Con tan sólo 19 años, Julie Maroh se embarcó en la realización de su primera novela gráfica, El azul es un color cálido, un excelente trabajo que, en muy poco tiempo, la llevaría a hacerse con un nutrido número de seguidores y a conseguir numerosos galardones, entre los que destaca el otorgado en 2011 por el emblemático Festival Internacional del Cómic de Angoulême en la categoría de Autor Novel.
Tan notable debut no pasó desapercibido al cineasta tunecino Abdellatif Kechiche, quien se basó muy libremente en su argumento para rodar La vida de Adèle, que en 2013 se hizo con la Palma de Oro del Festival de Cannes y que despertó, de nuevo, un gran interés por la obra que la inspirara.
El azul es un color cálido narra la historia de Clementine, una joven de diecisiete años que verá como los cimientos de su vida se tambalean cuando, en pleno despertar sexual, conozca a una estudiante universitaria con la que iniciará, a pesar de sus fuertes prejuicios y de la oposición de su entorno más inmediato, una apasionada historia de amor a la que sólo la muerte pondrá punto final.
Sin embargo, y lejos de erigirse como un dramón al uso, la primera incursión de Maroh en el Noveno Arte brilla por su sabia dosificación dramática, servida en dos partes bien estructuradas -tanto desde el punto de vista narrativo como del visual- y apoyada en un argumento sólido y poco lastrado por elementos accesorios.
El azul es un color cálido cuenta, además, con un trabajado hilo conductor -los diarios que Clementine irá redactando a lo largo de su vida y que, en su lecho de muerte, pedirá que le sean entregados a su pareja- que enlaza a la perfección el pasado y presente de su protagonista, toda vez que proporciona al lector un cuidado retrato psicológico de aquélla.
Entre los otros aciertos de Maroh en esta su primera obra también destacan la creación de unos personajes, en general, bien construidos y definidos, un cuidado dibujo de corte realista y una excelente composición de viñetas. Sin embargo, el aspecto en el que El azul es un color cálido resulta prácticamente excelsa es aludido ya en su propio título y radica en la cuidada elección de la paleta cromática que da aliento a todas sus páginas y que sirve para diferenciar muy bien entre el pasado y presente de una relación marcada desde sus inicios por una nota trágica.
Así, si bien en el pasado, la primera parte de la obra, predomina el uso del blanco y negro, sazonado muy sabiamente con la introducción del azul en las escenas más importantes, en la segunda, un presente al que el lector llega tras una elipsis temporal de casi dos décadas, impera el color, aunque con tonalidades tan desvaídas que, en muchos momentos, remiten al blanco y negro empleado en los pasajes que preceden la entrada de la protagonista en una madurez dolorosa.
Casi perfecta, a El azul es un color cálido tan sólo podría achacársele la inclusión de algunos personajes que bordean, cuando no caen, en el más puro cliché, especialmente por algunos de sus discursos, que resultan estereotipados al máximo por su manida y recurrente exposición, algo que, no obstante, podría justificarse por la juventud de su autora.
A pesar de ello, un lastre apenas mencionable, El azul es un color cálido resulta una muy emotiva novela gráfica y una excelente carta de presentación para Julie Maroh, cuya futura carrera, a tenor de lo presente, se intuye colmada de éxitos.
Tan notable debut no pasó desapercibido al cineasta tunecino Abdellatif Kechiche, quien se basó muy libremente en su argumento para rodar La vida de Adèle, que en 2013 se hizo con la Palma de Oro del Festival de Cannes y que despertó, de nuevo, un gran interés por la obra que la inspirara.
El azul es un color cálido narra la historia de Clementine, una joven de diecisiete años que verá como los cimientos de su vida se tambalean cuando, en pleno despertar sexual, conozca a una estudiante universitaria con la que iniciará, a pesar de sus fuertes prejuicios y de la oposición de su entorno más inmediato, una apasionada historia de amor a la que sólo la muerte pondrá punto final.
Sin embargo, y lejos de erigirse como un dramón al uso, la primera incursión de Maroh en el Noveno Arte brilla por su sabia dosificación dramática, servida en dos partes bien estructuradas -tanto desde el punto de vista narrativo como del visual- y apoyada en un argumento sólido y poco lastrado por elementos accesorios.
El azul es un color cálido cuenta, además, con un trabajado hilo conductor -los diarios que Clementine irá redactando a lo largo de su vida y que, en su lecho de muerte, pedirá que le sean entregados a su pareja- que enlaza a la perfección el pasado y presente de su protagonista, toda vez que proporciona al lector un cuidado retrato psicológico de aquélla.
Entre los otros aciertos de Maroh en esta su primera obra también destacan la creación de unos personajes, en general, bien construidos y definidos, un cuidado dibujo de corte realista y una excelente composición de viñetas. Sin embargo, el aspecto en el que El azul es un color cálido resulta prácticamente excelsa es aludido ya en su propio título y radica en la cuidada elección de la paleta cromática que da aliento a todas sus páginas y que sirve para diferenciar muy bien entre el pasado y presente de una relación marcada desde sus inicios por una nota trágica.
Así, si bien en el pasado, la primera parte de la obra, predomina el uso del blanco y negro, sazonado muy sabiamente con la introducción del azul en las escenas más importantes, en la segunda, un presente al que el lector llega tras una elipsis temporal de casi dos décadas, impera el color, aunque con tonalidades tan desvaídas que, en muchos momentos, remiten al blanco y negro empleado en los pasajes que preceden la entrada de la protagonista en una madurez dolorosa.
Casi perfecta, a El azul es un color cálido tan sólo podría achacársele la inclusión de algunos personajes que bordean, cuando no caen, en el más puro cliché, especialmente por algunos de sus discursos, que resultan estereotipados al máximo por su manida y recurrente exposición, algo que, no obstante, podría justificarse por la juventud de su autora.
A pesar de ello, un lastre apenas mencionable, El azul es un color cálido resulta una muy emotiva novela gráfica y una excelente carta de presentación para Julie Maroh, cuya futura carrera, a tenor de lo presente, se intuye colmada de éxitos.
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