Durante años, la hoy aclamada escritora Jhumpa Lahiri hubo de encajar el rechazo continuado de numerosos editores que no veían en sus relatos cortos el atractivo suficiente como para apostar por ellos. Todo habría de cambiar en 1999, cuando, finalmente, la editorial Houghton Mifflin decidiera publicar Intérprete de emociones, un conjunto de cuentos que no sólo se convirtió en uno de los libros más exitosos de aquel año –con más de 600.000 ejemplares vendidos, algo, por otra parte, absolutamente insólito tratándose de una obra de narrativa corta-, sino que se hizo con el prestigiosísimo premio Pulitzer.
Si bien Lahiri se halla lejos de ser considerada como una escritora prolífica –desde entonces sólo ha publicado otro libro de relatos, dos novelas y algún que otro artículo para The New Yorker-, su valiosa pluma la ha llevado a ser merecedora de diversos premios y a que Barack Obama la nombrara, hace unos años, miembro del Comité Presidencial para las Artes y las Humanidades.
No es por ello extraño que su último trabajo, La hondonada, haya sido esperado con ansia y recibido con alborozo por parte de sus numerosos seguidores y de la crítica especializada en España, máxime porque su publicación por estos lares viene precedida por el aplauso del público anglosajón y por el hecho de haber quedado finalista de dos galardones tan importantes como el Booker Prize y el National Book Award.
Ambientada entre Estados Unidos y la India, La hondonada arranca su acción en la década de los años 60 de la pasada centuria y abarca casi medio siglo de historia siguiendo los pasos de Subbash y Udayan, dos hermanos muy unidos que verán cómo sus destinos se separan para siempre cuando el primero, el primogénito, abandone el barrio de las afueras de Calcuta donde residen para realizar su doctorado en Estados Unidos. El distanciamiento entre ambos hermanos, sin embargo, se había iniciado poco antes, cuando Udayan abrazara la causa naxalita, un movimiento violento de origen marxista que, si bien nunca llegó a calar lo suficiente en la India como para movilizar a gran parte de su población, sí se cobró la vida de numerosas personas, lo que en 1967 llevó al gobierno indio a considerarlo como un grupo terrorista.
Ajusticiado como consecuencia de su vinculación con aquella ideología, Udayan no dejará de estar presente en las vidas de sus seres más queridos, su hermano, su viuda y la hija que ésta espera y que será criada por Subbash en Estados Unidos.
Si bien un argumento como éste pudiera despertar algún que otro recelo, difícilmente podría tacharse de folletinesca la trama de La hondonada, una historia que, aun intensamente dramática, se halla exenta de ingredientes lacrimógenos. De hecho, y aun contando con grandes dosis de relato social –al abordar temas como el choque cultural o la emigración-, la última obra de Lahiri, con su sobria descripción de sentimientos, como la culpa, la soledad y, especialmente, la pérdida de un ser querido, es una novela de corte netamente intimista y contenido.
Unos de los mayores aciertos de este notable relato de Lahiri reside, sin duda alguna, en su cuidada y rica prosa, articulada con un ritmo pausado, que no lento, y sustentada en una estructura narrativa clásica en cuanto a su linealidad temporal, aunque sazonada con acertadas elipsis y logrados flashbacks. A ello habría que añadir la recreación de escenas asombrosamente vívidas y un final tan emotivo, singular e impactante en su enfoque –y no ahondaremos más para no incurrir en un odiado spoiler- que difícilmente dejará indiferente a ningún lector.
Aun con alguna mácula -una desigual construcción de personajes, que empaña un tanto su resultado final-, La hondonada resulta, en definitiva, una lectura más que recomendable y, por ende, un muy buen regalo de Navidad para lectores exigentes.