desde que fuera escrita –incluyendo una curiosa edición ilustrada por el mismísimo Salvador Dalí–, los dibujos del propio Caroll –en los que se percibe una fuerte influencia del movimiento prerrafaelita–, y, sobre todo, las que más famosas ilustraciones firmadas por John Tenniel, que convirtió a la Alicia morena del escritor británico en la niña rubia de vestido con delantal que años más tarde Walt Disney inmortalizaría, con su propia estética, en el celuloide animado.

Alicia por John Tenniel
No obstante, esta magnífica muestra no sólo se apea en el mundo del libro, sino que, en su cometido por mostrar la enorme influencia ejercida por la obra del escritor británico sobre otros autores y artistas a lo largo del tiempo y hasta nuestros días, va mucho más allá. Por ello, la exposición contiene el trabajo de numerosos creativos que, a través de su propia disciplina artística, han readaptado y reinterpretado este clásico literario del siglo XIX. Así, en la muestra pueden verse posters, visionar fragmentos de dos films –un largometraje de la era del cine silente rodado en 1903 y otro dirigido por el cineasta polaco Jan Svankmajer en 1988–, objetos diversos –decorativos, cartas de juego, elaboradas porcelanas…–, extractos de piezas musicales, videojuegos e, incluso, una original escultura de Alicia en la que se la muestra cayendo al agujero.

Si la presente exposición resulta excelsa no sólo se debe, sin embargo, a sus más que impresionantes piezas expuestas, sino a la original manera en que éstas se muestran al público.


Así, Alice in Wonderland se articula en torno a dos ejes. El primero, situado en el hall que se halla justo tras subir las escalinatas centrales de la biblioteca, obra a modo de introducción en una suerte de representación Op Art –estilo artístico que se vale de ilusiones ópticas–, que incluye ilustraciones clásicas en paneles iluminados y una señalética que remite poderosamente a la propia obra de Caroll –con referencia gráfica a la cola y sonrisa del gato Cheshire e indicaciones que hacen un guiño a los famosos carteles de Cómeme o Bébeme que permiten a Alicia crecer y encogerse a voluntad. Pasado ese espacio, se encuentra la sala expositiva, un área interior, aunque abierta al público –no existen puertas que deban franquearse para acceder a ella–, con una iluminación mucho más suave y una disposición acertadísima de las piezas, que se muestran pendidas en las paredes, en vitrinas iluminadas, pantallas que emiten extractos de los films anteriormente citados, una pantalla interactiva que permite escuchar piezas musicales inspiradas en la obra de Caroll o dos ordenadores que ofrecen a los visitantes la posibilidad de sumergirse en el universo de algunos videojuegos también inspirados en el ya clásico literario.

Deslumbrante y enriquecedora, Alice in Wonderland es una de esas exposiciones que ningún bibliófilo ni amante del arte y la literatura debiera perderse si tiene la oportunidad de hallarse en Londres estos días. Tenéis tiempo hasta el 17 de abril.




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