De nacionalidad británica y ascendencia japonesa, Kazuo Ishiguro es actualmente uno de los escritores más reputados y afamados de su país. De hecho, su no demasiado extensa producción literaria le ha reportado varios galardones, entre los que se cuenta el prestigiosísimo Man Booker Prize. Además, su fama internacional debe no poco al film Lo que queda del día, una adaptación de James Ivory de su novela homónima que, con sus numerosas nominaciones a los premios Oscar, Bafta y Globos de Oro, captó la atención de numerosos lectores que desde entonces siguen fielmente su obra.
Nunca me abandones, recientemente trasladada a la gran pantalla en un film protagonizado por Keira Knightley, es la última novela publicada por el escritor británico y, como todas las obras que la preceden, su narración discurre con el estilo literario sutil, elegante y sosegado que ha hecho famoso a su autor.
Ese estilo, que algún crítico ha llegado a tachar de anodino e incluso aburrido, se constituye, precisamente, como una de las mayores bazas de una historia que se inicia en un presente cercano y transcurre en un aparentemente plácido y tradicional internado inglés. Un lugar que, a medida que avance la narración, se revelará como una auténtica trastienda del horror; un espacio siniestro, aunque inmerso en un paisaje bucólico, donde se adoctrina a niños y adolescentes exclusivamente diseñados y concebidos para donar sus órganos a personas enfermas y moribundas.
Sin embargo, el mayor acierto de Ishiguro radica en ir dosificando la información que habrá de esclarecer, tanto al lector como a los propios protagonistas, el misterio que envuelve el origen de un proyecto más que ética y moralmente cuestionable. No obstante, dado que los datos proporcionados por el autor inglés son sumamente vagos desde el punto de vista científico – se desconoce por completo la forma en la que son concebidos los donantes y poco se intuye de las operaciones a las que son sometidos – sería osado, y más que probablemente erróneo, circunscribir No me abandones en la clasificación de novela de ciencia ficción, aunque reúna no pocos elementos del género.
De hecho, la última obra de Kazuo Ishiguro es, por encima de todo, una novela de personajes, unos seres a los que el autor británico se acerca desde un posicionamiento aparentemente desapasionado pero provisto de una precisión quirúrgica que es capaz de revelar, con un realismo inquietante, su angustiado interior, el de unos jóvenes con un futuro prediseñado desde antes de su nacimiento. Un futuro que Ishiguro recrea desde el pasado, valiéndose - como hiciera antaño el gran Henry James, autor con el que, por cierto, se le ha comparado –, de una suma profusión de datos que muestran la estoica resignación de unos personajes en los que no ha prendido la llama de la rebeldía pero sí ha calado una profunda tristeza, fruto de la certeza absoluta de una vida destinada a la muerte y a la soledad.
En definitiva, No me abandones no sólo es una obra sumamente estimulante para propiciar un intenso debate sobre la temática abordada, sino que presenta una bellísima factura desde el punto de vista estilístico, además de poseer un ritmo narrativo que no flaquea en ningún momento y consigue atrapar la atención del lector desde la primera página, propiciando que su argumento permanezca indeleble en la memoria durante días e impeliendo a una relectura total o parcial.
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