23 de enero de 2013

Una judía norteamericana perdida en Israel. Otra joyita del cómic testimonial


Fuente y autor: Norma Editorial

Organización sin ánimo de lucro y en buena parte sufragada con capital privado, Viaje derecho de nacimiento fue creada hace más de una década con un doble objetivo, estrechar vínculos entre las numerosas comunidades judías repartidas por todo el mundo y dar a conocer la historia de Israel a los jóvenes de origen judío nacidos en otros países.

Animada por la posibilidad de emprender un viaje de diez días de duración y sin coste alguno – Viaje derecho de nacimiento corre con todos los gastos, de desplazamiento y estancia, de todos aquellos judíos que quieran formar parte de su programa -, la neoyorkina, propalestina y liberal Sarah Glidden emprendió en 2007 el viaje que habría de cambiarle la vida y que, con la posterior mediación de un editor de DC Cómics, la llevaría a publicar Una judía americana perdida en Israel, una novela gráfica que ha llamado la atención de público y crítica y ha sido merecedora de los galardones Ignatz y Maisie.

Este reconocimiento se debe, sin duda, a la mentalidad sumamente abierta y crítica de la dibujante norteamericana, una actitud que la llevó no sólo a regresar a su país con más preguntas que respuestas, sino a erradicar prejuicios e, inevitablemente, constatar que las raíces y consecuencias de uno de los conflictos más candentes y sangrientos de los siglos XX y XXI tienen un difícil encaje con las explicaciones simples, partidistas y, por supuesto, estúpidamente maniqueas.

Sin embargo, los méritos de Glidden van más allá de esa actitud abierta y humilde frente a una realidad compleja y dolorosa, que observa desde la siempre cómoda distancia del turista. De hecho, con su narración no lineal – aderezada con numerosas digresiones históricas – y su estilo sencillo, la dibujante norteamericana consigue que el lector se sienta no pocas veces identificado con su desconcierto o su congoja frente a momentos tan emotivos como, por ejemplo, el protagonizado por el Foro de las Familias Afligidas, un grupo compuesto por palestinos e israelíes que, aun habiendo perdido a un ser querido de forma trágica, aúnan sus fuerzas para que la paz ponga punto y final a un conflicto que se ha cobrado numerosísimas víctimas de uno y otro bando.

Ahondando en su crítica ante todo lo que observa, Glidden, además, dota su narración con varios pasajes en los que se desdobla en dos personajes con discursos tan antagónicos que fuerzan al lector a sopesar sus propios, e inevitables, posicionamientos ante una realidad que, aunque sumamente aireada por los medios, resulta difícil de comprender desde la distancia y el desconocimiento. Una distancia y un desconocimiento que Glidden intenta disminuir mediante explicaciones numerosas, aunque sucintas, que se ven complementadas con una breve cronología y glosario de términos y una pequeña bibliografía, algo, por cierto, sumamente inusual en una novela gráfica.

En Una judía americana en Israel, por otra parte, se pueden hallar ecos de autores como Marjane Sartrapi (Persépolis) o Art Spiegelman (Maus) – influencias reconocidas por la propia Glidden -, aunque quizá sea Guy Delisle (Crónicas de Jerusalén) de quien más próxima se halle la dibujante norteamericana. Así, y al igual que el autor canadiense, Glidden apuesta por un dibujo de trazo sumamente sencillo – no sólo en personajes, sino también y a diferencia de Delisle, de escenarios – y una narración que, lejos de aspirar a convertirse en una crónica periodística, se circunscribe dentro del cómic más testimonial. De hecho, y en definitiva, Una judía americana en Israel es una joyita de este subgénero de novela gráfica y un anticipo de una carrera profesional que se intuye sumamente brillante y cargada de galardones.


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