Famoso por sus novelas gráficas inspiradas por sus vivencias en distintos países, el dibujante francocanadiense Guy Delisle inició con Shenzhen -una obra que recogía sus impresiones sobre una estancia laboral en una ciudad china próxima a las urbes de Cantón y Hong Kong- su andadura en el subgénero de la novela gráfica de viajes.
A Shenzhen siguieron Pyonyang –sumamente alabada últimamente por su retrato de primera mano de la belicosa y hermética Corea del Norte-, Crónicas Birmanas y Crónicas de Jerusalén.
No obstante, y a pesar de que Guy Delisle asienta con Shenzhen las bases de su más característico estilo gráfico y narrativo, muchos de los ingredientes de esta primera obra, aun de buena calidad, se hallan todavía en pleno proceso de maduración.
De hecho, el ritmo narrativo de Shenzhen no es tan sostenido como habrá de serlo en las siguientes obras del dibujante canadiense y en sus páginas se echan en falta mayores dosis de profusión de detalles en la composición de las viñetas y, por supuesto, de la crítica sana y constructiva a la que Delisle tiene acostumbrados a sus seguidores.
A todo ello habría que añadir que el dibujante canadiense todavía no ha depurado su caracterización de personajes con el trazo simple y efectivo que le es característico, aunque incluya viñetas en las que muestra logradas y rigurosas reproducciones de obras de Rembrandt y de extractos pertenecientes a autores de origen chino, cuyo nombre queda debidamente acreditado.
Shenzhen, por otra parte, y a diferencia de la producción posterior de Delisle –más descriptiva y crítica con la realidad de la que fue observador privilegiado- se centra especialmente en la soledad impuesta por la prácticamente nula comunicación verbal, el inevitable choque cultural y el hecho de que en este viaje el dibujante canadiense no fuera acompañado por su familia ni lograra hallar un grupo de expatriados con el que poder reunirse con cierta regularidad.
No obstante, y a pesar de todo lo que antecede, quien siga de cerca los pasos de Delisle en el campo de la novela gráfica de viajes difícilmente quedará decepcionado con Shenzhen, pues en esta obra pueden hallarse los mejores ingredientes que le han convertido en uno de los dibujantes de cómic más apreciados en Europa por crítica y público. De hecho, en este primer trabajo dedicado a sus experiencias como expatriado, Delisle regala al lector un torrente de anécdotas servidas con gran humor –ése que, sin denigrar ni ofender, arranca más de una carcajada-, entre las que destaca la ingesta de sangre de serpiente diluida en agua y aderezada con la vesícula del animal; el extraño método para buscar trabajo en China –desplegando en plena calle los títulos académicos obtenidos con duro esfuerzo; la demencial forma de circular con bicicleta en las ciudades chinas; o la mención al alto edificio, sito en pleno centro de la ciudad, en el que trabajan cientos de personas pero que no dispone de ventanas.
Los enamorados del Noveno Arte, además, hallarán en las viñetas de Delisle –no diremos en qué página, os retamos a que lo encontréis solitos- un guiño a uno de los personajes más queridos del cómic, Tintín y, por supuesto, su inseparable Milú.
En definitiva, estamos ante una obra de lectura absolutamente recomendable y que abrirá, sin duda, el apetito a quienes todavía no conozcan el trabajo de Delisle.
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