17 de abril de 2012

El Templo de Debod. Vestigios del antiguo Egipto en el centro de Madrid




En el Egipto de los años 50 del pasado siglo, y durante el gobierno del coronel Gamal Abdel Nasser, la decisión de erigir la segunda presa de Asuán causó tal revuelo entre historiadores y arqueólogos que la UNESCO se vio impelida a hacer un llamamiento internacional con el fin de rescatar y preservar parte del rico legado cultural e histórico egipcio, los templos radicados en la zona de Nubia, en serio peligro de desaparecer anegados como consecuencia de la proyección de aquella nueva construcción.

España fue uno de los países que ofreció su ayuda mediante el envío de una expedición arqueológica. Como recompensa, en el año 1968 el gobierno egipcio le entregó - en una cesión empañada por claroscuros y duras negociaciones – uno de los monumentos salvados del desastre, el Templo de Debod, que, originario de la ciudad que le da nombre y dedicado a Amón e Isis, tiene un origen incierto que parece remontarse al año 200 a.C.

Así, el único templo egipcio con el que cuenta España se erige orgulloso desde 1972 en el mismo emplazamiento donde años atrás se ubicara el Cuartel de la Montaña (tristemente famoso por haber sido escenario de cruentos episodios durante la Guerra Civil), junto al Paseo Pintor Rosales y muy próximo a la céntrica Plaza de España.

La reconstrucción del Templo de Debod en Madrid resultó, sin embargo, sumamente complicada debido a la escasa documentación proporcionada y a la poca pericia con la que el monumento fue desmontado por parte de los operarios egipcios.

La apuesta por la técnica de la anastilosis, que permite la utilización de materiales diferentes a los originales, resultó, no obstante, un acierto rotundo; un acierto que se ve magnificado por la disposición de un sistema de aire acondicionado en el interior del templo - que reproduce la temperatura del Valle de Nubia - y por la feliz de idea de rodear el monumento por jardines y por un estanque poco profundo, lo que logra trasladar al visitante a lugares y épocas remotas.

Desgraciadamente, este arduo trabajo y el afán por preservar el templo – que se ha traducido, entre otras cosas, en el tratamiento químico de algunos de sus bloques – se vieron empañados en los primeros tiempos por la poca lucidez de la gestión del ayuntamiento madrileño, que permitió que el monumento se convirtiera en escenario de proyecciones cinematográficas, de representaciones teatrales e, incluso, del rodaje de spots publicitarios.

Si bien es cierto que el ayuntamiento puso coto a esos excesos, la conservación del Templo de Debod, declarado Bien de Interés Cultural en 2008, está resultando sumamente complicada, tanto por la climatología de la capital como por los incomprensibles actos vandálicos de los que ha sido objeto y que han merecido la reprobación de diversos organismos e instituciones nacionales e internacionales.

Es ésta una situación especialmente alarmante si atendemos al hecho de que el Templo de Debod es el orgullo de no pocos madrileños y una visita imprescindible para curiosos y estudiosos, no solamente por la información contenida en su interior (interesante material gráfico y documental), sino por constituirse como una oportunidad única para vislumbrar los vestigios de un período histórico absolutamente fascinante e impregnado por esa aureola de misterio tan propia de las civilizaciones de la antigüedad.


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