Indiscutible icono cultural en el país del Sol Naciente, Osamu Tekuza, aún fallecido hace ya veinticinco años, sigue siendo considerado por los historietistas nipones como uno de sus mayores referentes. De hecho, y no por casualidad, el desaparecido artista japonés ha sido bautizado como el Dios del Manga y el Padrino del Anime.
Tezuka, sin embargo, no sólo fue profeta en su tierra. En Occidente hace décadas que se conoce su trabajo y, en vida, llegó a granjearse la admiración de un tótem del Séptimo Arte como Stanley Kubrick, quien quiso reclutarlo como director artístico para rodar su emblemática 2001. Una odisea del espacio, una oferta que el artista nipón habría de declinar por implicar una estancia demasiado larga fuera de su país.
A pesar de ese reconocimiento, gran parte de la obra de Tezuka –ingente en volumen y variadísima en temática- permanece inédita en estos lares. Afortunadamente, la edición, por parte de Planeta DeAgostini, de los cinco tomos de la aclamada novela gráfica Adolf ha propiciado que otras editoriales publiquen algunas de las obras que el historietista japonés realizó para su público más adulto.
Así, y para alegría de muchos, hace unos meses la editorial Astiberri lanzaba al mercado español El libro de los insectos humanos, una novela gráfica muy conocida en el país nipón, donde, en su momento, fue editada por entregas y, más tarde, hace pocos años, adaptada al formato televisivo.
Si bien es cierto que, para quien ha crecido leyendo cómics europeos, la lectura de una novela gráfica nipona puede suscitar una cierta reticencia –la palabra manga evoca en el recuerdo algunos éxitos televisivos muy populares en los 80 y 90-, es difícil no quedar atrapad@, desde las primera viñetas, por la historia de Toshiko Tomura, una joven prodigio, brillante escritora, diseñadora, actriz y fotógrafa e, igualmente, sobresaliente en otras profesiones de infausta fama que no revelaremos para no incurrir en los tan odiados spoilers.
Además de retrato acerado de unos personajes carentes, en casi su totalidad, del menor atisbo de moralidad, El libro de los insectos humanos se constituye como una durísima crítica de la sociedad nipona de los años sesenta y del ya entonces despiadado sistema capitalista.
Una crítica que, por otra parte, resulta de rabiosa actualidad, pues la obra de Tezuka ha resistido maravillosamente bien el paso del tiempo, hasta el punto de que, si no fuera por la ausencia de dispositivos móviles, el lector podría muy fácilmente creer que se halla sumergido en una obra de reciente factura.
Si El libro de los insectos humanos ha alcanzado esa categoría de clásico –casi atemporal y universal- se debe, sin duda, al excelso savoir faire de Tezuka como narrador capaz de hilar a la perfección diferentes subtramas y engarzarlas, sin fisuras, con un ritmo acorde a los diferentes subgéneros en los que éstas se circunscriben –thriller, melodrama, terror. A lo que habría que añadir, además, su maestría como creador de un universo propio, en estricto blanco y negro y redimensionado con un uso magistral de las sombras y un cuidadísimo dibujo que, con su corte infantil, incide, más si cabe, en la escabrosidad de una historia sazonada con numerosos pasajes sumamente perturbadores.
De lectura envolvente, casi hipnótica, El libro de los insectos humanos difícilmente decepcionará a los amantes del Noveno Arte, aunque algunos símbolos y matices se pierdan, irremisiblemente, por la distancia cultural y su formato de publicación oriental –respetado, muy acertadamente, en la edición española- obligue a contemplar las viñetas de manera inversa, de derecha a izquierda.
Me lo acabo de comprar! Lo vi en la librería y me acordé de esta entrada. Ya te contaré si me ha gustado.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Esperamos que te guste tanto como a nosotras ;-)
Eliminar