18 de noviembre de 2014

El libro de mi destino. Una lectura necesaria



Mucho antes de que el último sah de Persia, Mohammad Reza Pahlavi, pudiera ver incrementado su poder dictatorial gracias a la ayuda brindada por Estados Unidos –que lo consideraba como uno de sus mayores aliados en la zona-, Irán había iniciado un rápido proceso de modernización presionado por los dos países que habrían de ocupar su territorio durante la Segunda Guerra Mundial, Rusia –convertida ya entonces en la hoy extinta Unión Soviética- y el Reino Unido.

Ese aperturismo y occidentalización no sólo influyó en la producción artística del país –baste tan sólo comparar la carátula de un film producido durante el gobierno del sah con otro de algún largometraje rodado tras la revolución-, sino que, además, calaría muy hondo entre las clases medias y altas del país, especialmente las residentes en los grandes núcleos urbanos, como Teherán, que asistieron con horror al advenimiento de los Ayatollah y de cuya existencia daba parte Marjane Satrapi en su magnífica Persépolis, una novela gráfica que, convertida ya en un clásico en su género, sigue siendo uno de los mejores testimonios de aquel período histórico.

Criada en el seno de una familia erudita de Teherán, Parinoush Saniee, como su compatriota Satrapi, vivió muy de cerca los acontecimientos que marcarían el destino de su país en los años previos e inmediatamente posteriores a la revolución de 1979. Decidida a dar voz a esas jóvenes cuya adolescencia transcurrió paralela a aquellos convulsos momentos históricos, en los que ideologías varias enfrentaron posturas para derrocar al sah, Saniee decidió, hace unos años, volcarse en un proyecto literario singular, pues el argumento de El libro de mi destino, su primera novela, se gestó a partir de los muchos datos que, durante su larga trayectoria profesional en el campo de la sociología y psicología, había recabado para publicar sus estudios.

Lejos de escoger, sin embargo, a una protagonista con una extracción social y bagaje cultural similares a los suyos, Saniee se decantó por construir un personaje con unos antecedentes y una trayectoria muy diferentes. Su heroína, Masumeh, proviene, de hecho, de una familia muy religiosa cuyos miembros, una vez instaurada la república islámica, habrán de ocupar altos cargos, sin que ello vaya en menoscabo del ejercicio de la violencia perpetrada en el seno de sus propias familias. Una violencia que, en el caso de Masumeh es secundada por su propia madre, quien no dudará en obligarla a casarse con un hombre al que nunca antes había visto y junto al que vivirá los peores y mejores momentos de una vida estrechamente ligada al devenir histórico de Irán.

Narrada en primera persona e hilada con una prosa sencilla y desprovista de todo artificio, El libro de mi destino resulta una lectura recomendable para todos los amantes de la historia, especialmente los interesados en la realidad de un país en el que un gobierno de juristas-teólogos impone, desde hace décadas, una determinada visión del mundo que choca con el sentir de muchos ciudadanos, como la propia Saniee, cuyas obras están prohibidas en Irán a pesar de que esta primera novela se haya convertido, aun prohibida su reedición, en uno de los libros más leídos en su país, amén de haberse hecho, en el extranjero, con el favor de la crítica y el público.

Sería injusto, no obstante, tachar El libro de mi destino como una obra partidista o adscrita a una determinada corriente ideológica. No podemos resistirnos por ello a la inclusión de un párrafo que nos resulta totalmente lúcido y que impele a más de una de una reflexión: La ideología pura es una trampa; te convertirá en una persona con prejuicios, impedirá que te formes tu propio criterio y tus propias opiniones, y te hará tendencioso. Y al final te convertirá en un fanático (pág. 369. Editorial Salamandra). 


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