Hace treinta años nacía en Nueva York el movimiento de las Guerrilla Girls, un colectivo de artistas feministas que denunciaban la desigual presencia entre mujeres y hombres en el mundo del arte. Sus primeras acciones consistieron en desplegar, a lo largo y ancho de la ciudad de los rascacielos, numerosos posters en los que se ponía en evidencia aquel desequilibrio y en los que sus integrantes, ocultas tras una máscara de gorila, se presentaban por primera vez.
© Guerrilla Girls www.guerrillagirls.com Fuente: Guerrilla Girls |
Con el devenir del tiempo, este movimiento no sólo no se ha diluido, sino que ha conseguido diversificarse, llevando su lucha en pro de la igualdad a otros sectores creativos y despertando muchas simpatías entre mujeres pertenecientes al mundo de las artes y las letras.
Uniéndose a esa causa, la ensayista, poetisa y escritora estadounidense Siri Hustvedt se sumergió hace unos años en la redacción de su última novela publicada hasta la fecha, El mundo deslumbrante, un estimulante relato que, más allá de constituirse como un alegato feminista y todo un homenaje a aquellas mujeres que murieron sin ver reconocido su trabajo –como la escritora inglesa Margaret Cavendish a quien Hustvedt rinde tributo en el título-, resulta, por sus muchos aciertos, toda una exquisitez literaria que invita a más de una sosegada reflexión y, en consecuencia, a más de una lectura.
Ambientada en Nueva York, El mundo deslumbrante narra la historia de Harry Burden, una artista que lleva más de media vida intentando ver reconocido su trabajo. Llena de frustración pero también de inventiva, Burden ideará un complejo experimento para, con el concurso de tres jóvenes artistas, presentar su obra entre los círculos más selectos del mundo del arte en Nueva York y, una vez conseguido el éxito esperado, mostrar la misoginia de un sector dominado casi por completo por hombres. Tan elaborado plan acabará resultando, sin embargo, un auténtico fracaso cuando uno de los artistas niegue la autoría de Burden en la obra que él expusiera, acrecentando y exacerbando aún más, si cabe, el profundo sentimiento de frustración en el que la protagonista de Hustvedt se halla atrapada desde hace décadas.
Sembrada de citas de autores como Kierkegaard o Husserl, El mundo deslumbrante no sólo demuestra la vasta cultura de su autora –sin, cuestión en absoluto baladí, resultar pedante o pomposa en ningún momento-, sino su excelso savoir faire como escritora capaz de urdir un complejo y elaborado argumento e integrarlo a un discurso que dista mucho de ser tachado de panfletario o simplista.
El mundo deslumbrante se articula, de hecho, con una elaborada, cuidada y depurada prosa, un ritmo sosegado y sostenido y, sobre todo, una magnífica estructura narrativa construida a partir de un falso trabajo académico con tintes periodísticos.
Esa apuesta por partir de un supuesto investigador –del que, por cierto, nunca se llega a saber si es hombre o mujer- servirá a Huvstedt para servir una increíble deconstrucción de su personaje principal, al cual el lector se podrá acercar a través de los numerosos documentos que su supuesto biógrafo o biógrafa ha ido reuniendo durante su investigación, como fragmentos de diarios, testimonios de amigos y detractores o entrevistas a los artistas que en su día sirvieron a Harry para presentar su obra.
La última novela de Hustvedt cuenta, además, con numerosos guiños que, muy posiblemente, necesiten de más de una lectura para poder captarse en su totalidad. En cualquier caso, algunos son tan sugerentes como el hecho de que la protagonista responda al apellido de Burden, mientras que su esposo –un exitoso marchante de arte- se apellide Lord, lo que resulta revelador e, involuntariamente, remita a la propia realidad de la escritora, casada desde hace años con Paul Auster, un consolidado y celebrado escritor cuyo trabajo más de un crítico considera menor en comparación con el producido por su esposa.
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