27 de febrero de 2013

Coriolanus. Un arriesgado ejercicio cinematográfico


Fuente: IMDB
Fuente inagotable de inspiración para los profesionales de distintas disciplinas artísticas, gran parte de la obra shakesperiana se teje, a su vez, a partir de acontecimientos históricos que, en su momento, llamaron poderosamente la atención del inmortal dramaturgo inglés. Ejemplo ilustrativo de ese afán de William Shakespeare por bucear en épocas pretéritas lo constituye Coriolanus, una historia basada en la vida del general Marcio, un laureado héroe de guerra que se convirtió, tras un forzoso y deshonroso destierro, en uno de los más acérrimos enemigos de la ciudad que lo encumbró para después condenarlo a un olvido ominoso.

A pesar de haber sido objeto de diversas adaptaciones teatrales –incluso operísticas-, Coriolanus no se cuenta entre las más famosas obras del dramaturgo inglés. Su implacable crítica a la corrupción política y su insuperable retrato de personajes henchidos de orgullo y obcecados por la venganza hicieron, no obstante, que escritores ya inmortales como T.S. Eliot y Bertolt Brecht la proclamaran como una de las mejores obras de su autor.

Igualmente enamorado de este texto shakesperiano, el actor galés Ralph Fiennes –quien ya interpretara al general Marcio en la escena londinense– ha sido el encargado de llevar, por primera vez, esta obra teatral a la gran pantalla.

El debut de Fiennes como director es, sin duda, un arriesgado ejercicio cinematográfico que, si bien no perfecto, está confeccionado a base de enormes aciertos, entre los que se cuentan un más que sólido guión –firmado por Josh Logan-, un reparto excepcional -encabezado por el propio Fiennes, las inconmensurables Vanessa Redgrave y Jessica Chastain y un correctísimo Gerald Butler- y, por supuesto, una puesta en escena singular, que traslada al espectador a una época reciente, aunque incierta, y a una ciudad bautizada como Roma pero que, por aspecto, recuerda a algunas de la ciudades asoladas que la Guerra de los Balcanes dejó tras de sí.


Este buen hacer de Fiennes como director queda, sin embargo, un tanto lastrado por su excesivo celo por conservar el formato teatral –tan ajeno al lenguaje cinematográfico-, y un cierto abuso de la cámara en mano, que recuerda poderosamente los primeros tiempos del ya casi extinto cine Dogma y pone en evidencia el ajustado presupuesto con el que ha contado el actor galés para poner en marcha tan personal proyecto.

No obstante, y a pesar de todo ello –auténtica pecata munuta, en realidad-, Coriolanus es un thriller atípico, que combina acción y que, valiéndose de la absoluta contemporaneidad del texto shakesperiano, impele al espectador a más de una meditada reflexión. De hecho, como antaño hiciera Shakespeare con su portentosa pluma, Fiennes, en este logrado debut tras las cámara, no hace más que recordar a su público que no hay sociedad, ni pasada ni presente, que se libre de corruptelas políticas, de supuestos servidores públicos incapaces de sentir empatía alguna hacia los ciudadanos que dicen representar ni, por supuesto, de los poderes fácticos que, sin pudor alguno y con diversos medios –dependiendo del período histórico-, han manipulado, y manipulan, a la opinión pública en beneficio propio.

Lamentablemente, y a pesar de suponer todo un reto intelectual para espectador inquieto, Coriolanus no sólo ha llegado clamorosamente tarde a la cartelera española, sino que su paso por ésta ha durado menos que un suspiro.


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