16 de julio de 2013

El malentendido. Redescubriendo a Irène Némirovsky



Hija de un rico banquero judío de Odessa (Ucrania), Irène Irma Némirovsky vino al mundo un 11 de febrero de 1903 en la ciudad ucraniana de Kiev. Su estancia en su país de origen habría de ser, no obstante, sumamente breve, pues, huyendo de la Revolución Rusa y tras un largo peregrinaje, su familia se acabaría instalando de forma definitiva en Francia.

Políglota y poseedora de una vastísima cultura –fruto de una esmerada educación y del papel inestimable de una institutriz francesa-, Némirovsky produjo la totalidad de su obra en el idioma de Voltaire.

Su enorme aporte a las letras francesas se vio, sin embargo, cercenado de forma drástica y dramática cuando las autoridades de la Francia de Vichy les negaron, a su esposo -el banquero Michel Epstein- y a ella, la nacionalidad francesa, lo que comportó que ambos fueran trasladados al tristemente célebre campo de concentración de Auschwitz, donde serían asesinados en 1942.

Les sobrevivieron sus hijas, Denise y Elisabeth, quienes conservaron con celo la maleta en la que su madre había depositado algunos manuscritos aún no editados. En 2004, uno de esos manuscritos, Suite francesa, fue publicado por primera vez y, en poco tiempo, se convirtió en todo un fenómeno editorial que ha hecho posible que, en los últimos años, se hayan publicado a título póstumo algunos manuscritos de Némirovsky y reeditado con éxito sus primeras obras.

En ese contexto se inscribe la publicación, por primera vez en España, de El malentendido, la primera obra de Némirovsky, editada en Francia en 1926, poco después de que su autora se licenciara en la Sorbona.

Uno de los mayores atractivos de El malentendido radica en que, aun siendo primeriza, esta obra brinda al lector la posibilidad no ya de vislumbrar, sino de constatar el enorme talento narrativo de Némirovsky y anticipa algunos de los temas en los que ésta habría de profundizar en su posterior producción literaria. Temas tan atemporales como el egoísmo, el orgullo, la falta de comunicación o la extinción del amor, que Némirovsky, ya en esta obra, plantea con un lenguaje depurado, preciso, sutil, elegante y articulado con un excelente ritmo narrativo.

En esta primera novela, además, Némirovsky sabe imbricar con suma maestría el devenir personal de uno de los principales protagonistas–Yves, el mundano heredero cuya fortuna familiar se ha evaporado con la Gran Guerra y se ve, en consecuencia, condenado a languidecer en un empleo sin alicientes ni perspectivas-  con el de esa minoritaria clase ociosa de los llamados felices años 20, condenada ya a su extinción, aunque muy pocos de sus miembros –como la acaudalada y egoísta Denise, el amor de Yves- fueran entonces conscientes de ello.

En El malentendido, por otra parte, ya se puede apreciar también el enorme savoir faire de Némirovsky como constructora de personajes con un enorme calado psicológico y que, en su calidad de narradora omnisciente, desnuda, desproveyéndolos de todo el artificio con el que se presentan en sociedad, para mostrarlos con todas sus virtudes y, sobre todo, sus enormes miserias.

El malentendido es, definitiva, una excelente lectura que difícilmente defraudará al lector exigente, si bien contenga algunas reflexiones –especialmente las ligadas a los diferentes sentimientos de hombres y mujeres- que, de obviar contextualizarlas en la época en la que la obra fue escrita, podrían resultar un tanto démodés


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